jueves, 25 de septiembre de 2014

EL MUNDO COMO MI REPRESENTACIÓN




"Citando a Schopenhauer en su libro El mundo como representación..."

Le di al botón y saltó el Hot Rats de Frank Zappa; creo que el quinto corte, ya no me acuerdo...Reconozco al primero, ese que parece la banda sonora de una porno-yanki de los ochenta; todos los demás me suenan a Radio Clásica cuando no está Mozart: no molestan. Arranqué el coche y puse rumbo a casa.

- Ya vasss - le había dicho a una cuarentona disfrazada de deportista que lleva seis meses sin fumar.
- Jajaja...No, vengo de hacer pilates
- ¿Y ahora vas para el gimnasio?
- Nooo, jajaja...Los lunes y los miércoles al gimnasio, y los martes y los jueves...
- Ahhh...a lo de Madel, ¿no?
- Sí, hay que quitar esto, jajaja -y se ha cogido con la mano libre las mollejas de su incipiente panza seca por los siglos de los siglos-
- Jajaja...Bueno...adiós
- Adiós, jajaja...

"Todavía tiene un polvo" pensé al oír el nombre de Schopenhauer, "pero si esta, que prácticamente era anoréxica, ha engordado al dejarlo...yo me pondría como una ballena azul varada"

Hice el segundo stop y pensé en lo que había hablado con Pepe, ese hombre que no sabe vivir sin una mujer a su lado.

- Yo es que no puedo vivir sin una mujer, Kufisto -me dijo una tarde, años ha, en la que extrañamente se le soltó la lengua, pues es lo más cerca que he estado de conocer a un enfermo de Asperger.

Diez años mayor que yo, igual de atractivo que una acelga revuelta en coliflor, se casó por segunda vez con una mujer de metro cincuenta, cien kilos de peso, mala salud y hermana de ex-presidiario.

- Ya, Pepe...
- No puedo vivir sin una mujer, Kufisto...
- Ya...

Fueron al bar después del casamiento civil, antes de la celebración...Ella se había vestido de blanco; era su primera vez y tenía quince años menos que él:

- ¡Qué guapa estás! -le dije besándola
- Jijiji...gracias, Kufisto

Hubiera tenido tiempo de meterme en la circulación de haber visto bien el intermitente de quien venía, pero estaba recordando los viejos tiempos acabados de rememorar con Pepe mientras bebíamos nuestras copas. Otras marcas de bebida, otra clase de garitos, otra clase de gente.

- Yo empecé a trabajar -me ha dicho- cuando abrieron el A..., en el 82, con 14 años. Entonces era lo mejor de la comarca.
- Sí...me acuerdo de después, de cuando yo empecé a salir...Aquello era lo mejor.
- Entonces se pagaba por entrar, sin consumición; las tías también.
- ¿Sí?
- Sí...pagaban menos, pero pagaban.

Hemos hablado de aquellos garitos, de aquellas bebidas, de aquellos licores, de aquellas combinaciones más muertas que el legado de Siegbert Tarrasch...

Un buen rato. Nadie nos ha escuchado.

Finalmente entré mi coche a derechas y enseguida me metí a izquierdas. Todo a izquierdas. Hasta mi cochera, que es a derechas.

Estaba abierta y recordé al guardia civil del café de la tarde, un tipo que ya sólo vive para su único hijo, a cero coma de entrar en la adolescencia:

- Este hijoputa -dijo refiriéndose al hijoputa que drogaba a las criaturas para abusar de ellas- este cabrón, este mierda...
- Ya...
- Esto es pá matarlo, de verdad, Kufisto...
- Sí

Luego me ha comentado que una niña de catorce años se había tirado por un acantilado al no poder soportar las putadas de sus compañeras de clase.

- No jodas

Le he cogido el periódico y he leído la noticia.

La cosa había pasado el año pasado, sólo que ahora salía la madre denunciando todo eso.

- Oh, Dios -he dicho de verdad

No puedo con eso. No puedo con quien se quita toda la vida; aunque aguanto a quien se quita la poca muerte.

- Oh, Dios, joder...catorce años...
- Las niñas son peores que los niños, Kufisto...Los chicos se enfadan y se pegan y al rato se ha olvidado, o casi; pero las niñas, estas niñas...
- Ya
- Mi hijo...
- Sí

Bajé la rampa de la cochera y vi que no podía entrar a ella: otro coche estaba interrumpiendo mi paso. Enseguida llegó su amo para quitarlo; un vecino tartaja que se machaca con la bici ahora que no tiene nada que hacer más que alimentar a una mujer y a un par de criaturas.

- Perdón, Kufisto, per-perdón...
- Nada, coño, nada...

Tuve que ir hasta el final y rodeé sus columnas a buena marcha, con seguridad, como me gusta hacerlo aunque falle a veces. Regresé y aparqué como quien ve una partida de Leko.

- ¿Como va eso? -le dije al bajarme del coche-
- Bien, Ku-Kufisto, bien...
- Venga, hasta mañana
- Hasta ma-ma-ñana, Kufis


Llamé al ascensor.


