viernes, 23 de marzo de 2012
EL REGRESO DE UN BUEN AMIGO
Después de unos cuantos meses (tantos que ya lo daba por perdido) anoche me devolvieron uno de mis libros más queridos: "Los campeonatos del mundo, de Botvinnik a Fischer" por Svetozar Gligoric.
Lo compré en una librería de Córdoba, una librería como Dios manda, laberíntica y oscura, llena de libros y vacía de anuncios, una librería "búscate la vida", una librería "mira por allí a ver si encuentras algo", una librería anárquica. Una verdadera librería.
Recuerdo que cuando lo encontré me dió un subidón, eran mis inicios en el ajedrez, allá por el 98, y ya por aquel entonces Fischer se había convertido en uno de mis totems. No me importó su aspecto, evidentemente se trataba de un segunda o tercera mano, no estaba plastificado y la portada presentaba algunas manchas, pero soy de esa clase de personas que tanto para los libros como para las casas, como para tantas otras cosas prefiero que tengan aspecto de haber sido usadas, cuanto más mejor; no sé, un libro virgen, una casa nueva, me causan mal rollo, es una sensación como de que ahí no hay nada que rascar, están como muertas, quizá por eso nunca fui un comprador de libros, porque aparte de no ser Amancio Ortega es algo que nunca me gustó, incluso en mi época de lectura febril siempre lo hacía en la Biblioteca, libros manoseados, usados, de página fácil, como puta colgada por la farla, aunque lo que no admito son los subrayados, o las reflexiones escritas por algún cliente anterior, o las marcas en los bordes de las páginas. Usado pero íntegro, tal cual. Y si tienes que dejarlo a medias no lo pellizques, coloca algo donde lo dejes, o mejor aún, memoriza la página. Te aseguro que si te gusta no la olvidas.
Sin duda alguna es mi libro favorito de ajedrez.
El tipo que lo escribió, el Gran Maestro yugoslavo Svetozar Gligoric, fue contemporáneo de todos los grandes ajedrecistas que disputaron el título durante aquellos años, por lo que habla de primera mano, no de oídas, y como caballero que se le supone a todo aquel que dedique su vida a tan noble juego lo hace de la manera más objetiva posible, sin filias ni fobias evidentes, acaso alguna pulla al gran Korchnoi ("siempre envidioso de los demás") pero solo de pasada, no en vano Viktor nunca fue campeón del mundo, siempre fue un excepcional secundario, el Ernest Borgnine de las 64 casillas, y además que su mala baba siempre fue tan proverbial como su excepcional espíritu de lucha.
El libro consta de una extensa introducción en la que se nos cuentan las circunstancias que rodearon a cada uno de los once matches que se disputaron durante aquellos años, la Edad de Oro del Ajedrez. Con un lenguaje llano, claro, conciso, alejado de toda pirotecnia, Gligoric desentraña el entorno que envolvía aquellas épicas batallas y las características psicológicas de cada jugador; de todos tiene buenas palabras y de todos escribe con respeto y admiración, no rindiendo pleitesía y vasallaje a ninguno, a fin de cuentas a él le falto pocó para ser uno de ellos, pero está tan bien escrito, tan alejado de todo aburrido tecnicismo, que hasta un profano en la materia disfrutaría leyéndolo. La parte dura, la seria, la que cuenta a fin de cuentas, las partidas, la deja para el segundo bloque: la transcripción EXACTA (creo no haber encontrado más que un par de erratas) de todos los movimientos realizados, lo cual resulta homérico, más aún si sabemos que el libro se publicó en el 72, nada más coronarse campeón el gran Bobby, "el campeón de los años 70" como lo llama ingenuamente, ¡ay!, el bueno de Svetozar. Tiempo después amplié mi biblioteca sobre el tema y de verdad que algunos libros, la mayoría, resultaban infames: rara era la partida donde no había una o más erratas, a cada cual más bestia, y además de esas que te hacían imposible reproducir el juego. Y todo ello en pleno fin de siglo, con la cantidad de medios disponibles a su alcance. Pero claro, los escribían y editaban gente a la que le importaba una mierda el juego, no uno de sus más renombrados sacerdotes. Es para recordar y admirar a los copistas de la Edad Media, a aquellos monjes que tenían en sus manos la responsabilidad de dejar a la posteridad el pensamiento y la obra de los verdaderamente grandes, de aquellos que traspasan las eras, de los eternos: en las manos de aquellos copiones estaba la obra de los genios. Y ponían su alma para estar a la altura, no en vano Dios vigilaba desde arriba, eso si que era un Guardián, ¡cualquiera se la jugaba!...ahora Dios está muerto y no es descartable que un futuro cercano (si no lo es ya, mirad lo que quieren hacer con "La Divina Comedia") todo libro escrito sea reconvertido en lo que el Gran Necronomicón de lo políticamente correcto necesite para sus oscuros deseos. Tristes tiempos estos en los que hasta los muertos de antes de antes de ayer son juzgados como si vivieran hoy.
