miércoles, 13 de diciembre de 2017

EL CABRÓN DEL SUPERORDENADOR

"Vivimos dentro de un superordenador" fue lo último que leí anoche en el teléfono, ya con los ojos doloridos. Me quedé igual que antes de leerlo y por fin apagué la luz. Sentí a la gata haciendo el acostumbrado paseíllo hasta la almohada y le hice hueco bajo las mantas cuando tuve el ahora inquietante ronroneo muy cerca de mis ojos. Pasó para dentro, me arañó y mordió como quien reza antes de acostarse y arrullándose junto a mi pecho nos quedamos dormidos un rato más tarde del que hubiésemos querido.

Vicente llegó al bar a eso de las nueve, como de costumbre. Dejó el hato de vendedor de cupones sobre la barra y tras los respectivos saludos y una vez adaptada su escasa visión al cambio de luminosidad pidió el habitual café con leche desnatada que tampoco hoy tenía.

- Me vas a matar, Kufisto -dijo
- Ya estás muerto -dije de camino a la cafetera, que es hablando de espaldas cuando sabes que andas con un amigo- Me extraña que no tengas el SIDA, o el ébola, o las vacas locas, o alguna mierda de esas
- Serás cabrón...

Vicente, aparte de un humor como pocos haya conocido, tiene de todo, hasta una "hija especial" de veinte años que ama más que nada en esta vida, incluso más que a su mujer y a sus otros dos hijos. También tuvo un bar que hubo de dejar cuando empezó a perder la visión que al final lo llevó a la ONCE, aunque todavía conserva la suficiente como para hacer buenas fotos, una de sus pasiones y una de las cuales me hizo sin darme cuenta y que es la que ahora llevo en el wasap por ser la única en la que me reconozco. Será que sólo me veo cuando no estoy mirando a la cámara.

Pagó con un cupón, vendió algún otro y ya recogiendo su kiosko portátil para irse al fijo se acercó al otro extremo de la barra donde ya andaba yo dejándome la vista leyendo cosas que me dejan igual que antes de haberlas leído.

- Kufisto...
- Quéee...
- WEEHH, WEEHH, WEHHH...coño -dijo haciéndome sonreír
- Venga, qué
- Mira qué gorrilla -dijo quitándose la suya para ponérsela- Me viene grande con lo cabezón que soy. A ver, pruébatela
- Que no, que ya me lo dijiste el otro día
- ¡Pruébatela, joder! ¿o te da asco?

Pues no me dan gusto las cosas de los otros, la verdad.

- ¡Venga, trae!

Me la calcé y me venía al pelo para el que va quedando. Me miré en el espejo de enfrente y me vi. Es increíble lo que hace dejar de verte medio calvo. Es increíble que uno que apenas ve sea quien mejor te ve.

- Me la quedo, venga, sí
- ¡Claro, hombre...adiós, Kufisto!


- Buenas noches -dijo Paco desde la puerta
- Buenas noches -dije yo
- ¿Donde me pongo?
- Donde te salga de los huevos. Estamos solos

Pegó un par de bastonazos y se colocó en mitad de la barra.

- ¿Qué pasa, Kufisto?
- La tierra es plana, el hombre no ha llegado jamás a la luna y todo esto no es más que la simulación de un superordenador
- Jujuju...
- ¿Qué quieres, torpedo?
- Un café con hielo, pimpín

Se lo bebió en cero coma y salimos a fumar, yo con mi gorrilla.

- Ha quedao buena mañana, ¿eh?
- Pues sí
- Con el frío que hacía a las siete...Pero tú, claro, señorito, cacho cabrón jubilao sin derecho a la vida, hoy te ha dao por aparecer a las once y media...
- Jujuju...Que he tenido que estar cuidando a mi papi, Kufisto, que se ha ido la mami a comprar...
- ...mientras otros nos dejamos los cuernos, el alma y hasta el santo espíritu que alguna vez, tiempo ha, anidó en nuestros corazones...
- ¿Has bebío?
- Un vino almorzando
- Ya decía yo
- Mientras otros nos dejamos la vida para que los arcontes que nos controlan desde las esferas superiores...
- Anda ya
- ...controlen firmes nuestros tristes destinos sin conmiseración alguna por el sufrimiento que causa el desconocido sentido de la existencia...
- Anda con Dios...
- ...para todos aquellos que no somos ni animales de granja ni animales salvajes. ¿Tú sabes que en matemáticas el cero es igual a infinito?
- ¿Pero qué estás diciendo?
- Yo...yo...yo soy tu padre
- ¡Anda ya!
- Jajaja
- Vamos para dentro, anda...
- Jajaja

- ¿Nos hacemos una foto? -le dije aún con la gorrilla puesta
- Nooo
- ¿Y por qué nooo?
- Porque nooo
- Anda ya

Le cogí por el hombro y alargué el brazo derecho con el móvil en la mano.