E intenté no olvidar la obra de Schopenhauer.


domingo, 10 de agosto de 2014

SICILIANA. CERRADA




Hay pocas cosas mejores que borrar en al amanecer dominical las huellas de una larga y productiva noche saturnina.

Llegas al bar después de comprar los periódicos en el kiosko de esa mujer agotada, aparcas en la sombra que alcanzará el mediodía y ves los restos de la fiesta en forma de colillas a medio aplastar, pajas multicoloreadas y algún que otro vaso de cristal escondido tras las plantas de los maceteros, los últimos superviviente de la recogevasos. O penúltimos, que siempre encuentro alguno cuando doblo la esquina para sacar la basura del final de la madrugada.

Abro la puerta, recojo el periódico local y obligatorio a mis pies, miro el piso y según la mierda que vea en él sé si la cosa ha ido de puta madre o bien; aunque ahora, en verano, no es tan determinante: el rastro está afuera. Y la acera de hoy tenía la mierda suficiente como para vislumbrar el oro de los manchegos, esos tipos que tienen que meterse bajo tierra para ver el agua: de ahí que nos inventemos a nuestras ninfas, casi siempre aldonzas. Y no estoy hablando de la belleza que, haberla, hayla.

He leído tanto que ya no sé si escribo yo o combino las cosas de lo leído. Yo, si soy algo, soy un combinador, un ordenador de todo lo asimilado; mal o bien, pero mezclador. Un coctelero, vamos, a pesar de pasar de ellos: "Eso, cuando llegue mi hermano" Yo, no. Esto con esto y eso con eso, lo normal, lo de siempre, que para mezclar ya tengo mi pobre cabeza. Y mis años.

Digo esto porque hace no tanto vi otro estudio "científico" donde se decía que la música no es que ablande a las fieras, no, sino que ordena hasta el agua: tú le pones Rage Against the Machine a una gota de agua en el microscopio y parece un cuadro de un burro; le pones a Mozart y adivinas a las Meninas Acuáticas. Y yo, mozartiano siempre y hasta su lejana muerte, es lo que hago después de bajar los toldos: Spotify, The best of..., aleatorio. Siendo todo bueno, ¿para qué ponerlo en el orden de otro? Cuando yo, tiempo ha, grababa mis cintas preferidas metía los títulos de las canciones que me gustaban en un vaso; después los removía con los ojos muy cerrados y las iba sacando: "¿Esta? pues esta" Y en ese orden las grababa. Y así hasta que me cansaba de la selección y hacía otra.

Siempre he tenido más gusto por lo que imagino que por lo que veo. ¿Error? Bueno, ya se verá. Yo ya no puedo ser de otra manera. ¿Alguna vez ha habido alguien que haya dejado de ser lo que ha ido siendo? La vida es una partida de ajedrez. Y ya puedes haber hecho la apertura conforme al libro que en el medio juego no hay más teoría. Y el final ya se sabe...mate. La clave de la vida, de tu vida, está cuando empiezas a combinar por ti mismo; tal que un Tal de la vida: "esta jugada es mala contra este jugador, pero está apurado de tiempo y va a meter la pata seguro..." Y metía la pata y ganaba. "La combinación de Tal era errónea" decían las ratas del ajedrez tres meses después, demostrando la falsedad de la belleza que él había creado en dos horas...Y fue campeón del mundo durante un año y hoy todos los aficionados del mundo le recuerdan más que a Botvinnik, ese tío que llevó la corona durante quince años y educó a toda la escuela soviética de ajedrez, Karpov y Kasparov incluidos.

La Belleza efímera, inconcebible, rota, tramposa, como todas...¿pero quien puede vivir como un robot? ¿quien como Dios? ¿acaso Él es más interesante que uno de nuestros iguales, que una de sus criaturas? ¿puedo yo abrir las aguas de un riachuelo ridículo para no empaparme los sudados calcetines mientras pongo otro nuevo rumbo hacia la montaña más alta que ven mis ojos alumbrados por un sol estremecedor? ¿es educado pedirle lumbre a quien está quemado? ¿es justo? ¿es noble jugar así, a ciegas, como si todos los demás fueran subnormales? Ah...No hay mayor desprecio que no recibir el suficiente aprecio.

No hay juego cuando todo está marcado desde el principio.

Mozart, Mozart...el Tal de la música, el dios de los aficionados: "Bach es Dios y Beethoven su Hijo" dicen los que saben.

¡Oh, Cthulhu...! Yo sólo sé que me gusta y me hace sonreír. No tengo ni puta idea, pero sé que quiero morir escuchando su música.

No así al bar, que hace dos semanas desde que cambiamos el ordenador y todavía no sé como controlarlo.

