miércoles, 21 de diciembre de 2016

GARY COOPER QUE TODAVÍA ESTÁS EN LA TIERRA

Yo estaba ahí sentado, mirando de reojo la tele, comiendo las nueces que el abuelo nos estaba partiendo con su viejo cascanueces como si fueran esos peces venenosos de los japos, cantando de mala gana los ridículos villancicos de la abuela y todos los demás, cuando llegó borracho un familiar con su mujer. El hombre la cogió conmigo y estuvo un buen rato importunándome con sus tonterías. Yo, a pesar de mis nueve o diez años, pude darme cuenta de que el resto estaba incómodo, como esperando mi salvaje reacción. Por alguna razón me contuve y estuve bien, hasta gracioso, aunque todavía hoy recuerdo el fuego que me corría por dentro. Poco después su mujer se lo llevó y supongo que nosotros no tardaríamos mucho más en irnos a casa. Y estábamos subiendo al coche cuando mi padre me cogió aparte y acariciándome la mejilla me dijo que estaba orgulloso de mi.

- Una botella de Johnnie Walker -le he dicho a la chica del 24 horas. Podría haber cogido un resto de alguna del bar, tampoco voy a bebérmela entera, pero me he dado cuenta cuando ya no estaba allí. Y no era cuestión de volver e importunar a mi hermano viendo como el mayor volvía para llevarse a casa un poco de alcohol. A veces no hace falta hablar para molestar.

Una muchacha de apenas doce o trece años se acercó a la barra. Estaba sentada con su madre y su tía. Ya las conozco de otras veces. Su tío, uno que recuerdo le daba duro a la ginebra, estaba muy enfermo hace algún tiempo. Puede que ya esté muerto. Al padre lo vi este verano en la terraza con un gran esparadrapo por nariz. Recuerdo que una de las veces me pidió cambio para tabaco. Luego me enteré que a la madre también le habían visto algo mientras lo velaba en el hospital. Hoy la he visto un tanto hinchada de la garganta. La muchacha, en fin, se ruborizaba cada vez que me pedía su consumición. Seguramente haya llegado a verla en su carrito, pero ya no me acuerdo.

- Te falta la leche manchada -me ha dicho con la mirada baja y las mejillas arreboladas.
- Ah, sí, perdona...Ahora te la llevo -y se ha ido a sentarse con su madre y su tía.

Nos acordamos de él la otra tarde, mientras hablábamos de su hermano mayor, uno que al final se quedó a la mitad del camino y ahora anda medio ido por ahí, pidiendo un euro a quien cree reconocer para comprar una litrona en el chino y bebérsela junto a otros perdidos en el centro del pueblo. Se juntan diez o doce y ahí pasan los días, sentados en el banco frente a la tienda, hablando y riéndose de sus cosas y las de los otros.

- ¡Kufisto!

Siempre viene al bar en estas fechas. Sus padres todavía viven y aún siendo un moderno de toda la vida la Nochebuena todavía es la Nochebuena para quienes ya no cumpliremos los 40.

- El otro día nos acordamos de ti -le he dicho después de saludarle a él y a su chica.

Me han contado lo bien que les va en la isla, en sus estimulantes trabajos y en su bonita casa ajardinada frente al mar, y que no se quedarían mucho más allá de Navidad pues no era plan de dejar tantos días solo al perro.

 - ¿Tienes el tabaco que te dí ayer? -le he preguntado a mi hermano pequeño después de comer
- No, lo tengo en casa
- Pues ve a por él.

Había pillado otra racha de cinco días sin fumar, pero ayer, con el almuerzo y su puta copa de vino, vi que no se había llevado la mediada chivata de Golden Virginia que el día anterior le había dejado en la bolsa junto al montón de comida de mi gato muerto hace dos meses. Poco antes le había comprado un bolsón de tres kilos de comida seca para gatos seniors y esterilizados (él ya era senior desde hacía sólo medio año) y un tres por dos de cajas con diez sobres de la comida húmeda que tanto le gustaba: todas las mañanas veía al gato Félix de los ojos puestos relamiéndose feliz mientras yo cogía mi bote de cacao puro libre de grasa con el que aliñar mi té verde orgánico. Y viendo el tabaco me hice un pito pensando que me estaba equivocando. Me obligué a fumarlo entero y poco faltó para que al llegar mi hermano se lo metiera en los bolsillos; aunque menos que cuando ya de noche y a punto de irme a la cama, viendo una entrevista a un fascista con evidentes problemas de hígado, me entró tal ansia que a punto estuve de llamarlo para que me lo trajera corriendo.

