viernes, 5 de octubre de 2018

PINCHAZOS

La idea era salir a por cambio, dejarlo en el bar y poco más; de paso echar un euromillón, una bonoloto y una primitiva, quizá un breve paseo antes que anocheciera, regresar a casa, ver algunos vídeos en Youtube de tíos devorando montañas de comida basura con un cronómetro delante y luego irme a dormir. La siesta no había podido serlo tras el ajetreo de las cañas y su rápida recogida para cerrar a tiempo. Y cansado de no poder dormir me hice una paja y salí a la calle.

En el estanco me cambiaron cien pavos y compré tabaco. Había una chica muy mona ofertando marcas de esas que nadie fuma. Van pintadas que da gusto verlas y más aún ignorarlas. Al despedirme de todos también lo hice de ella, que contestó con una gran sonrisa roja. Fui a la administración a pillar los boletos y la quiniela de la peña. La chica de la ventanilla nunca está maquillada. Joven, con gafas y seria sin llegar a ser repelente es una muchacha muy hermosa para mis ojos. Lleva unos aritos en la oreja derecha pero no está marcada, al menos que se vea. Delgada, de facciones marcadas, nariz noble y pecho pequeño pero firme, está ahí sentada, esperando a la gente que tienta a la suerte, como si quienes vamos a tentarla tuviésemos algo con que hacerlo.

- Dame un Gordo de la Primitiva también.
- Suerte, Kufisto
- Gracias, adiós
- Adiós, Kufisto

Y al salir le ha dado al botón de voz automático que desea suerte a pesar de que estábamos solos.

De camino al bar he visto a una ludópata clienta mía hablando con sus vecinas. La he ignorado por educación y supongo que ella habrá hecho lo mismo. Es una mujer de aspecto prehistórico, de esas que alguna vez has visto en fotografías de estatuas de arcilla o en el asiento trasero de tu coche una noche que andabas de resaca cercana a la locura.

Ya en el bar he dejado el cambio. No quedaba nada que hacer más que irse y eso he hecho tras cerrar la puerta, pero aprovechando la cercanía de la farmacia de confianza he ido a por una pomada. Estaba la tiarrona, una mujer que hace unas semanas vi sentada sola en el parque y a la que saludé desde la bici sin dejar de pedalear. Me sorprendió su semblante. No al saludar sino antes: estaba ahí, en ropa deportiva, sentada en un banco, muy seria, como mirando fijamente a algún punto de hace muchos años. Al oír mi saludo fue como si saliera de un trance y correspondió como de costumbre, como hoy, como esta tarde.

- ¿Qué quieres, Kufisto?
- Quiero una pomada para los eccemas...Y la diferencia del bote de vitamina C de ayer -le he dicho sonriendo

Se ha reído con sus grandes dientes y me ha dicho que ya se la había dado a Paco el ciego esta misma tarde, que había sido un error de no sé qué. Y es que la cosa había aumentado como un veinticinco por cien de precio en apenas dos meses.

- Ah, vale. Entonces ya lo veré. Adiós.
- Adiós, Kufisto.

Iba tan cargado de cosas en los bolsillos ("El Camino" de Delibes incluido) que decidí dejarlas en casa antes del paseo. Sonó el teléfono:

- ¿Kufisto? -dijo mi hermano
- ¿Qué?
- Oye, a ver si puedes decirle a Julio que nos lleve unas cajas de...

Ya se lo había dicho antes. Y antes. Y antes. Cuatro veces hoy. El hermano en jefe está de vacaciones y se nota.

- ¿Julio?
- ¡Me cago en tu cabeza!
- Jojojo...Venga, joder, sólo dos cajas más...
- ¡La madre que te parió, desgraciao, que me tienes consumío, cabrón...!
- Veeenga
- ¡A las siete estoy ahí! ¡NI UN MINUTO MÁS, EH!
- Venga, sí, te abro yo
- Cagüen Dios...