- ¿Y esta puta mierda de los cojones? -llevo diciéndome los dos últimos domingos: no sé si está apagado, encendido o qué pollas le pasa. Y como voy tan justo de tiempo no me entretengo mucho más en mi intento de desinfectar las malas vibraciones acústicas de la noche anterior. No por nada; nuestro bar tampoco es Sábado Sensacional, no, nada de eso...Música moderna, de ahora, para que bailen las chicas y tal, pero así en plan moderno, también hay maricones por ahí, o gays, como haya que llamarlos. Yo, a esas febriles horas del sábado noche, procuro estar durmiendo; con el teléfono encendido, claro. El hermano mayor...Como Fredo con Moe Green.

Encendí la tele de la barra para que hiciera ruido y emergió el último superviviente, un tipo que se come hasta los ojos de una vaca muerta.

Barrí los pocos restos que no había barrido uno de mis hermanos pequeños, fregué el suelo y coloqué todo el material sobrante de la noche. Después trasvasé la mayor parte del mobiliario de un sitio a otro, la parte más difícil, pero es la que sobra si tienes la clientela suficiente como para convertirse en una molestia. Extendí la pequeña terraza, me puse al arroz y, entre tanto, preparé algunos aperitivos dela vieja escuela con un pequeño toquecito.

Todo estaba en su sitio y a su hora.

Cuando volví a mirar la tele vi a un par de gilipollas en Sri Lanka diciendo lo malo que es estar en Sri Lanka.

Puse Radio3 para dar ambiente y pareció como si emitieran desde Sri Lanka.

En la radio de Spotyfi, en los tres o cuatro canales que controlo cuando por fin se despierta, no sonaba nada más que mierda.


De tal manera que dieron las tres como si hubieran sido las doce y me decidí a poner lo mío.


Led Zeppelin, BBC Sessions.


A tomar por culo.


- ¿Qué tienes puesto, Kufisto? -me preguntó una carruselera divorciada con premio ya a ocho años de caducidad y a las puertas del tren de la bruja
- Led Zeppelin

Andaban en mitad del Dazed and Confused, cuando Jimmy saca el arco de violín.

- Joder
- Espera, coño, que ahora empieza la tralla
- Pon la tele o algo...

La gente viva se agobia enseguida. La gente viva no puede comprender lo muerto.


Se fueron a follar. Volvieron.


Y ya se habían ido por segunda vez cuando entró una madre con su hijita, una cosita que todavía no tiene dos años, pero tan hermosa e inocente como para hacer el anti-kufisto con toda tu alma.


Le puse los dibujos animados de Clan Televisión para que se comiera su potito de la media tarde; no sé por donde iba el BBC de los cojones.


Tuvo tiempo para cagarse encima antes de mi marcha.


No le importó tanto como a su madre, esa mujer fuerte, esa hembraza, ese dibujo de Crumb.


- Dime adiós, preciosa.
- Adós.


Y el círculo se ha cerrado.


Otra vez.


Un día más.


Suficiente.




viernes, 8 de agosto de 2014

MATE PASTOR




- Jajaja - me reí.

Un tipo acababa de contar en un foro que iba a empezar a hacer la dieta del nigga:

Blabla...comer pollo frito...blabla...fumar yerba...blabla...hip-hop...blabla...14 o 16 horas diarias durmiendo...

Jajaja...Quince horas diarias de buen dormir. Nadie duerme tanto si lo hace mal. Quince horas...Me acordé de aquel informe científico, otro, ese que dice que pones a un negro solo en una habitación sin estímulos y se duerme en cero coma dos.

Jajaja...

Coño.

Cuando desperté por segunda vez, la definitiva, el sueño de la primera todavía seguía allí: apenas había dormido cinco horas juntando los dos asaltos. Había sido tan fuerte que no pude olvidarlo ni volviéndome a dormir.

Y eso que fue un pimpán, despertarme y dormirme otra vez...pero se quedó conmigo. Aún dos horas después, ya con una de paseo muy matutino, no se me iba de la puta cabeza. Quité al mierda de Radio Clásica y su francofilia de hoy y puse el BBC de los Zeppelin a toda hostia. Inmigrant song, tan cruda como una naranja metálica, consiguió disipar la nube que, todavía, tiene poder para asfixiarme desde el reciente actimel hasta el viejo diente de ajo que, por cierto, hoy no me he comido.

Quince minutos después llegué a casa con Good times, bad times en modo aleatorio.

Siempre me gustó así: a lo que salga de lo que me guste.

Me cambié las ropas exteriores, me rocié con desodorante y, con todo el tiempo que me ha faltado desde marzo, más o menos, me fui al bar no sin antes parar en la frutería del moro.

- ¿Tienes los limones gordos?
- NO, AMIGO...¡NO HAY, NO HAY...!

Ya van dos semanas que me asegura tenerlos para el finde y no los tiene.

- MUUU CAROS, MUUU CAROS, AMIGO...
- Me da igual, traémelos. Una caja.

Y no la trae.

- ¡NO HAY, NO HAY!

Hijoputa.

Bah, que ten den por culo.