- ¿Pero tienes un palo de esos? -dijo él
- ¿Qué palo? -dije yo?
- Pues ese palo que tienen para hacerse las fotos
- ¡Qué voy a tener! No te muevas
- Que no quiero fotos, que no me gustan, que no salgo bien...
- Espera

La primera no salió más que su cabezón, pero a la segunda salió el de los dos. Yo fatal mirando a la cámara, pero con mi gorrilla, y él como es mirando a la barra que no puede ver.


- ¿Cuantas motos tenías tú? ¿cinco, seis? -le decía el siempre interesado arquitecto al viejales desconocido, pero evidentemente forrado de billetes, a cuenta de una divertida anécdota que estaba contando acerca de un leve accidente que había sufrido hacía poco tiempo
- Pues no sé, la verdad...Siete u ocho, creo -respondió
- ¿Y todas clásicas?
- No, hombre, tengo de todo

Eran tres. Luego se les unió otro de su clase pero pronto se fue para irse con los dos que estaba esperando, todo ello en un ambiente muy en el tono, educado aún en los tacos que soltaban de vez en cuando. Yo les ponía vinos y tapas y ellos hablaban de sus viajes o estancias en el siempre dorado extranjero, de tal o cual restaurante multi-estrellado o de la mejor manera de hacer testamento antes de solicitar la necesaria eutanasia que inevitablemente habrá de llegar ante la barbarie que supone tener a un ser humano vivo cuando lo mejor es la muerte, tanto para él como para los suyos, claro, tal y como decía don Escuderías de su suegro y las circunstancias que rodearon su muerte, bastante lamentables y suficientes como para no ser repetidas incluso siendo él el interfecto. Y entonces me acordé de mi padre y de sus años dorados, que fueron poco más o menos cuando los míos, y de como le oía responder al anuncio de cualquier grave enfermedad que para estar así era mejor estar muerto; y como muchos años después, cuando supuestamente era yo quien debía estar viviendo su edad de oro, cayó gravemente enfermo, y como a pesar de todo, del tratamiento, de los dolores, de la extrema debilidad, de la inacción casi total, quiso seguir viviendo hasta el último día de su vida, hasta que ya, parche de morfina en sangre, lo dejaron drogado en su último mediodía para evitar los terribles dolores que estaba sufriendo.

- Qué planta tiene -fue lo último que me dijo después de darnos un beso, al fin mirándome, todavía medio drogado, mi madre y su hermana junto a él, al despedirnos aquella noche en el hospital.


A última hora de la tarde llegó otro señor, uno que tiene una gran casa cercana a la humilde de mis padres. Suele venir por aquí. Una de las veces, no recuerdo por qué aunque sí que no estaba con su habitual compañero de vinos, hablamos de algo. Él había vivido, o estudiado, o veraneado en Austria, Suiza o Alemania. Yo reconocí los lugares e incluso algunas cosas de ellos aprendidas en los libros. Se sorprendió, lo vi en su cara. Después de todo yo no soy más que un camarero. Tiró el anzuelo por la política y cogí la presa sin hacerme daño ni hacérselo a él. Pude ver la emoción en su cara por lo inesperado de la situación; tanto que hubo como un conato de amistad.

Pero hoy, mientras él estaba centrado en leer el periódico, quizá esperando no estarlo, salí a fumar el medio pitillo apagado que tenía sobre el frigorífico de la cocina. Cogí la chupa y la gorrilla, me miré otra vez en el espejo de enfrente y salí a la calle.

El sol ya hacía rato que se había ido a hacer unos de los ceros. Lo de Paco había sido bueno pero no tanto como para quedarse con nosotros; además que Paco nunca lo permitiría: ni el sol es más ordenado que un ciego. Y si lo es, es porque es ciego.

Y entonces pasó de paso uno con un camión de reparto que no le cuesta mucho hacerlo de pasada cuando no le interesa. Pero me vio con la gorrilla y pegó un bocinazo haciéndome el saludo militar.

Reí. Entré al bar. El señor se fue tras pagar un tanto impaciente por mi tardanza. Recogí las cosas del mediodía como antes lo había hecho con las de la mañana. Poner y quitar. Poner y quitar.


Lo malo es cuando lo que quieres quitar está vivo, tiene frío y como se te ocurra dejarlo fuera no te deja dormir con sus gritos.

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