jueves, 4 de octubre de 2012
SUPERGARCÍA TENÍA RAZÓN
Era uno de esos tipos que ves por la calle y sientes ganas de pegarle una hostia, aunque sea la primera vez que lo veas.
Todavía más cuando tenías que fumártelo a diario, que no hace falta tener a alguien bajo el sobaco para entender aquello del espacio vital, simplemente con verlo es suficiente para hacerte mala sangre, "es una tontería...seguro que él pasa de nosotros...y es subnormal...pasa...pasa...no seas más tonto que él..." Pero no podías, sin querer lo veías, ahí, en la cresta de la ola, un capullo de ese calibre y la vida le sonreía, todo parecía irle bien...al contrario que a mi viejo, un hombre mil veces mejor y que tenía que sudar sangre y tragar sapos, culebras y tontos de los güevos para que a los suyos no les faltara de nada sin tener que ponerse rodilleras. Y jamás les faltó.
Nunca le oí decir una mala palabra de ese cáncer con jersey a la espalda, mi padre nunca fue de esos que purgan su mala sangre sobre las cabezas de los otros, más aún cuando había críos delante, los suyos, pero a veces yo lo veía mirando por la ventana, las manos sobre la cámara frigorífica, en silencio, aquellas tardes en las que éramos como aquellos nobles romanos muy venidos a menos ante las artimañas de los bárbaros, esos para quienes cualquier cosa es buena si lo es para ellos, y más aún si significa el mal del otro, sobretodo esto, que muchos son más felices no tanto por lo que tienen si no por lo que dejan de tener lo demás...y a mi me hervía la sangre.
No es que fuera el dueño de una de nuestras competencias, si así se le puede llamar a quien nada el mar con el Príncipe de Asturias como apoyo mientras tú tienes que apechugar con una patera, pero sí el factotum, el conseguidor, el que solo tenía una cosa clara: que te irá mejor chupándosela a quien tienes que chupársela cuando hay que chupársela.
Pasó el tiempo, también el espacio, y así dejamos de vernos: Polonia está a la vuelta de cuatro esquinas.
Una noche de sábado vino con su puta, acababa de separarse del malaje de su mujer, tal para cual, y tan educadamente como puede hacerlo el mismo que desearía verte debajo de un puente con aroma a perro muerto me pidió que le preparara unos cocktails, a lo que muy educadamente respondí que no, que yo no hacía eso, aunque me corté en decirle que todavía menos a un trasnochado cocainómano como él y a la zorra descompuesta que llevaba al lado, se quedó un tanto parado, si llega a preguntarme por mi padre lo hubiera estampado contra el grifo de la Mahou...se fueron después de pensarlo un momento, sin despedirse. Tampoco yo.
Y ahora me entero que su hijo mayor está caminito de Jerez, quisir...al hotel. A la trena.
Recuerdo que mi padre solía contar una anécdota:
Había un viejo en el bar que era como Tutankhamón a la Pirámide, ya os hablé de él hace algún tiempo, Victoriano...y cuando notaba mustio al mío le preguntaba el porqué, pues no era normal ver así a un hombre tan vital, y como había el suficiente respeto y confianza se lo contaba: que si esto, que si lo otro...y entonces Victoriano le decía "pero vamos a ver...¿cuantos hijos tienes?", "cinco", "¿y te ha salido alguno tonto?", "no", "¡PUES ENTONCES QUÉ COJONES ESTÁS DICIENDO!"
Sí, ninguno somos unas lumbreras, tampoco del Opus, pero como éramos tantos siempre había alguno para dar una o diez hostiejas al que estuviera saliéndose de madre y de padre, que bastante los jodíamos como para también delegar eso en ellos, y bien que mal ahí seguimos, cada uno a nuestra marcha, con nuestras cosas, con nuestras historias...
Pero ninguno hemos salido tan gilipollas como para acabar hecho un mierda de la vida teniéndolo todo en la mano de papi, ese que cuando se separó de mami compraba tu cariño con el dinero que tú te gastabas en drogas con los perroflautas de tus amiguitos, claro que tú solo tenías un hermanito demasiado pequeño como para cogerte por banda, darte dos buenas hostias y decirte qué cojones estás haciendo...
¿El dinero?
Para quien le haga falta.
Algunos solo necesitamos un par de buenas hostias.
De los buenos.
Y es que el tiempo y la caída de dientes (¡tan importantes para una buena mamada!) pone a cada uno en su sitio.
En su espacio vital
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Yo conozco a uno que no se si le daria de hostias, pero que me da asco tratar con el. Es mi jefe... que cosa de tio. Mentiroso, trata de engañarte, experto en tirar la pelota hacia adelante que mañana es otro dia, desvia el tema en cuestion con chorradas, borde, idiota mental... bueno si, es para darle. Nunca he tenido un jefe igual.
ResponderEliminarAcabo de leer "corrupcion en la universidad", que el fondo trata de la corrupción en el sistema educativo y por tanto en el sistema que ahora disfrutamos.
ResponderEliminarY es que si la gente pudiera dar las hostias atrasadas, creo oiriamos bofetadas sin cesar durante 50 días seguidos con sus noches.