- Te dejo esto aquí mientras hago la compra -le dije una tarde de descanso.
- ¿Y esto? -me preguntó al ir a pagar las bolsas con sus tomates, sus manzanas, sus limones y sus naranjas sobre el cuchitril que tiene por mostrador.
- Miel. Miel de la buena.

No hacía ni quince minutos que la había comprado en la tienda pija, una que lleva una obesa que parece asustarse cada vez que entro, aunque ya menos. Cosas de comprar las cosas cuando vienes de andar las montañas del pueblo. Y ahora que lo pienso...ná, ni yendo de frac. En la mirada no llevo más que cinco horas de regular sueño. Y eso con suerte.

- Ahhh...-dijo el moro
- Es cara, pero es buena -dije yo
- ¿Cuanto?
- Doce euros. El kilo.
- ¿Donde la ha comprado? -preguntó admirando esa obra de arte que contenía a ese don de Dios.
- Allí, en una tienda al lao del Cristo de...
- Ahhh...En mi país, la miel, trenta euro kilo.
- ¿Quieres que te traiga uno la próxima vez?
- Sí. Por favor -y pensé que si la gorda me mira como a un salvaje a este lo miraría como a un moro. Acepté.

Y a la semana siguiente la tenía allí.

- Muuuchas gracias.
- De nada.
- ¿Cuanto?
- Doce euros

Le di el ticket.

Su hija pequeña, una niña muy blanquita de apenas ocho o nueve años, me miraba sonriendo sus grandes ojos negros. Le hice una carantoña y me fui para la cercana casa del sol poniente. La mía.

La tarde ha pasado como ese primer gin-tonic retardado, reposado por la obligación: no recuerdo haber echado un primer trago mejor. Qué rico.

Muy a gusto he estado con todos los pocos que luego han sido, hasta mezclando mis bebidas; ora gin, ora whisky y ora cerveza, ora que te ora, error de principiante, pero ya soy veterano y no hay más tiempo para cambiar lo de siempre.

- ¿Ajedrez? -me preguntó uno que ya iba un poco tostaete.
- Ajedrez -respondí desde el ordenador- Las Olimpiadas -no le dije de Tromso porque no le estallara el cabezón.
- Yo jugué en el equipo provincial, de chico...Jugamos por el título de Castilla la Mancha...No sabía hacer más que el mate pastor...¿se llama así, no?
- Sí (oh, Dios Santo...¿qué has hecho conmigo?)

Fui al water. Meé. Miré en el lavabo. Podría haberme hecho un chino con los restos de la antigua estrella del ajedrez manchego. Pasé.

Y viendo la partida entre Caruana y Carlsen leí un comentario en inglés sobre lo que acababa de hacer Grischuk, el segundo tablero ruso.

¡Qué partida!...qué partida...qué manera de jugar al ajedrez...

Al salir del bar vi a un escuchimizado cuarentón del terreno, andando, musitando al aire, sin auriculares, mientras acariciaba los setos de un jardín que no era suyo. Unos pasos por detrás, dos gitanas, madre e hija, enormes ambas dos, hablaban a gritos mientras la más gorda de ellas empujaba el carrito de la carne de su carne como si fuera otro melón.

Ya en el 24 horas me atendió la chica jovencita, la que sonríe como si todavía fuera demasiado joven como para parecer zombi. Pagué y no me sonrió como otras veces: la gobernanta estaba escondida al cargo de la registradora. Y me fui sin tontear demasiado.

Dos piernazas del este de Europa, dos columnas que no tenían veinte años, emergieron como la apertura Orangután a los ojos de Botvinnik.

- Oh, Dios Santo...

Reconocí al tipo que estaba sentado al volante del coche grande. Un niño pijo de cincuenta años, gordaco, bribón e hijo de puta, pero con dinero

- Oh, Dios Santo...


Oh, Señor...


Al menos nos dejas a Grischuk.


En verdad que tus caminos son más inexcrutables que la variante de los cuatro peones en la defensa de Alekhine.


Dormir...soñar...


Dame mi parte, padrecito.


Dame mi parte buena, coño.



miércoles, 30 de julio de 2014

MIRANDO Y VISTO




Hacía mucho tiempo desde la última vez que le viera y hoy ha sido por pura casualidad, por un cúmulo de circunstancias que han cubierto la última parte de mi despejado paseo de esta tarde, un poco más tardío de lo normal. Con todo, hacía demasiado calor como para pensar en algo más que llegar pronto a casa.

Es en esa intersección de esa ruta (una de las tres que tengo, la más corta) donde suelo mirar si está levantado el cierre de un bar: si no lo está, tuerzo hacia allá y si lo está, también; pero de otra manera. Y en los dos casos pasando como si estuviera bajado.

Allí, en la misma calle, diez pasos más allá de la esquina de ese bar, ha sido donde he visto a ese que no veía desde hacía mucho tiempo.

