martes, 12 de noviembre de 2019

ANIMALS

La gente de los pueblos mucho más pequeños que este llama buñuelos a los churros. La primera vez que lo oí hubo lugar a la confusión. Era un pequeño grupo formado por tres o cuatro viejas enlutadas,  un viejo alto y erguido de ojos cansados, una mujer como cualquier otra, un chico gay y el chaval retrasado, ya cuarentón o cerca de serlo. Llegaron, algunos dieron los buenos días a media voz y como dudándolo fueron a sentarse en una de las mesas del bar. Apenas eran las once de la mañana y yo ya tenía puestos desde hacía un buen rato a los Brianjonestown Massacre o algo parecido, aunque eso sí no muy alto. En la tele, muda, estaba el canal de Teletienda con el charlatán ese de las sartenes de cobre. Ni rastro de la 1, la 3 o la 5.

La más grande de las viejas fue quien pidió primero, café con leche y dos buñuelos.

- No tengo buñuelos -dije yo
- ¿Y eso de allí qué son? -respondió alzando su gran brazo hacia los churros de la barra-
- ¡Ah, las porras! -contesté-
- ¿Porras? -dijo ella
- Sí...Churros, porras...Buñuelos...
- Pues dos buñuelos
- Dos buñuelos...¿Más?

Todos pidieron lo suyo, buñuelos y café los viejos y tostadas con tomate y zumo de naranja los jóvenes, excepto el retrasado que sacó un enorme bocadillo de fiambre de una bolsa verde.

- Y al chico le pone un café con leche -dijo la que llevaba la voz cantante- Pero descafeinado, ¿eh?-
- Claro, claro...-respondí sin alzar la vista-
- ¡Fanta de naranja! -gruñó él con la boca llena-
- ¿Pero no quieres mejor un café? -dijo la vieja-
- ¡Una naranja! -corrigió-
- ¿Un zumo? -sugerí-
- ¡No! ¡Una naranja!
- Tráigale una naranja -sentenció la abuela-
- Pero...así, ¿entera? -dije yo-
- ¿La quieres entera, verdad, hermoso?
- ¡Sí!

Preparé los desayunos mientras me devanaba los sesos con la manera adecuada de llevarle la naranja. Dudaba entre pelarla y hacerla gajos como para un chico pequeño, o presentarla en un plato con un cubierto al lado, o dejarla tal cual, que fue lo que al final hice. El chico la agarró antes que yo preguntara nada (fue lo primero que dejé sobre la mesa; ya había dado fin al bocadillo) y empezó a meterle el dedo. Nadie dijo nada mientras yo iba cantando los respectivos desayunos. Una media hora más tarde el viejo se levantó y vino a la barra a pagar. Tenía unas manos como dos mías. De joven tuvo que ser una puta bestia. Poco después se marcharon. He vuelto a verlos varias veces por aquí. El chico anda instalado en un centro especializado. Se ve que sus familiares son demasiado mayores para hacerse cargo de todos los cuidados y vienen a visitarlo cuando pueden. La escena sigue siendo la misma con alguna pequeña variante a cuenta del chico que, excepto en la cara, es bastante parecido al viejo.


Apenas eran las nueve de la mañana y ya estaba yo de muy mala hostia. Otra noche de mal dormir por culpa de la puta gata y un extraño comienzo del día por lo ajetreado estaban dando al traste con el reparador almuerzo, mi comida principal. Y entre esto y aquello unido al dolor en la rodilla por hacer el gilipollas de más con una de mis estúpidas neuras saludables, más su ausencia de saludo alguno al ir pasando al bar ("sí, esto parece un bar" dijo uno al entrar) poco faltó para hacerme estallar en forma de "estoy cerrando" o algo parecido. Acababa de irse una joven pareja de idiotas que parecían salidos de un anuncio de telefonía móvil y yo tenía los nervios a flor de piel. Sólo faltaba que pasaran a mi casa pensando que era un ovni o un piso de putas y encima sin dar los jodidos buenos días. Tampoco yo dije nada mientras iban pasando, ni los miré. La puerta no llegaba a cerrarse. "¿Pero cuantos son, me cago en su puta madre?"