Otra de las cosas buenas del libro es la notación de las partidas, que es descriptiva. Para los neófitos: hay dos formas de hacerlo, ésa y la algebráica. Ésta es más cómoda, únicamente informa de la casilla de llegada y si se trata de una pieza basta con poner delante su inicial en mayúscula; a los pobres peones, "el alma del ajedrez" ni se les nombra, como si no existieran. Evidentemente ésta es la que hoy domina el lenguaje ajedrecístico. Sin embargo, en la notación descriptiva TODOS tienen su nombre, hasta los peones, y las piezas dobles incluso el apellido cuando resulta necesario. Claro es que resulta algo menos funcional pero incomparablemente más hermoso y justo, esto es, inútil en comparación con el otro, y en estos locos tiempos donde vivimos como el conejo de Alicia que siempre tenía prisa por llegar a ningún sitio, eso es algo que no se puede permitir, algo a desterrar, algo a olvidar.
En fin, que lo tengo de vuelta y ya para siempre, no pienso dejarlo más, irá conmigo hasta donde yo llegue.
Y cuando llegue que se lo lleve otro.
Como antes hice yo con él.
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Hola, kufisto:
ResponderEliminarTiempo sin verte ...
Svetozar era de los pocos que conseguía ganar en ocasiones a Fischer ... y encima con la Siciliana.
Un saludo
Entre los defectos que uno va a arrastrando por la vida, la ignorancia respecto al ajedrez es uno de los mismos. Nunca he tenido paciencia para jugar decentemente: se mover las piezas y poco más.. nunca tuve la disciplina para aprender de verdad.
ResponderEliminarNo es necesario estudiar para disfrutarlo, Ogro, tampoco conocemos las técnicas de un pintor o un músico y disfrutamos sus buenas obras; basta con tener la capacidad de ver las partidas de los maestros: si sabes leer una partida de ajedrez, puedes disfrutarla.
ResponderEliminarEl ajedrez es, ante todo, armonía.
Mira lo que escribió un gran campeón ruso sobre el juego:
"Si la Acústica es una ciencia que informa al mundo sobre los sonidos, la Música es un arte que revela la belleza de ese mundo; y si la Lógica es una ciencia que revela las leyes del pensamiento, entonces el ajedrez es un arte pone de manifiesto la belleza de la Lógica."
Te dejo el enlace a una hermosa partida, llena de lógica y por lo tanto bellísima, del que fue el más grande de todos los artistas que se hayan dedicado a tal empeño. No hace falta que la entiendas, solo que la mires, con eso será necesario. La Belleza no necesita entendimiento, amigo:
http://www.chessgames.com/perl/chessgame?gid=1008361
Lo veo y claro que es bonito, pero sin duda lo disfrutaría mucho más con una buena base ajedrecística, entendiendo el porque de cada jugada.
EliminarUn jugador decente ve x miradas hacia adelante. Eso, sin práctica, es complicado para un profano como yo.