sábado, 24 de agosto de 2019

LAZY

El chaval estaba contándome que había esperado más del concierto de Bon Jovi. Bueno, esa banda siempre ha sido una caca pero él parece un buen chico, aunque esto tampoco signifique mucho ya. La mañana en el bar había sido bastante buena y el comienzo de la tarde estaba yendo por el mismo camino, así que yo estaba lo que se puede decir de buen humor. No tanto por el dinero (que también) como por estar activo, en marcha, listo para lo que siguiera viniendo. Es la falta de acción lo que mata al espíritu que te mueve.

Siguió hablando por comparación. Uno de los WASP al que había ido sin muchas ganas luego resultó ser la leche. Ahí dije yo la típica frase de las expectativas que no por serlo deja de ser verdadera y estuvimos de acuerdo. "Pero en todo" añadí a modo de recalco para iniciados, cosa a la que asintió como quien no sabe muy bien lo que acaba de oír. Y así, entre copas para unos y otros, pasó la penúltima charla del día en el bar.

Las viejas amistades se subliman con el paso del tiempo. Incluso quienes alguna vez quisieron abrirte la cabeza ahora vienen a ti por su cerveza. No es que nos hagamos amigos, pero quizá esto sólo sea una cuestión de más tiempo. Ya son muchos los años y cualquiera puede caer en cualquier momento. Y la gente viene a mi bar y bebe y se va soltando; no del todo, claro: todavía no somos tan viejos como para no darnos de hostias de una puta vez. Pero vamos enterrando a nuestros padres y ya los siguientes somos nosotros. Y como qué..."Coño, qué más da. Después de todo te conozco de los buenos tiempos" Puede que en las postrimerías de todo esto nos encontremos haciendo cola para comernos una hostia de manos de un tío que jamás ha tenido ni media, dándonos la paz y tal, aunque por mi parte no creo que llegue a eso.

- El tiempo es el verdadero juez de todas las cosas -le había comentado poco antes al viejo rockero a la luz de Deep Purple. Casi cincuenta años después siguen sonando de maravilla-
- ¡Hostia lo que acaba de decir Kufisto, me cago en Dios! -se volvió hacia su mujer y su hijo, ya treintañero- ¿qué has dicho, qué has dicho que lo oigan estos?

Lo repetí.

- Wuahhh...¡sí señor, qué puta pasada! ¡Eso es! ¡El tiempo, el paso del tiempo es el que dice qué es bueno y qué no vale ni para limpiarte el culo! -dijo-
- Exacto -respondí sonriendo-
- Dios, es que eres muy listo, Kufisto, muy listo...Es verdad, joder

Y con esa frase mil veces dicha demostré sin querer mi inteligencia superior ante los otros.

Tan sólo hay que escucharles, dejarles hablar. Muy rara es la gente que llegado el momento no te cuenta hasta su última vergüenza tras haberse explayado en sus glorias, por supuesto: si tú no les pones freno capaces son de pedirte que los mates. Pensar, rumiar tus cosas es como un sueño que se escapa y se escapa y se vuelve a escapar. Llega un momento en el que quieres encadenarlas de alguna manera, ya sea hablando con otro, o escribiendo, o pintando, o haciendo el pino en mitad de la plaza del pueblo, pero alguien más tiene que saberlo: el paso del tiempo vuelve locos a los hombres.

Mi padre casi no me contó nada que no supiera de él durante el año y medio que se estuvo muriendo. Todas las tardes iba a verle, mirábamos una peli y de vez en cuando decíamos algo. Algunas hubo en las que lo hice bebido, no borracho, claro, no era plan, pero se me notaba aunque sólo fuera por mi raro palique. Lo bueno era que siempre estábamos solos: en cuanto yo llegaba mi madre se iba a hacer la compra. La cosa era no dejarlo solo. No porque fuera un bragas (¿qué hombre puede serlo cuando ha sido padre de cinco machos?) sino porque a él nunca le gustó estar solo.

- A veces me despierto, Kufisto, y creo que no tengo esto que tengo...Luego me doy cuenta y...Esto sólo lo sabe quien lo pasa, hijo mío.

Nunca le vi llorar. Muy al contrario, la última tarde que pasamos juntos antes de su última y definitiva entrada en el hospital quizá fuera la que más nos reímos; con la ayuda de Berlanga, claro, pero iba intercalando historias propias mientras veíamos todo aquello. Reímos hasta las lágrimas. Cuando mi madre llegó un par de horas después en compañía de mis tíos le dijo que fuera a mear para que ellos vieran lo que salía entre su orina. Se quedaron locos al vernos reír de aquella manera. Mi padre, obediente a su pesar, bebió toda el agua que pudo y un rato más tarde fue al water. Sangre.


Durante mi turno en el bar tengo tiempo de ver todas las fases del día, desde los cafés hasta las primeras copas pasando por las cervezas y los vinos. Todas las caras tienen su bebida y su tiempo. Pocas, muy pocas, son repetidas. Tan sólo al relance del día (señalado o no en el calendario), a la acción de no tener nada que hacer, se debe que haya extras para unir unos tiempos con otros. Y es precisamente ahí, en ese encadenamiento, cuando el pasado, tu presente y el futuro que ahora empiezas a vislumbrar se confunden en una amalgama de emociones tal que consiguen cosas tan maravillosas como no sólo soportarnos la existencia sino estar a gusto de seguir aquí, todos juntos, en una cierta armonía cuando por los altavoces, como un sol poniente de La Mancha, el camarero del bar piensa que ha llegado la hora para el "Lazy" de Deep Purple.



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