Una anciana, supongo que su madre, bajaba de espaldas y con mucha precaución los dos peldaños de la entrada a una casa. Un par de metros detrás de ella estaba él, tan alto como antes aunque también mucho más canoso. La madre me ha echado un descuidado vistazo mientras iba a por el último escalón que no habían terminado de alcanzar sus hinchadísimos tobillos cuando la he dejado atrás. El hijo me ha mirado tal que si me reconociera y ha hecho un movimiento con el brazo como invitándome a entrar en su puerta abierta, sonriéndome con esa extraña sonrisa que siempre lleva cuando le veo. Una rara mueca que intentaba ser sonrisa ha brotado de mis labios y he seguido hacia delante. Por un momento he pensado si no vendría tras de mi para cogerme del brazo y llevarme a su casa. Pero diez pasos después un culazo embutido en mallas negras se ha bajado de un coche rojo y ha hecho desaparecer de mi cabeza los claros, clarísimos, extraños ojos de ese completo desconocido, de ese hombre que mira con los ojos de un niño, de un niño demasiado pequeño, de un niño que todavía no sabe que está vivo.

La muy madura golfa rubia del culo negro se ha subido a mi acera y la he visto menearlo un rato antes de dejarla también atrás. De cerca no era como parecía de lejos. Hay pocas cosas que mejoren con la cercanía.

En la puerta de la iglesia dos pobres han recibido un ramo de flores de manos del encargado, no sé como les llaman, pero sí que su padre también hacía lo mismo y que el hijo es aún peor que lo fue él, que no fue poco. "¿Flores para los pobres?" La iglesia de Francisco es como el ciego del jovencito Frankenstein.

Una muchacha ha pasado de largo ante Dios y todos los que por ahí andábamos, quietos y parados, todos feos o, si se quiere, no guapos. Iba vestida con un ligero vestido claro que su larga melena ocultaba por detrás; las gafas negras y la piel levemente tostada, como miel derramada a fuego lento, como caramelo ya ligado; tobillos finos paseaban unas leves sandalias con los deditos pintados de rojo. Y una bonita cara que no miraba a nadie que la estuviera mirando. Doblé otra esquina y ella siguió bien recta por el otro lado de la calle.

En esta, a su mitad, oí una puerta que se abría para enseñarnos unas piernas que se bajaban de un coche blanco. Al ver lo que salía a continuación he pensado que la joven iba a tener una vida de película de sábado por la tarde en Antena 3: una bonita casa, un atractivo marido, una pareja de hijos preciosos e inteligentes y quizá algún lío con su arrebatador profesor de paddle. Me he girado para verla por última vez antes de perderla de vista. Caminaba como si mucha gente la estuviera esperando con una bonita sonrisa en sus bocas.

Así iba yo, viendo la vida que ella va a tener, cuando ya llegando a casa he visto como se acercaba un gran carrito con alguien demasiado grande dentro. Ya más cerca, sin nadie entre nosotros, ha emergido una muchachita de unos doce o trece años que iba contraída y con una espantosa mueca en su cara dentro del coche que empujaba su abuelo, un hombre grande y cabizbajo. Un par de pasos por detrás de la estrecha acera, caminaba la abuela.

Y al pasar junto a esta criatura sus ojos han buscado los míos que no querían verla.


Todavía estoy temblando.


martes, 22 de julio de 2014

AGUACATES SALVAJES




Las zapatillas parecían haber pasado la noche en Afganistán, en los pies de un afgano, de uno de los jodidos, de los del desierto, de esos que no sonríen a la cámara, de uno de esos que hablan a gritos, como si nadie les hubiera escuchado nunca, como si dieran por imposible hablar a los hombres igual que a las sombras, tan calladas que hasta les puedes susurrar tus verdaderos pensamientos sin temor a una respuesta equivocada, sin esperar que te tomen por un loco, por un salvaje o por un terrorista...¡Ah, los ojos que te miran! ¿por qué esperáis lo peor de quienes viven con las sombras de los desiertos?

Por alguna razón que desconozco decidí no perder ni el escaso minuto de rigor en limpiarles el polvo del peripatético y maratoniano paseo de ayer. Miré en la otra habitación y ante mi sorpresa di a la primera con un par de zapatos que yacían en una caja cerrada con aspecto de usados y ciertamente olvidados, pero limpios. Los calcé y fui al water para cagar antes de irme. Ahí, enfrente de mi, en el suelo, entre la taza y el bidé, estaban mis dos pares de zapatillas: las viejas llenas de mierda y las nuevas de bayetas húmedas para darles un poco de sí. "Voy a tener que tirar las dos" pensé mientras recordaba a la mala putilla que me miraba como a un programa de Balbín mientras me probaba las zapatillas borrachas. Me limpié el culo y tiré de la cadena. Quedaron restos sobre la loza y le pasé la escobilla. Esperé un minuto a que la cisterna se llenara de agua y volví a accionarla. Después me fui a trabajar pensando en lo ligero que iba de pies. Demasiado.

Y he acabado el turno con los pies destrozados: los zapatos limpios estaban aún peor que las zapatillas nuevas.

