- Ya
- Es duro esto, Kufisto, es duro esto...No se te va de la cabeza
- La cabeza manda -dije yo por no hacer más pesado el silencio
- Ya...pero por mucho que mande, ahora no le hacen caso
- Sí
- Como vosotros cuando eráis pequeños
- Sí
- Ay lo que nos costó a tu madre y a mi
- Sí
- Y ninguno habéis salido malos, pero joder...Cinco hijos, cinco...Cuando no eras tú, era el otro, y cuando ya no eráis ninguno de los dos, los otros tres...Qué lucha, qué lucha...
- Sí
- ¿Tú te acuerdas del tío Victoriano, el viejo aquel que estaba por el bar, el de la garrota?
- Claro que me acuerdo, como no me voy a acordar de él -dije sabiendo lo que me iba a contar
- ¿Sabes lo que me dijo una vez?
- No -le mentí
- Yo entonces estaba...Joder...el bar iba como iba y en casa pues...la cosa no iba bien. Tu madre, la pobre...La muerte de su padre, de tu abuelo, ¿te acuerdas de él?, le afectó mucho, mucho...Por no hablar de cuando se murió tu primo Rubén y todo lo que vino después, que eso fue la puntilla...Y luego vosotros siempre dando guerra, y el dinero, el puto dinero, y que si mira el otro (su socio) y mira como estamos nosotros, y tal, y esto y lo otro...
- Sí...
- En fin...la vida.
- La puta vida
- La vida, Kufisto, la vida...Bueno, pues una mañana estaba yo ahí, en el bar, y llego Victoriano y viéndome se dio cuenta de que algo no iba bien, que ya sabes tú que yo nunca he sido de esos que se vienen abajo por cualquier tontería...
- No, claro que no, papa
- Y como me vería el hombre que me preguntó qué pasaba...Y mira que nunca he sido hombre de contarle mis problemas a nadie, pero Victoriano...Joder, ese hombre era un tío de los que se vestían por los pies...Tenías que haberlo conocido cuando era joven, tan alto como era, el pelo rubio, esa chulería sana, natural, ese saber estar...El cabrón hacía lo que quería...Pero eso sí, su familia y tal que no le faltara de nada, aunque luego pasara lo que pasó...Si es que fue muy golfo el jodío...
- Ya...A mi me contó algunas buenas historias, sí...
- Jajaja...Le gustaban mucho las cartas. Y las mujeres. Se pulió mucha pasta...
- Jajaja...sí -dije yo- Me acuerdo de la historia aquella con el barco negrero, esa de después de la Guerra que estuvo a punto de hacerle millonario...El barco se hundió cerca de la costa y él se echó al mar. "¿Y los negros?" le pregunté, "¿los negros? en el barco se quedaron"
- Joder
- Qué tío
- Era otra época, otros tiempos, en fin...Cada cual sabe lo que ha hecho y lo que ha dejado de hacer...¿Pero sabes lo que me dijo esa mañana? Yo empecé a decirle que si esto, que si lo otro, que si el dinero, que si la mujer, que si los chicos...Él me miraba como si no entendiera nada. Y cuando yo ya estaba cagándome en la hostia puta me dijo: "¿Los chicos? ¿Cuantos chicos tienes?", "Cinco, ¿o no lo sabe?", "Sí, claro que lo sé...¿y te ha salido alguno tonto?" "Pues no -dije yo- claro que no" "¡Y entonces de qué cojones te estás quejando! ¡Anda ya el dinero, y la mujer, y el negocio y la mala puta que parió al mundo!...Tienes cinco hijos sanos, ¿de qué te quejas?" Y oye, fue oír eso de la boca de ese hombre y todas mis preocupaciones se fueron a hacer leches. Y es que es la verdad, Kufisto, es la verdad...Si tus hijos están bien, todo lo demás es tontería. Todo.
Y hablando del pasado se nos fue la tarde y olvidó su Pasapalabra. Después llegó mi madre de hacer la compra y yo me fui a mi casa.
Y él se quedó con ella, cenaron, brindaron con una copa de vino blanco bien frío por un día más juntos y después se fueron a dormir.
Y a soñar.
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