jueves, 17 de noviembre de 2016

LOS ÚLTIMOS ESTERTORES DE UN VIEJO AMIGO

Tendrá cuatro o cinco años, puede que seis, ya no me acuerdo y creo que él tampoco. Hace casi dos que lo cambié por otro, uno que me dieron previo contrato más una módica cantidad mensual. No llegó a los tres meses cuando una mañana al despertarme se cayó al water mientras meaba. Tardé poco en rescatarlo pero le quedaron secuelas. Miré en Internet y lo metí en un vaso grande lleno de arroz durante una semana. Al octavo día lo encendí y pareció como si despertara de una mala resaca. Y así se quedó. A veces pasa.

Tras muchas e insistentes mentiras me dieron otro parecido, aunque ya no estaba sin estrenar. Le metí mi memoria y no la reconoció al completo; no sé porqué, aunque lo imagino. No insistí y lo dejé estar. También puedo vivir sin parte de ella.

Una noche que estaba borracho herí su entrada de energía. Miré en Internet por como dársela en esas circunstancias y no vi más que tonterías. Probé con un par de ellas y no dieron resultado ante mi acojonante incredulidad por lo que estaba haciendo a mis 43 años. Finalmente lo dejé a un lado de la mesa, entre el resto de cosas que ahí van quedando. Entonces recordé que en algún lado tenía que haber uno de los viejos. Busqué en una de las bonita cajas que mi madre comprara para ordenar mis trastos una de las veces que vio como tenía el piso y allí estaban. Uno ya no podía con sus microcircuitos, pero el otro sí. Y me alegré al comprobar que cuando lo desperté todavía recordara a mi inolvidable Rachel.

Enseguida me reconoció. Toda mi música, todas aquellas canciones que tantas noches andamos, volvían a estar disponibles. Las fotos, los tontos vídeos del muertísimo Whassap y el resto de ridículos archivos que sólo los lunáticos se descargan también estaban ahí. La conexión a Internet iba como siempre había ido, lenta. Pero ir lento es mejor que ir parado. Puede que ya incluso mejor que rápido. Pero no tanto.

Durante todos estos meses ha habido momentos que ganas me han dado de estrellarlo contra la pared cuando estábamos en la cama viendo cosas de Internet. Era como la no actriz del "Royal Posture" que anuncian por la mañana temprano en la tele del bar, que ya no sabía qué hacer con los dolores de espalda hasta que el comprensivo Roberto Cuadrado le había regalado una faja de esas. Un teléfono de sustitución vale, dos es imposible. Hay que esperar hasta abril para mandarlos a la mierda sin penalización. Las penalizaciones han amariconado el mundo. Y el mundo está amariconando a todo lo que lleva a cuestas.

Lleva un tiempo que de vez en cuando, sin siquiera tocarle, exhuda fatigosamente una luz azul interminente, como si fuera una especie de SOS más pasado que el de un viogenizado, tan profundamente azul que hasta el mismísimo Kasparov sentiría cierta conmiseración. A veces la muerte es más hermosa que la vida.

Esta tarde, hace un rato, mientas estaba echando una atolondrada cagada en el water de zorras del bar, he visto salir su hermosa luz a la altura de mis tobillos. Ha sido tan triste que me he acordado de aquellas frías noches en las que paseábamos las calles escuchando "Sister Morphine" en modo sinfín.


Cuanto menos cagas más sucio tienes el culo.

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