Sólo tendría que haberle pasado la bayeta húmeda a las viejas zapatillas para haber evitado todo esto.

Pero preferí gastar su minuto limpiando los restos de una puta mierda.


Hoy he cumplido 41 años.


Y hasta hace nada todavía no sabía limpiarme el culo con economía de medios.


Son las cosas del desierto.


Que quieres tan poco que lo derrochas para contentar a las sombras que te acompañan.


Son tan agradecidas...pero no es cuestión de ponerlas a prueba.



viernes, 4 de julio de 2014

EL SALÓN DE TÉ




La cosa llevaba algún tiempo sin estar bien; más o menos desde que ella había empezado a trabajar por primera vez en su vida después de habérsela pasado estudiando o algo parecido a estudiar. Fue entonces cuando tuvo que marcharse lo suficientemente lejos como para quedarse cinco días de la semana, lo que afectó a nuestra relación, que diría una periodista del ¡Hola!

Y no es que hubiésemos llegado hasta allí conviviendo, no, qué va...Era igual, sólo que todavía vivía su lúdico sueño estudiantil en la capital de este reino junto a otras cuatro parecidas a ella, muchachas amantes de la telebasura por encima de todas las cosas, algo que hacía de mis meteóricas visitas una verdadera huida hacia cualquier otra parte con tal de no pasar por ese suplicio que yendo sereno me provocaba deseos de abrirles la cabeza para ver qué escondían en su interior. Por la noche, y ya bien borracho, poco me importaba lo que vieran. Luego, el fin de semana, ella venía al pueblo y había noches que incluso las pasábamos juntos, igual que cuando la bruja de su madre se iba con el pobre marido a un viajecito de esos de "Visite las Rías Gallegas", "Conozca la Rioja Alavesa" o "Excursión al monasterio del Escorial y visita a La Granja" Todo por cuatro duros aún cuando tenían millones entre cuentas corrientes, locales realquilados, casas de tres plantas, pisos en las mejores zonas y apartamentos vacacionales en segunda línea de playa: claro que quizá por esa razón arrastraban todo eso. Pero vamos, que la mayor parte del tiempo prefería vivir solo a hacerlo con ella, pues apenas era nada lo que teníamos en común. Nada que no fuera querernos por alguna razón desconocida para mi. Era realmente guapa, sí...Fue la muchacha más hermosa e inocente que he tenido entre mis brazos.

Una tarde de mayo, tumbado en mi catre de la casa paterna, habiendo acabado la jornada laboral, mortalmente aburrido después de haber oído con toda la paciencia de la que era capaz otra de sus largas llamadas telefónicas, bastante más cerca de dormir que de seguir despierto, vislumbré el anuncio de una puta en un canal local, uno de esos que estaban subvencionados al ciento veinte por ciento para dar al mediodía el feliz parte del Ayuntamiento, chatear por la tarde mientras sonaban los últimos éxitos de la MTV y emitir porno de madrugada colgados al satélite del Platinum X con el correspondiente servicio de angustiados mensajes a euro y medio la tirada. Claro que la Bestia no sólo quiere tu alma, sino tu sangre, sudor y lágrimas. Y tu leche derramada también, qué cojones.

Me excité un tanto y llamé antes de que aquel número dejara su lugar a otros muchos, la inmensa mayoría de tíos buscando a alguna que lo hiciera por afición, como si fuera de Sevilla hubiera alguna tía del Betis.

Su mensaje escrito sonaba mejor que su voz, pero quedé con ella en la plaza de toros: era de fuera y no conocía el pueblo. Y no hay cosa más grande en un pueblo que una plaza de toros, no tiene pérdida. Bueno, sí, las iglesias de aquí son todavía más altas aunque hace tiempo que dejaron de ser el techo del pueblo...pero como que no.

Recordé la primera y única vez que fui a las putas; una noche que entramos en un puticlub de carretera al poco de sacarnos el carnet de conducir. Estábamos bebiendo y alguien dijo de ir. Se cogieron un par de coches y fuimos hasta allí haciendo el loco por la carretera. Desde luego, muchos no estamos muertos porque Dios no quiso.

Ya donde íbamos, se acabó el cachondeo: nadie tenía huevos a entrar.

- Me cago en Dios...-dije yo

Y pasé.

Estábamos todos bien apretados en la desierta barra, preguntándole al peludo macarronazo de la muñequera de cuero por el precio de los cubatas, "dame un tercio", "quinientas", cuando entre risas nerviosas se nos acercó la puta más vieja.

Llevaba un sujetador que habría aguantado el juicio de Nuremberg.

Palpé un tanto.

- EHHH...
- Vale, vale...

Y se encaró con Manolillo, el panadero:

- Qué guapo eres...
- Ssssíii...
- ¿Quieres algo?
- Bueno...Es que no sé si tengo...
- ¿Cuanto llevas?
- Quinientas pesetas
- Pues con eso te sales a la carretera y te haces una paja

Tuvimos que irnos del ataque de risa que nos dio.