Poco menos que mudos fueron instalándose en el salón. Quedaba claro que también a estos se le hacía raro el bar. En la tele, un inglés restaurador de muebles hacía educados tratos con unos y con otros. En el equipo de música, nadie. En La Mancha, un camarero cabreado intentaba controlarse. La imagen del Joker viendo a su jefe echarle la bronca vino a mi cabeza. Ayer la vi por tercera y cuarta vez.

Me acerqué para tomar nota y di los buenos días sin mirar. Eran ocho, seis casi viejos y dos jóvenes, chico y chica. Y quizá fuese por mi presencia y la del bar, el tranquilo hablar del inglés de los muebles que no hablaba de las elecciones o la ausencia de todo lo esperado en un bar churrero con la 1 o la cadena Ser a toda pastilla fue que empezaron a pedir tan apocados como si en verdad hubiesen entrado en un ovni: cafés, buñuelos, zumos de naranja y tostadas con tomate.

Buñuelos. Hay mañanas que me sobran casi todos y otras en las que a las nueve y media me quedo sin ellos. Buñuelos. Buñuelos con tomate. 

Poco a poco, como siempre pasa cuando ya no te necesitan, se fueron soltando. Yo ya pude comer algo tras las quince horas de ayuno y a lo lejos oía sus electorales letanías. Estos eran de derechas. El domingo al mediodía se desbordó el bar todavía más que de costumbre. A lo de siempre se le juntó la venida de un gran grupo de apoderados y eso, lo sé porque en una de esas vi a una pareja de rojos clientes míos entre ellos. Ella es bastante agradable, creo que de IU o Podemos, o como se llame eso en los pueblos de La Mancha, pero roja, que una vez lo oí mientras yo tiraba unas cañas y un amiguete y acólito suyo le hablaba de los resultados en las municipales en los que tan cerca habían estado de pillar una concejalía. Yo no lo sabía. La conozco desde bastante antes de todo eso. Con todo, al primero que llegó de ellos, un tío alto y gordo que casi se acercó arramblando con todos en la atestada barra, le dije que se esperara un poquito. Yo todavía estaba solo y corría en modo máquina total. No hubiera pasado ni a mi padre resucitado. Ese es el secreto para esas situaciones. La verdad es que aún en ese momento de extrema urgencia flipé con las maneras de alguien que jamás en la puta vida había visto por el bar. Se tranquilizó enseguida. No tardé en atenderle. Poco después llegó mi hermano y entre los dos sacamos adelante todo aquello.

Uno de los casi viejos se acercó a pagar. Me recordó al padre de las niñas aquellas que se cargaron en Puerto Hurraco. Entre medias, algunas de las mujeres, habían venido a la barra para, como desconfiadas, pedir un vaso de agua. Al principio, el chico, enfurruñado, un mostrenco, había pedido más azúcar para sus buñuelos. Azúcar. Lo peor que existe después de cagar sentado.


Salí del bar como siempre cuando es noviembre, con la tarde casi vencida. En verdad todavía estaba esplendorosa de luz pero ya le quedaba muy poco, apenas una hora. Esta tarde lo comentaba con mi amigo Gonzalo mientras él seguía dándole vueltas a la sacarina en su café. Gonzalo es el chico que ve ovnis y descubre curas contra el cáncer cuando no se toma la medicación. Cuando se la toma hace fotos del amanecer desde los molinos y me envía wasaps con ellas. También, a veces, quedadas de la Red para una especie de rezo individual conjunto a una hora determinada o cosas así. Yo le devuelvo emoijs o canciones.