Llegué a casa a las seis y veinticinco. Eché cuentas y pensé que iba a andar muy justo de tiempo para ir a la biblioteca, dejar el libro, pillar otro y volver al bar antes de que Julio, con justicia, empotrara su camión contra mi pobre puerta, así que dije: "bueno, está más que visto que no pasa nada por no leer" y bajé a la cochera por la bici.

Nada más salir de la rampa, en cuanto empecé a dar pedales, me di cuenta de que algo no iba bien. La rueda de atrás. Todavía estaba cerrándose la puerta cuando al sentir mi presencia volvió a abrirse y bajé.

No parecía pinchada. Era como si estuviera desinflada. "¿La última vez que la cogí?" La última vez que la cogí fue hace cuatro días, yo que sé, no me acuerdo, pero no hace treinta años, y eso todavía tenía aire dentro. Bien, creo que tengo un bombín por algún sitio. De hecho recuerdo haberlo comprado no hace tanto tiempo, sí. Y allí estaba, en el trastero,  tirado como si fuera mi piso. "Estupendo" Lo malo era que no recordaba como había que abrirlo para meterle el pitorro adecuado. Es uno de esos que lleva varias bocas para las diferentes medidas de rueda y tal...Y ya cuando estuvo a punto de romperle la cabeza me he dado cuenta de que quizá, sólo quizá, la buena fuese la que llevaba puesta. Y esa era.

Y en ese, mientras la hinchaba como buenamente podía, me ha llamado Julio.

- ¡¡¡KUFISTO!!!
- ¡¡¡QUÉ, ME CAGO EN DIOS!!!
- ¡Qué haces, coño!

Miré el reloj.

- ¡Son las 18:47, cacho perro. Dijimos a las siete!
- Venga, vente pacá
- Voy, joder, voy

La rueda aguantaba el aire pero ya no había tiempo. Cogí el coche y me fui al bar.

Metimos las cajas en el almacén y le puse una copa, me eché una cerveza y puse a los Badfingers

- Discazo, Kufisto
- La puta polla
- ¿Sabes cuanto vale este disco? Yo lo tengo. El original.

Hablamos un rato, se fue y entonces, mientras terminaba de recoger, pensé que por qué no quedarme mientras llegaba mi hermano a abrir el turno de noche. Y me quedé al ver que llegaba Paco el Ciego repartiendo bastonazos a las paredes.

- ¡Paco!
- ¡Kufisto! ¿Qué haces por aquí? ¿Y tu hermano?
- Está al llegar
- Ahhh
- Creo que me voy a quedar mientras viene
- Pues muy bien...Anda, ponme una cocacola

Se la puse y me quedé hasta que llegó mi hermano.


Pasó más gente durante esa media hora. Pasó un tío con una bici que le aparcó justo al lado de donde yo estaba empezando a desplegar la terraza; "¿te molesta?", "¿no, tranquilo?" Pasaron tres hermanos, uno de ellos compadre mío, a los que poco a poco está muriéndose el padre. Pasaron dos que son de otra manera cuando vienen en mi turno, más tempranero: "¿Qué haces aquí, Kufisto?" "pues ná, aquí estoy" La gente iba pasando como yo iba haciéndolo con mis cervezas. Las campanas tronaban y todo eso que dicen en La Regenta y todas esas novelas tan campanudas. Y cuando el cielo tremendo estaba a punto de caer sobre mi cabeza llegó la gorda casi que al mismo tiempo que mi hermano. Cinco minutos antes, ¡qué coño, dos!, ¡medio!, y yo no hubiese estado allí.

- ¿Qué tal? -le pregunté de cualquier manera mientras le ponía la primera copa.
- Bueno...mal
-Ahhh

No es fea. Podría ser muy guapa si no estuviera tan gorda. Ojos, piel, cabello...podría ser muy guapa si tuviera treinta kilos menos...

Ha roto con su novio. Él ha roto con ella. Ella también estaba harta. Diez años. Yo también lo hice hace tiempo.. Por eso empecé a escribir. Y por eso sigo vivo.

- Menudo cabrón -dijo
- Ya


Y le cogí un cigarrillo, me eché otra cerveza y me senté a oírla hablar.

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