martes, 24 de enero de 2023

EL CÍRCULO SE ACABA

 Le vi llegar con la moto. "¡Coño -pensé- otra vez martes!" Dejé de mirar por el ventanal, pasé a la barra y abrí un tercio. Yo tenía el mío en el rincón y me senté.

- Kufisto...
- Gregorio...

Martes otra vez. Día del pago semanal.

- Ahí tienes el tercio -le dije.
- ¡Ah! -dijo él- Creía que era de alguien que estaba en el servicio.
- No, te he visto llegar.
- ¿Qué tal?
- Psé
- Ya

Le pagué la prensa y empezamos a charlar.

Eran las tres y cuarto de la tarde de otro martes en el bar. Los adventistas dicen que el sábado es el día sagrado, los católicos el domingo y yo el lunes. Bueno, sagrado...descanso. El caso es descansar y ponerse a bien con Dios, o con el dios que todos llevamos dentro o, simplemente, hacer recados inaplazables, comer un glorioso cocido en casa de tu madre, hablar un rato con ella, volver a casa y echarse una pequeña siesta bajo el runrún de un audiolibro de Lovecraft.

Cuando uno, por circunstancias de la vida, tiene que hablar con alguien conocido corre el peligro de repetirse. Es cómico. Tú te das cuenta de que él vuelve a contarte algo ya contado y él lo mismo, o al menos lo supones porque en el mismo momento en que lo estás haciendo recuerdas que ya lo dijiste otra vez y quizá a modo de respuesta de lo mismo que has oído. Hay veces que me dan ganas de descojonarme vivo.

Gregorio se fue a seguir su ronda tras cuatro o cinco deja-vu y tres tercios de cerveza.

- ¿Sabes, Kufisto? -me dijo a modo de novedad y como despedida- Un día fui al médico y me preguntó si bebía y fumaba. Le dije que sí, aunque la mitad. "¡Pero eso es una barbaridad!" dijo él. En fin, aquí sigo. Adiós, Kufisto.

Me quedé solo. Abrí un tercio. Entraron los gitanitos.

- Buenas
- Buenas, ¿qué queréis?

Cafés bombón y a la tragaperras. Tres chicos todavía jóvenes pero ya gordos, tratantes de coches usados en el negocio de sus papas, de barbitas muy cuidadas para encubrir papadas y mirada floja, como de payos. 

"También estos -pensé- van de cabeza al hoyo"

- Buenas 

Es de otro pueblo. Está enfermo. Viene a revisiones con su amigo, o su hermano, o su novio o lo que sea. Los conozco desde hace años. 

- ¿Una copa?
- Sí.

Al rato entra el otro, un tío alto, del norte según me dijo el otro día, que también ha caído enfermo hace unos meses y está en las mismas. 

- ¡Qué frío! -dice
- ¿Café?
- Sí, por favor.

Él es café con dos azucarillos o cocacola. El otro, el bajito, es cerveza en la primera vuelta y copa en la segunda.

Los gitanillos se van sin despedirse y nos quedamos solos.

Hablamos poco. El alto mira el teléfono y el bajo su cubalibre. Abro un tercio, me siento y mirando hacia el ventanal veo llegar una furgoneta.

- Hola, Kufisto.
- Hola.
- ¿Me has echado de menos? Sí, no me digas nada. Me echabas de menos.

Y entonces recuerdo que el domingo, borracho, le mandé unos wasaps.


Pero el círculo se acaba. Aunque parezca matemáticamente imposible, el círculo se acaba.

Serán cincuenta años dentro de unos meses. Más que suficientes para jugármela. Y me lo han puesto en bandeja de plata.


Aquel chaval que jamás pensó vivir como ha vivido va a tener una oportunidad de cumplir su sueño.

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