Poco me costó encontrar el coche de la del chat cuando llegué con el mío a los aparcamientos de la plaza de toros; no había otro. Pensé en lo bien que me hubiera venido aquella cocacola que había estado a punto de comprar al pasar por aquella gasolinera.

Y bastó una señal suya para hacerme subir a su coche.

Estaba demasiado gorda. Mucho. Era muy seria. Mucho. Iba toda de negro. Demasiado.

- ¿Donde vamos? -dijo como quien no quisiera ir contigo a ningún lugar.
- Tira por ahí...

La conduje de palabra adonde las ovejas cagan sus primeras mierdecillas del día. Durante el trayecto me habló de su novio, de su "hombre", de su futuro marido con el que pronto se iba a casar y por quien estaba haciendo esto, es decir, ir de pueblo en pueblo chupando pollas para sacarse un extra con el que tener una buena boda y un buen viaje de novios. "Si supiera lo que hago me mataría" dijo orgullosa. El amor de las mujeres deja a Maquiavelo a la altura de Forrest Gump.

- En fin...qué quieres -no sonó como una pregunta

"Irme de aquí", pensé.

- Chúpamela
- Treinta euros
- Vale

Me bajé los pantalones y los calzoncillos y empezó a comérsela como aquel pajarito de madera que el obeso Homer dejó dando picotazos al ordenador que tenía atascado el canal del TAB.

Ahí andaba ella, trabajando sin mucho entusiasmo, cuando se oyó un teléfono que no reconocí. La vi mirar de reojo con mi polla en su boca y finalmente, al sexto o séptimo tono, se decidió a dejar de chupármela y de menearla para atender la llamada. "Hola, cariño" dijo secándose los labios. Era su hombre. Me miró y no hizo falta más. Intenté que no se me bajara del todo. La cosa era un tanto ridícula. Sentí una cierta vergüenza mezclada con incredulidad al cerciorarme de que me la estaba tocando en el coche de una desconocida que hablaba por teléfono con su amado novio.

- Adiós, cariño -colgó y se echó otra vez sobre mi entrepierna- Mi hombre tiene los huevos más gordos -aseveró desde abajo tras chuparlos un rato. "Oh, Dios mío...Bueno, después de todo es a mi a quien se la está chupando" pensé. Con el brazo izquierdo la rodeé como pude para echarle mano a una de sus tetazas, tan blanda como un esturión demasiado muerto. No pareció agradarle y derivé hacia la quietud después de encontrar parecida reacción al sumergirme a tientas en la rlyehiana búsqueda de su coño. Puede que no hubiera pagado para eso. Puede que no fuera momento para eso. Puede que ...Con un cierto cuidado volví a posar mi mano sobre su nuca, acariciándola...Dios nos perdonará a todos aunque Cthulhu nos vuelva locos.

Finalmente consiguió que eyaculara un buen rato después de haber dejado de mirarla.

Me dio unas toallitas húmedas, me limpié y nos fuimos de allí tan callados que llegué a pensar si no me había muerto.


Fui a aquella gasolinera a por algo de beber: la coca estaba aún mejor de lo que había imaginado.


Y al volver a casa estuve a punto de atropellar a un enorme gato negro.


Menos mal que nos vimos a tiempo.


¿Verdad?





sábado, 28 de junio de 2014

EL INFIERNO PUEDE ESPERAR




- No lloraré el día de mi muerte, no...-continué diciéndole a mi alucinado oidor, que con ojos de médico me miraba mientras trasegaba su Voll-Damm sin quitármelos de encima- Sí, es lo de siempre...Ahora estoy malo y dentro de unos días me recuperaré y otra vez todo estará bien, y mis cabras volverán a saltar felices, y le meteré mano a Petra y mi abuelo me llamará para merendar...Bueno, no, que está muerto...Esto es una mierda...una puta mierda...me cago en...No lloraré, no...Diré: "..." ¡Bah! No diré nada, no diré una mierda..."¡Telón, coño, telón ya, de una puta vez!" No tengo nada, no tengo a nadie, no tengo futuro...no tengo una puta mierda...
- Pues ya tienes tres o cuatro putas mierdas -dijo mi médico- Joder como estás
- Malo...¿sabes que los artistas del siglo XIX deseaban contraer la tuberculosis porque eso los hacía mejores?
- Ya, ya...
- ¿Y cuantos días tengo que tomar esa mierda de pastillas?
- Por lo menos cinco días de mierda
- ¡Qué asco de pastillas!
- No las tomes -dijo él dejándome por imposible
- ¿Pero no eras tú el que decías que una resfriao de estos dura una semana con antibióticos y siete días sin ellos?
- Sí, yo era.
- ¿Y entonces?
- Entonces nada, Kufisto. Tú verás.

- ¿Qué quieres? -le pregunté a otro que había asomado un rato antes del no lloraré...
- ¿Un café?
- Como
- Ehhh...

Gilipollas.

