Me levanté de la cama, tomé un ibuprofeno, desayuné y salí a andar. Extrañado miré la falta de actividad previa a la apertura del súper de abajo. En la calle adyacente apenas se veía movimiento. Tomé la dirección habitual y vi a dos o tres paseantes y algún que otro coche con pocas prisas. Saqué el teléfono, entré en la Red y busqué por si habían tirado la Bomba en Oriente Próximo durante la noche. Luego recordé que era el cumpleaños de uno de mis sobrinos y pensé en él durante un rato para no olvidar felicitarle a lo largo del día. El conocido laberinto previo a la salida hacia las afueras permanecía igual de vacío y silencioso. Una señora de enorme culo barría en bata la fachada de su casa.
- ¿Pero qué pasa? -pensé- ¿será fiesta o algo? ¿hoy es jueves, no?
"Fiestas en La Mancha" pedí en la Red. Solícita mostró varias entradas al calendario de festividades del año en curso; pulsé una de ellas y entonces fue cuando me enteré que hoy era el día del Copus Christi, festivo en la región.
Ya estaba cerca del campo, apenas a unos cinco minutos. He cambiado el trayecto de acceso, ahora es más corto y menos concurrido.
"Entonces hoy -volví a pensar, quejumbroso- habrá más gente por los molinos" Y por un momento cruzó por mi mente la idea de ir al parque para evitarlos, pero en la tarde de ayer acabé baldado de tanto ejercicio que hago siempre que elijo pasear por allí (los altos árboles y sus anchas copas animan a ello) y como hace tiempo no me fío de mi mismo decidí seguir adelante.
Como tantas otras veces erré en mis previsiones. Encontré más gente, sí, pero no fue para tanto. Creo que la palabra "domingo", incluso "sábado", tiene mucha más fuerza que un número coloreado en rojo en el calendario.
Bajando volví a cruzarme con un chaval que me saludó como el otro día. Claro que el chaval ya tendrá treinta y unos cuantos pero yo más. Yo no lo reconocí pero él a mi sí, que me lo dijo su madre antesdeayer en casa de la mía cuando fui a comer unas lentejas y a llevarme una botella de gazpacho:
- ¡Kufistín!
- ¿Qué? - le dije sonriendo tras los dos sentidos besos de rigor. Lo que aguantó esa mujer cuando los cinco hermanos éramos pequeños no lo sabe nadie.
- ¡Ayer te vio mi hijo en los molinos! ¡A las siete de la mañana!
- ¿Ah, sí?
- ¡Sí! Me dijo que te reconoció
- Joder...
- ¡Ay, Kufistín! ¡Siempre fuiste mi preferido! -dijo agarrándome la cara con sus trabajadísimas manos.
Saludé al posible hijo de mi muy querida Mari y seguí adelante.
Comí estupendamente a las once de la mañana. El dolor de hombros había desaparecido mucho antes. Ibuprofeno nunca falla. No hay nada como Ibuprofeno. Nada, excepto "Mulholland Drive"
Desperté otra vez tras una profundísima siesta. No quedaba rastro de dolor. Dudé qué hacer con el resto del día; el calor en el piso era tan insoportable que no podía pensar en nada más que escapar de aquí. Cogí el coche y me fui al parque.
Eché a andar sin más expectativas que no hacer el subnornal.
Hora y media más tarde corté.
- ¡Que te llama tu tío! - dijo el padre
- Ná, déjalo -dije yo
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