- Estas tardes, tío -le dije- me joden un montón. Me joden un montón porque cuando salgo del bar no veo la luz. a mi el frío me importa tres cojones, de verdad, joder...¡Vengo andando todos los días desde hace dos putos meses! Me voy a cargar al mecánico del coche...
- Jajaja...-sonrío-
- ...pero eso de andar de noche...No. ¡Y mira que me gustaba cuando era joven! ¡Yo empecé a salir a andar de noche!...Me gustaba andar en la oscuridad de las calles, ¡mejor incluso con frío! Ir escuchando a Pink Floyd, el "Animals", joder qué disco...Te podría contar de pé a pá un paseo que di hace quince años en esas circunstancias...Fue glorioso, de lo mejor que me ha pasado en la vida. Qué noche más buena, qué claridad, qué sensación de libertad...Fue poco después de irme a vivir solo, lo recuerdo bien...Eso de no tener hora, ni obligaciones para con nadie, ni nada...Incluso llegué a pensar en subir los molinos, ¡te lo juro! ¡Con toda la fría y oscura noche cerrada, joder!...No lo hice, te digo la verdad, no lo hice...Y no por miedo ni pollas de esas, no...¡Qué miedo iba a tener yo entonces! No lo tengo ahora. Quizá lo haga el próximo domingo, quien sabe, o al otro...qué más da...todavía quedan unos cuantos...¿Sabes? Hoy me ha llegado una clienta, una amiga, una tía que está muy buena, una ya cuarentona, de mi edad...y venía asustada, atacada...Tenía que hacerse unas pruebas en el coño, le lleva doliendo un tiempo ahí y su madre murió joven de eso mismo, y ella misma, hace algún tiempo, tuvo síntomas parecidos a los de ahora y resultó que no había nada malo, pero otra vez lo mismo, el mismo dolor, el mismo mal rollo, en fin...tú ya sabes. Pues bueno, ha venido al bar y me ha preguntado si tenía tila, estaba muy nerviosa la pobre, apenas había dormido...Le he dicho que no, que tenía poleo, manzanilla, té..."No te vas a tomar un té, claro...¿Una manzanilla?" Ella ha dicho que sí, que bueno, y cuando estaba por cogerla he visto una infusión de mi hermano que se me llama Relax o algo, una cosa que lleva no sé qué mierdas, y me he dicho, joder, vamos a probar con buna de estas, ¿no? A ella le ha parecido bien y se la he puesto. Enseguida ha llegado su hermana, una mujer majísima, un encanto, una mujer que quizá en otro plano de la existencia es la mía, o en otro Universo, en uno de esos paralelos, tú sabes de lo que estoy hablando...La verdad es que es un encanto...Y creo que ella piensa lo mismo de mi, estoy casi seguro...en fin...Se fueron y volvieron. No han podido hacerle la prueba, lo cual no es una buena noticia. Van a tener que operarla para ver lo que hay...Y han estado ahí, en la terraza, las dos, bebiendo cervezas, cuatro cada una, las he invitado a la quinta, son tan agradables conmigo...Qué gusto me da verlas, Gonzalo...No, no me gusta andar ya de noche. No me gusta desde hace mucho tiempo. Prefiero quedarme en casa, leer y tal...Quizá ver una peli, pfff...Luego está la gata, que me tiene hasta los cojones, no me deja dormir, se quiere meter conmigo a la habitación y se queda ahí entre mis piernas, ¡la muy puta!, y a mi me da una lástima tremenda dejarla fuera, se pone a maullar, y a maullar y a maullar...¡pero es que no puedo dormir con ella encima! ¡No me puedo mover! ¡me da lástima! ¿quien puede tener los santos cojones de interrumpir el sueño de una gata? Y a veces cojo y digo, "mira, no puedo, de verdad. O tú o yo" Pero ayer no hacía más que maullar tras la puerta, ¡era cosa imposible! Claro que no siempre es así, claro que está castrada...Pero a veces le pasa a eso. ¡Y lo mejor de todo es que casi nunca quiere que la toque, sólo estar conmigo! Intento cogerla entre mis brazos para acariciarla y se me escapa. No sé, supongo que cuando estoy pedo le hago alguna perrería y ella se acuerda. Pero casi siempre quiere dormir conmigo, rara es la noche que no, aunque son pocas las que se pone tan pesada como ayer...Ahora mismo está aquí, Gonzalo, sobre la mesa mientras termino de escribir esto. No hace más que observar el ratón. He ido bebiendo desde que empecé y cada vez corrijo más...Y claro, ella ve el movimiento del ratón y le echa mano y entonces tengo que cogerla para quitarla de en medio...Ella gruñe y se va un rato por ahí...aunque parece que ahora se ha dado cuenta y me deja hacer. Sólo mira cuando lo toco. Creo que sabe lo que hay y que pronto me iré a dormir. Creo que también hoy querrá dormir conmigo. Creo que pretende que olvide lo mal que he despertado hoy, mis malos sueños, mi mal despertar, mi mala actitud, mi ausencia de luz, mi noche, mi noche otra vez...Creo que también los animales, Gonzalo, intuyen que es el espacio quien le abre el camino a la luz que llega con el tiempo. 








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