lunes, 22 de diciembre de 2025
Y VÍ QUE SOY INVISIBLE
miércoles, 10 de septiembre de 2025
HOT RATS
Los sábados dejaba activada la máquina del tabaco. El psiquiatra del hospital pilló su paquete de Camel y se fue sin despedirse, como casi siempre.
Era de Zaragoza. Me lo dijo una de esas raras tardes en las que cruzamos algunas palabras. A veces tomaba un par de cervezas (Voll Damm) y en alguna ocasión salíamos a la puerta a echar un cigarro. Hubo mañanas en las que lo vi devorar cinco porras con un gran vaso de café con leche acompañado de tres sobres de azúcar.
Calvo severo (apenas tenía cejas), con gafas "Buddy Holly style", el sanguinolento rostro moteado de pruritos con mala pinta, de mediana estatura y edad algo mayor que la mía sin embargo gastaba unas buenas espaldas. Había estado casado, tuvo un hijo, luego se separó y se vino para acá. Todo esto me lo contó como si yo careciera del don del habla.
La sección de psiquiatría del hospital eran clientes habituales de nuestro bar en el día del cierre de su semana laboral. Llegaban el viernes al mediodía y echaban unas cervezas antes de irse a sus lugares de procedencia. La inmensa mayoría eran mujeres aunque había un par de barbados maromos que más o menos controlaban el tema. Uno de ellos, sobretodo, las hacía mojar las bragas descaradamente. Con este hice amistad. Era de Valladolid pero vivía en Madrid con su chica, un pivonazo del copón que me presentó un fin de semana que la trajo para que conociera La Mancha. También cantaba en una banda de rock que no sonaba mal y estaba en Spotyfi.
Eran las tres y pico de la tarde y un colega y yo estábamos comiendo algo. Un chaval vino a por tabaco.
- ¿Me la activas?
- No hace falta. Tírale.
El psiquiatra calvo mirando al objetivo.
Echamos unas risas.
- Una mañana que andaba fregando el bar antes de abrirlo -le dije a mi colega una vez se hubo ido el buen samaritano- llegó a pillar tabaco. Sin darme tiempo a decirle nada, ni no me pises lo fregao, se quedó paralizado y dijo "esto es el preludio de Tristán e Isolda" Yo tenía puesta la radio y el nota se quedó ahí, como en trance, hasta que acabó.
Bueno, a veces es mejor decir que tienes puesta la radio antes que reconocer que tú lo habías buscado en el Spotify porque es una música que te arrebata, pero las circunstancias mandan cuando Wagner es sospechoso de retraso para un camarero.
Mi colega se fue y me quedé solo un buen rato. El Madrid estaba jugando con el Español en muchos bares que no eran el mío. Entró un gitanito de los de toda la vida y me preguntó por un negro.
- Marqués...Ese negro grande, alto...¿ha estao por aquí?
- ¿Qué negro?
- Sí, uno grande...alto...
- Sí, bueno, como todos
- Está por aquí siempre, joer...
- Bueno, hay varios, pero creo que sé a quien te refieres...¿qué pasa?
- Pues ná, que quedé aquí con él para un teléfono...
- Bueno, pues si lo veo le digo algo
Y se fue para abajo a seguir buscando.
Puse el "Hot rats" de Zappa y me entraron unas ganas locas de fumar. Encendí un cigarrillo, salí a la puerta y a la mitad pasé adentro para echarme un whisky.
lunes, 18 de agosto de 2025
CHRISTINE
miércoles, 13 de agosto de 2025
A HARD DAY'S MORNING
martes, 24 de junio de 2025
INTO THE DREAM
Yo venía de soñar y mi alma todavía estaba dentro del sueño cuando llegué al bar. Te vi nada más correr las cortinas de la puerta. Tú reías. Pasé a la barra, vacié los bolsillos y un mediodía más puse algo parecido a la música de mi sueño.
jueves, 19 de junio de 2025
NÁ, DÉJALO
martes, 20 de mayo de 2025
MARIE LAVEAU
"Todavía le falta..." se dijo. Y recordó su vieja cocinilla de butano, con sus hierros negros y su fuego azul y naranja, tan de su gusto; tanto que muchas veces durante los últimos años lo encendía por nada, sólo para verlo "No sé cocinar con esto...¿como se puede cocinar sin fuego?...Calor, calor...Esto es más un cataplasma...Esto es como cocinar para los enfermos...Esto es cocinar para los muertos"
Se sentó y bebió de su infusión, ya casi helada. Miró por la ventana y no vio nada más que su oscuro reflejo. Era tan de noche que por un momento pensó haberse quedado ciega. Y no viendo nada empezó a recordar.
