lunes, 4 de abril de 2011

UNAS CONVERSE DE VEINTE TALEGOS





Hijo único de familia "bien", Adolfo era un chaval rubio, atlético, fuerte, egoísta, mimado, guapo y cruel.

Su madre era abogada y su padre trabajaba en no sé qué; ellos pasaban de ellos y compraban al niño con cosas. Adolfo siempre fue el que más cosas tuvo, siempre estrenaba las zapatillas "último modelo", las Converse en aquellos años, "cuestan 20 talegos", entonces algún gilipollas se las "estrenaba", gran error, porque poco después las Converse estaban pateándole las tripas, también practicaba kárate y eso, lo que fuera menos estudiar.

Era un prodigio físico. En condiciones normales un niñato como él hubiera sido el blanco de todos, pero como era tan fuerte, tan ágil y estaba tan pirao, nadie se atrevía a hacerle frente, sólo aquellos que no le conocían peleaban con él. Y siempre perdían; para Adolfo no había reglas, era simple: "o tú, o yo".

Le ví hacer muchas barbaridades, cosas que ahora me avergüenzan pero entonces me hacían reír, siempre quería destacar, siempre tenía que ser el primero en hacer cualquier mala acción, el más osado, el más gamberro, el más cabrón... si con catorce años quieres recibir respeto tienes que dar miedo. Y él lo daba. A espuertas.

Y a las chicas le gustaba.

Mientras que nosotros nos considerábamos Capitanes Generales si lográbamos morrear y tocarle las tetas a alguna, él ya se estaba tirando a una piva de veinte años; dejó de estudiar y se fue a vivir con ella, descubrió el sexo y las drogas duras, se rumoreaba que era camello y era cierto, una vez le ví pasar un trozo de yeso mezclado con una aspirina mía como si fuera cocaína, "esos son gilipollas", tuvimos que salir por patas, ya andaba bastante enganchado, tendríamos unos veinte años...su vida eran las drogas y las mujeres. Por ese orden.

Le perdí la pista. Años después supe que se había metido a bombero. Una tarde vino a mi bar, estaba de baja, ya tenía la mirada...

Me contó que había estado a punto de diñarla, el corazón le pegó un acelerón, "creía que me moría, Kufis", visitaba a una psicóloga, se la estaba tirando, iban a vivir juntos, ya no tomaba nada...pero esa mirada ya había visto a los demonios. Y una cosa es sentirlos y otra verlos.

La mente, la cabeza, se ve en los ojos de las personas, más concretamente en su mirada, y cuando hablas con una persona que lo ha pasado verdaderamente mal, que ha estado al borde del precipicio, ves que sus ojos no ven lo mismo que los tuyos, que ven algo más, algo que tú no ves pero lo sientes; es incómodo y triste porque ves a otra persona en esos ojos, no es la misma, es diferente, extraña, molesta, te miran como si vieran tu demonio, nerviosos, tensos, a la defensiva...sólo quieres largarte. Es muy triste.


Ha vuelto a la ciudad, hace unos días lo ví paseando al perro, junto a una chavala alta, delgada, guapa, bien cuidada...los evité.


Esta tarde nos hemos encontrado por el campo, yo subía y él bajaba con su perro, no he podido evitarlo, sin dejar de andar le he saludado:

- "Adolfo"
- "Kufisto"
- "Vaya lobo que llevas"
- "Sí...me lo he traído por aquí...antes lo he soltado por la calle y no veas...se ha puesto nervioso...con la gente...los coches..."

Ha hecho el amago de parar para charlar. Yo no.

- "Ten cuidado, tronko...adiós Adolfo"
- "Adiós Kufisto"


He vuelto a sentir sus demonios. Y él ha vuelto a ver los míos. Quizás sólo quería hablar con un antiguo amigo, dejar de oír a quien sólo él ve, recordar viejas historias, cuando aún nos acompañaban los ángeles, o al menos no habían perdido la batalla...pero no he podido.


Es más facil aceptar un cambio físico que de mirada.


No puedo ver esos ojos.

7 comentarios:

  1. Es lo que tiene el consumo de drogas.
    Cuídate y sigue escribiendo.

    Y reza.

    ResponderEliminar
  2. Todos hemos conocido a alguien con ese perfil cuando éramos adolescentes. Para mi eran gentes despreciables, que hacían daño de forma gratuita, sólo porque podían, hijos de la gran puta.

    Hoy ya no veo a uno sólo de ellos en mi ciudad. No se si se largaron, si simplemente no les veo o si la naturaleza, sabia solo en alguna que otra ocasión, se los ha llevado. La verdad, me la suda.

    Putas drogas...cuanto mal hacen, y sin embargo seguimos creyendo que de alguna forma nos "liberan". Quitando el alcohol (droga bastante peligrosa), no he tomado nada más, pero también he visto a gentes con esa mirada.

    Y nunca dejan de haber imbéciles que te dicen que "no pasa nada, lo tengo controlado". Puta droga.

    ResponderEliminar
  3. - Gracias Anónimo.

    - Hola Ogro. Yo tuve varios amigos que se "quedaron" como éste; quien jugó fuerte con ellas quedó tocado para siempre. Yo no, les tenía bastante respeto y miedo, aunque prácticamente probé de todo, de lo único que fuí consumidor habitual (y hace ya un siglo) fue hachís, si no contamos alcohol y tabaco como drogas, claro...

    Es bastante penoso ver a chicos tan jóvenes caer en ese pozo, del que jamás se sale como se entró. Jamás. La mirada de la locura irá con ellos para siempre. Es el precio a pagar por el juego.

    Lo que tú dices: puta droga.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  4. Buena crónica. Pero corrige el segundo párrafo que está muy descuidado, mal redactado. Lo demás es bueno.

    ResponderEliminar
  5. Gracias Pedro, pero lo voy a dejar así, no me gusta retocar. Es la foto de un momento y no hay que hacerse trampas (excepto si hay una falta ortográfica)

    Saludos

    ResponderEliminar
  6. Si uno consigue ir, aunque solo sea una sola vez en la vida, con una chavala alta, delgada, guapa, bien cuidada... ¿de que se queja? ¿donde coño estan los demonios?

    ResponderEliminar
  7. Los demonios están dentro. Por fuera sigue igual que siempre, parece como si no se hubiera metido nunca nada, como si hubiera hecho un pacto con el diablo.

    Las mujeres son extrañas y, cuando son jóvenes, les gustan los tíos raros que están buenos.

    Saludos.

    ResponderEliminar