- Buenos días -dijo
- Buenos días -dije
- Una copa de anís con hielo; Castellana, por favor
No he conocido ni un sólo bebedor de anís que no sea un borracho o peor. Cogí un vaso de tubo.
- En copa si no te importa, gracias.
Miré por donde los vasos de las cañas y encontré la única copa que guardamos para tales menesteres: el anís y su primo hermano el coñac ("la coñac") dejaron de ser por aquí los amos del cotarro cuando ya en tiempos de mi padre empezaron a entrar el ponche y el pacharán. Y ni os cuento con la llegada de los licores de hierbas y cremas de orujo: cero. O casi cero. Pero la pequeña coma está reservada para los más perdíos de la vida.
Cogí la botella de Castellana y le eché una copa.
- ¿Seguro que es Castellana?
Esta es otra. No es sólo que sean los más borrachos, sino que no sé qué les pasa que no pueden con otro anís que no sea el suyo: o el que beben, o nada.
- Sí, es Castellana -le dije enseñándosela. La Asturiana es muy parecida, de ahí sus reticencias.
- Ah, vale, vale...perfecto.
Le miré. Parecía aún más jodido para la edad que parecía tener. De seguro era un enfermo de hospital o algo semejante.
Y efectivamente lo era, pero no él sino su madre.
- Estoy en el hospital con mi madre -dijo ya en la distancia que hay entre el grifo de cerveza y el ordenador
- ¿Ah, sí?
- Sí. Un linfoma.
- Vaya, lo siento.
- Sí...oye, ¿sabes donde hay por aquí un sitio para comprar periódicos o revistas?
Se lo indiqué mientras de reojo miraba lo que había dejado encima de mi barra: un número de Año Cero y un libraco sobre no sé qué de los Espíritus.
- Muchas gracias, Maestro -dijo
"¿Maestro?" ¿yo? ¿Maestro? Cuando alguien que te ve por primera vez te dice maestro, o es gitano o está loco. Y este no tenía pinta de gitano.
Insistió en hablar. Tenía muchas ganas. Yo había acabado de dar los desayunos y estaba en el impass hacia las cañas. Él no paraba de llamarme Maestro y yo de asentir. Me fijé en una oscura mancha bajo su pómulo derecho, en su extrema delgadez, y pensé que ese tío no podía estar bueno ni aunque yo fuera sordo. Finalmente tuvo que irse a cuidar de su madre.
- ¿Das de comer, Maestro?
- Bueno...algo parecido
- Pues ya está, luego vengo
- Vale
- Adiós, Maestro
- Adiós, adiós
Llegó mi hermano de sus vacaciones. Nos besamos y me dijo que vendría un poco antes de mi habitual salida, cosa que interiormente celebré. Todavía tenía tiempo para medio currarme mi comida y eso hice. Cuando la gente llegó por sus cañas y vinos yo ya tenía mi posterior papeo listo para echarle un poco de pimentón picante y estrellarle un par de huevos.
También se dieron bien las cañas, cosa rara, que en la siempre incómoda silla de los bares cuando no te falla una pata te falla otra y cuando no, las cuatro.
Estaba recogiendo. Llegó un amigo, un guardia civil. Le puse una caña y me dio un melón que le sobraba. Hablamos algo del tema catalán. Me eché la primera cerveza. Se fue a recoger a sus hijos y justo estaba por hacer lo mismo con mi bar cuando volvió a venir Jesús.
- Aquí estoy, como te dije
- ¡Hombre! -dije yo poco menos que viendo "Apocalypse Now" en Telecinco-...¿qué tal tu señora madre?
- Pues mal, mal...Dame un vino y un bocadillo de tortilla
- Venga, vamos
También me jodió con el vino. Quería un Rioja y esto es La Mancha, LA-MAN-CHA.
- Rioja, 0- Lamancha, 3
- ¿Qué?
- Que no tengo Riojas
- ¡Bueno, pues ponme uno bueno, Maestro!
Le puse uno y un buen bocadillo de tortilla. La venida de mi hermano me había alegrado el día y en fin, las cuatro de la tarde no son las seis cuando has abierto a las siete y media, ni mucho menos. Me eché otra cerveza y me olvidé de comer más o menos como Julio Iglesias se olvidó de vivir.
- ¿Maestro?
- Qué
- ¿Quien ha hecho esta tortilla?