Me comí la segunda Amoxicilina de 750 del día y un rato después fui relevado a la hora habitual. Ya en casa pasé al dormitorio, le di la vuelta a la almohada y miré por los restos de la marea que la fiebre había dejado la noche anterior, algo inenarrable, algo que alguien como yo no puede explicar con palabras...Aquello había sido un puto CHARCO.

Un charco, joder.

Ya el viernes por la tarde, al llegar a casa, había empezado a sentirme raro, como si tuviera una citación del juzgado para el lunes; sólo que el nudo lo tenía en el pecho en lugar de en el estómago.

Bueno, no veo la tele pero sí Internet: todo lo que creías estaba equivocado, la Tierra es plana, América no existe, la Tierra está Hueca, ¿Plástico? ¡Abominación!, Tu amigo el Ajo, Cara a la Granada, el Buen Higo, Tiempo de Dátiles, la Tierra es un Toroide, La Farmafia, el Zeitgeist, los Annunakis, David Icke y su puta madre buscan piso en La Finca, la Tierra Amorfa  y Los Nazis: seres de luz.

Estuve como las cuatro horas habituales de pre-sueño pensando si debería tomarme la droga en previsión de lo que se dejaba sentir en mi pecho. "Bah, no es nada, sólo es el viento...Mis alveólos están perfectos, ¿no?"

Y a eso de la mitad del sueño llamaron a mi tumefacta (¡y torrefacta!) cabeza como si acabaran de ver a Neil Young tirando petardos en un especial de Nochevieja de Telecinco.

"¿Qué coño?..." Por un instante creí estar en una cama de agua. Palpé bajo la almohada y obtuve respuesta sónica, cosa que me dejó loco, pero estaba tan febril que volví a dormirme en cero coma, como marinero de luces estrellado contra el iceberg Bailén, latitud 33 y longitud 19 cms.

Desperté, desperté...A todo lo no muerto se le llama despertar. Una rata vieja también se despierta. ¡Oh, Dios, El Santo! Recé mis oraciones matutinas y eché mano del antibiótico que, previsoriamente, había buscado la noche anterior, esa en la que por mis estúpidas lecturras creí no haría falta la química, "tomátela, Kufisto", "no", "tomátela, joder", "que no", "ya verás mañana, ya...", "a la mierda...Estoy hecho más chaval que Paco Martínez Soria en el puticlub aquel, el que le servía al Rey transitivo las putas transitorias que se caían por los balcones floreados transgénicamente...", "¿qué?", "también se folló a Bibí", "¡no jodas!", "menos que Valerón"

Estaba tan malo la noche del pasado sábado que busqué por thrash metal en Youtube. Acabé por dar con un concierto de los Fab Four en Bulgaria y logré fumarme el primer pito del día mientras veía a mis héroes de hace 25 años. Después encontré un documental de Slayer y casi que olvidé lo mío viendo a sus fans, sobretodo a uno que me recordó una historia de un libro homenaje a Lovecraft, ese Franco literario: estaba ahí, a un lado, hiératico, elegantemente vestido, mientras veía hacer el subnormal a un borracho del que todos se reían a la par que celebraban sus estupideces. Y tu boca me sabrá a ajenjo, creo que se llamaba aquel buen cuento, el único que se salvaba de todo esa mierda. Bueno, y el de 24 vistas del monte Fuji, por Hokusai, de Zelezny. Ese tampoco estaba mal.

Como yo un par de días después.

No estar mal no significa estar bien, todavía estoy escupiendo como aquellos judíos de nuestras abuelas, aunque ya incoloramente, que es lo bueno, mirad a Ónega sino...

- ¡Un café, Kufisto!
- Voyyarrggghhhh -Pobre cubo de la cocina. "Hazme lo que quieras" me dijo una vez una. Y le escupí en la cara. Se enfadó. No haber hablao.

Casi mes y medio había pasado desde mi fatídico esguince, ese que me tuvo durante más de una semana dándole vueltas a la historia que pude haber contado, tan buena, tan graciosa, que no fui capaz de darle forma a pesar de que con ninguna lo he intentado tanto. De verdad que me dieron ganas de dejarlo por no sacarla.

Pero ayer..."¿Y si...?" Eran las cinco y media de la mañana, mi hora en este tiempo que por unas cosas u otras no he olido durante todos estos meses rampantes, joder...Hay que levantarse con el sol, con el Sol, Kufisto, coño, me cago en dios...

Terminé por levantarme, ya estaba bien.

Me duché, desayuné y salí a andar con mucho cuidado de no pisar mal.

A eso de la media hora, ya casi bizco por no mirar más que al maldito suelo, levanté la mirada y lo vi ahí, donde siempre, como siempre..."Joder...¿todavía estás ahí? ¿todavía estás ahí? ¿todavía me quieres? ¿todavía te gusto? Eres la hostia..."

Y en ese mismo momento recordé a la vieja descuartizadora y poco después escribí una de mis mejores historias en menos tiempo del que voy a necesitar para cerrar esta justificación.


Cierro con Slayer, que tanto me ayudaron en...yo qué sé