La primera vez que le vio la polla a su marido este dormía la siesta con su tercer hijo, de apenas un año. El pequeñín se había despertado y ella era la única que había oído algo más que ronquidos. Ella siempre había oído a sus hijos aunque estuvieran al otro lado del océano. Fue a recogerlo para que no molestara a su padre y lo vio jugando con su enorme pene. Marie se quedó un momento en la puerta, sin reaccionar y sin poder apartar la vista de aquello. Casi gritó. Cogió a su hijito con mucho cuidado de no despertar a quien todavía dormía y salió de allí con el corazón en las entrañas.
Él había sido carnicero en la ardiente Argel hasta que hubieron de marcharse por temor a ser asesinados tras la independencia de la antigua colonia. Ya en Francia se reconvirtió en mecánico de automóviles, oficio que había aprendido cumplimentando a la patria que después los abandonaría a su suerte, cosa que jamás pudo olvidar y que a punto estuvo de llevarle a la cárcel algunos años después. Pierre Dubois era hombre de pocas luces. No le hacían falta. Él era fuerte y tenía la razón. Un hombre no necesita más para vivir. Aquellos hombres necesitaban tan poco que resultaban muy peligrosos para quienes no podían vivir sin todo lo demás.
Marie quería a Pierre. No había conocido a ningún otro hombre. Pierre también la quería aunque conoció a muchas otras mujeres; puede que aún la quisiera más por esto mismo. Y Marie lo sabía y nada decía. La peonza ha de enrollarse si quiere bailar gallardamente por el sucio suelo. Y allí, bien lo sabía Marie, no había más cuerda que la de ella. Y sus hijos...sus hijos...Ella tenía a sus hijos. Ella tenía lo que ningún Pierre podrá tener, por muy fuerte y mucha razón que tenga. Eran más suyos que de él. Ella los había llevado dentro, él sólo le había metido aquello dentro. Y esto es algo que ellos, los diez, acabarían sabiendo, sí...Es tan fácil tener toda la razón con algo tan evidente.
Cuando el último hijo se fue de casa, Pierre y Marie ya eran mayores, ya habían dejado de hacerse viejos para empezar a serlo. Pierre cayó enfermo algunos años después, pocos: primero una silla de ruedas y después una cama y una asistente social que iba tres veces al día a ayudar a Marie para darle la vuelta y asearle. Marie se acostumbró a verle el pene a su marido. Ya no le daba miedo. No hay mejor manera de perderlo que ver las cosas cuando no quieren que las veas.
Pierre dejó de hablar, más tarde de ver y al final de oír. A todo se acostumbró Marie. A todo menos a no oírlo roncar.
Bajó al garaje y cogió una sierra eléctrica. Subió a la habitación y descuartizó a su marido. Ninguno se enteró demasiado. Le sacó el corazón y le cortó la polla. Puso un cazo a hervir y los echó dentro.
Dos horas después volvió a probarlo con otra cuchara limpia del desvencijado aparador.
"Esto sigue sin saber a nada" Lo apartó del calor y volvió a acordarse de su vieja cocinilla, de sus hierros negros y de su fuego azul y naranja, de sus diez hijos como diez soles y de su hombre, tan fuerte, grande y sucio como una montaña llena de carbón en sus entrañas...
Ahora había luz tras la ventana. Ya no se veía reflejada en ella y sí a la fría y lluviosa mañana que amanecía como si no tuviera muchas ganas de hacerlo. Y empezó a ver lo demás. Todo lo demás.
Cogió el abrigo, el bolso, el paraguas y salió a la calle.
- ¿Puede llevarme a Argel? -le preguntó al taxista
- No, señora
- Entonces lléveme a comisaria