- Mi hermano pequeño
- Pues luego le dices que esta buenísima
- Vale
Terminé de recoger hasta los toldos. No le perdí de vista mientras lo hacía. Recoloqué la terraza y pasé para adentro.
- Maestro
- Qué
- Que puta es la vida
Y empezó a contarme la suya.
- ¿Como te llamas? -dijo
- Kufisto
- Yo me llamo Jesús
- Estupendo
- Tengo el VIH. Una amiga me lo pegó hace casi veinte años. Una amiga de la infancia, no creas...Me lo dijo algún tiempo después, cuando se lo detectaron a ella, o eso me contó...El caso es que me hice las pruebas y di positivo...Nos fuimos de acampada y tal...en fin. Yo creo que no lo sabía, que me dijo la verdad
- Claro
- Sí...Mira, estas son mis medicinas -dijo sacando un paquete de su bolsa. Las miré. Eran pastillas- Setecientos pavos
- ¿Setecientos pavos te cuesta esto?
- No, Maestro, esto lo paga la Seguridad Social
Me eché otra cerveza. Pasé de lavarme ya ná.
Sus hermanos, tres, querían echarle de su casa, de la de sus padres, una a la que fueron cuando se largaron de Entrevías para irse a un pequeño pueblo de La Mancha.
Y ya, el medio comido y yo sin comer más que cerveza en vistas de mi próxima liberación, empezamos a hablar.
Sus hermanos eran unos hijos de puta, de entrada: querían vender la casa y dejarlo en la calle cuando muriera su madre.
- Joder, ya les vale -dije yo
- Pues sí, así es, Maestro
- Kufisto
- Ku qué
- Que me llamó Kufisto, ya te lo he dicho antes -dije
- Ah, perdona...No me acuerdo bien de las cosas
- Ya
- Pues eso, Maestro, que cuando mi madre murió hace tres años...
- Espera, espera, espera, espera...-dije yo ya en modo qué me estas contando- ¿pero no estás diciendo que tienes a tu madre ahí, en el hospital, medio muerta con un linfoma...qué cojones me estás contando?
- No, no, nonono, no es mi madre...Es una puta
- ¿Una puta?
- Una puta
- La madre que me parió...Voy a echarme otra cerveza
- Te invito yo a esta, Maestro
- ¡Pero qué coño me vas a invitar llamando madre a una puta, Jesús!
- Que no, que no, que ha sido un error, Maestro...
- Me llamo Kufisto, joder, que ya te lo he dicho cuarenta veces.
- No...mi madre murió hace tres años, sí, pero esta mujer me salvó la vida cuando estaba allí, en Entrevías...
- Vale, vale...
Lo había desvirgado. Luego él se quedo tirado, ella lo recogió, sin su ayuda seguro que estaría muerto...y ahora era él quien estaba cuidándola. Todo muy dostoyevskiano. Pensé en pasarme al whisky pero me eché otra cerveza. La cosa se calmó un poco.
- ¿Crees en los extraterrestres, Maestro? -dijo
Lo miré. Evidentemente estaba jodío, tenía el SIDA y cuidaba de una puta moribunda de 57 años.
- Eso es muy relativo -dije
- ¿De qué?
- De que si te crees que el Universo es infinito como dicen, pues sí. Pero sino, no
- No te entiendo
- Ni yo me entiendo.
- ¿Sabes, Maestro? Yo tengo varios libros editados
- ¿Qué?
- Sí, libros, libros que dicen la verdad; qué es lo que va a pasar y todo eso...Me pagan por ello
- ¿Que te pagan?
- Sí, sí me pagan...
- Pues yo también escribo y nadie me ha pagado nada nunca.
- ¿Y qué escribes?
- Mi puta vida
- Maestro
- Qué, joder. Y me llamo Kufisto
- ¿Juegas al ajedrez?
- Pues claro
- Tengo un amigo...Apostamos pasta y le gano. ¿Tienes un tablero?
- Lo tengo, pero no voy a jugar contigo. Mi hermano está a punto de llegar y voy a irme a mi puta casa.
- Qué lástima -y empezó a contarme el mierda mate que hace un par de meses le había dado al del bar de abajo.
"Dios, te follo vivo" pensé
- ¿Cual es tu ajedrecista favorito? - le dije
- Bobby Fischer -dijo
Y entonces llegó mi hermano y le di gracias a Dios por adelantado.
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