- Bah, déjalo -le he dicho. Tenía tantas ganas de fumar que no podía esperar- Dame uno de los tuyos y luego me lo traes.

Poco después ha llegado un amigo, un drogadicto confeso, "llevo 20 años comiendo anfetas a diario y estoy bien" Bueno, según quien mire, pero mis ojos no son tus ojos y yo qué sé, nadie es nadie para juzgar mientras lo diga el Papa y no te toquen mucho los cojones, que no es el caso. Le puse una cerveza y una cazuelita de patatas con chorizo, me fui al ordenador, volví cuando acabó y viendo que estaba rulándose un pito le dije que me diera para uno.

- Toma. Ten cuidao que hay una china dentro
- No jodas que no quiero
- No, si es gorda, la vas a notar
- Vale

Salimos afuera y tuvimos una interesantísima conversación respecto a su trabajo, tanto que hubo un instante que se me fue la cabeza. Y estábamos acabando de fumar cuando lo llamaron y tuvo que irse.

La mañana había pasado entre el ciego, un medio ciego y un grupito de seres de otra galaxia que en dos meses ganan lo que yo en un año. Miré la caja y vi el agujero negro que había creado tras cinco horas, descontando prensa, pan y putos churros. Vino mi hermano y me fui a comprar. Entré a saco en la gran rotonda y por dirección prohibida al llegar a las señalizaciones del centro comercial. Estaba tan lleno que parecía como si Jesucristo hubiera dicho que nadie estaría salvo sin un carro en las manos. Pillé unas ristras de chorizo barato, unas pastillas de caldo Knorr, unos buenos aguacates, una botella de aceite de oliva extra virgen y una cajita de té verde orgánico y me puse a la cola.

Aceleré. Vi que el sol hacía por lucirse. "¿Hace cuanto que no lo veo?" En un instante deseché la habitual media hora en el sofá y pegué un volantazo a derechas.

Aparqué. Casi hacía calor. Casi estuve a punto de quitarme el abrigo y el gorro. Pero no lo hice. Eché a andar. Me quité las gafas de sol. No conseguía recordar la última vez que me dio en la cara. ¿Dos meses? ¿tres? Por un momento pensé en entrar al cementerio par ver la tumba de mi reciente tío muerto. Pero apenas tenía tiempo para eso. Seguí andando. Ya de vuelta el frío del norte me hizo ver que no me había equivocado al salir con todo el equipaje: una cosa es ir de espaldas y otra de cara.


El viejo estaba en el water cuando llegué.

- ¿QUIÉN? -preguntó al oír cerrar la puerta
- Yo -dije como tenemos acordado desde hace dieciséis meses a la misma hora

Después de toser mucho salió. Le di las buenas tardes y un beso. Nos sentamos y zapeé buscando una de vaqueros.

- ¿Ese es Gary Cooper, no?
- Yo creo que no

Pulsé el botón de info y era Gary Cooper. Me he alegrado de equivocarme

- Pues sí, es Gary Cooper
- Sí
- Claro -he dicho viendo el año (1952)- esto era cuando tú eras chico...Yo a este no lo tengo muy controlao...John Wayne vino después...
- Sí, un poco después -dice con las gomillas que le dan extra de oxígeno a sus pulmones
- ¿No querías salir esta mañana?
- No...me he levantao...pero luego he visto el sol y...
- Sí, hacía un buen sol...
- Luego se ha estropeao...pero bueno

Gary Cooper es bueno, pero el cocinero de Canal Sur también lo es aunque hable mucho. Y nos gusta verlo.

- A ver qué hace hoy

Unos aperitivos de Navidad: rulos de ensaladilla y...no me acuerdo de lo otro. Lo ha cortao Membrilla Televisión cuando iba a empezar con ello. Había jamón ibérico por medio.

- Joder
- Cada vez lo cortan antes
- Sí

Volvemos con Gary Cooper.

Ahora está persiguiendo a quien antes parecía ser su amigo. Al final consigue acorrararlo a base de fuego. El malo se escapa pero el bueno va detrás de él hasta que lo atrapa sin matarlo, "quiero que sepan la verdad de tu boca"


Y lo último que vemos es a Gary Cooper lleno de banderas y medallas ante la emocionada mirada de su mujer y su hijo.







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