sábado, 3 de septiembre de 2016

RECUERDOS DE MOMENTOS QUE SÓLO PASAN MIL VECES

- Dale recuerdos a tu padre

¿Por qué le habré dicho que iba a verlo? ¿quizá para no afirmar su pregunta de si iba de paseo? ¿por vergüenza? Joder, es sábado y todo el mundo está en la calle, de fiesta, con sus amigos o familias, por ahí, a cenar, al cine, a emborracharse con los amigos o a lo que sea, y quien me ve no se le ocurre nada más que preguntarme si voy de paseo, como los viejos, o ni eso, que está anocheciendo, más bien como los raros, como los locos, como alguien que por supuesto no puede estar más que solo...Y él estaría esperando a su guapa e inteligente mujer, esa mujer de bonitas piernas, para salir a cenar junto a otras parejas; después un par de copas y a casa...Dale recuerdos a tu padre, me dice sin dejar de mirar su teléfono...¿Así me lo peguntas, cabrón? ¿como quien le dice no al moro ambulante de los chismes que parpadean y hacen ruido? ¿acaso soy ya eso para vosotros? ¿acaso es él ya eso para vosotros? ¿un próximo y vago recuerdo, nada más?...

Llego a la casa de mi padre y lo encuentro viendo El Padrino. Me siento en mi sitio y le contesto a su previsible pregunta que hoy sí, que hoy por fin he echado una buena tarde en el bar, una de las mejores. Él se alegra y callamos para ver la peli, como de costumbre. Mi madre está terminando de arreglarse un poco para ir a comprar algunas cosas. "No salgas con el hocico recogío" le dice el viejo, "¿y como quieres que salga?, ¿así?" contesta haciendo una sonrisa americana, "no, tampoco. Eso es falso" Se va y nos quedamos solos. "El Padrino" sigue siendo tan buena como hace casi treinta años. Hace mucho tiempo desde que la vi por última vez. Pero la vi tantas veces, le eché tantas horas, que no he olvidado nada de ella. Sterling Hayden le sopla aquel puñetazo a Al Pacino, "¿cuanto le paga Sollozzo por matar a mi padre?..."

Llaman a su teléfono. Es del bar. Un amigo de mi hermano que va a venir a por hielo. "¿Está Kufisto?", "sí", "pues dile que me prepare cinco sacos que estoy allí en tres minutos" Sí, hoy vamos a tener un gran día en el bar...

Al colocar el cuarto saco en la puerta oigo un claxón tras ella. La abro y es él. "Ves cogiendo que voy a por los que faltan" Al final son siete, ya no hay más. "¿Y van a caber?" me dice, "Sí. Y sino los metes en el del frigo", "¿cuantos entran el grande?", "ocho", "entonces sí que caben" Hoy va a hacer falta mucho hielo...Vuelvo con otros dos, los últimos y no le veo. Ha tenido que aparcar más adelante. La calle es un hervidero. Se los acerco y al regresar me encuentro con un hombre muerto que anda como puede. Dudo en saludarle pero lo hago, me cae bien; él se para con intención de hablar algo, no como aquel, pero voy con mucha prisa y sin pararme se lo digo. Veo que lo entiende y sigue su pesadísimo camino. Quien está al borde de terminarlo suele entender muy bien las cosas. Ya lo veré una mañana de estas por el bar, si es que todavía le quedan algo de tiempo y fuerzas para hacerlo. Solemos reírnos mucho cuando hablamos. Los hombres muertos se ríen entre ellos. Los hombres muertos se ríen de ellos. Los hombres muertos se ríen de todo cuando se encuentran.

Subo arriba. El Padrino baja a ver a Tom Hagen, que bebe en la oscuridad, junto al teléfono. "Qué bien está Marlon Brando en esta escena" dice mi padre. Ya en la funeraria me fijo en la iluminación y lo comento. Mi padre no dice nada. El Padrino parece tan cansado y agotado, tan derrotado, como pueda estarlo un hombre que ganó muchas veces cuando estaba lleno de vida.

Llega mi madre y entonces me voy. Yo todavía puedo estar solo.

Abro la puerta y pasa un viejo conocido. Jamás he cruzado una palabra con él. No creo que le gustara. Siempre le he visto solo, caminando por ahí su enfermedad, sea la que sea. Anda ligero, la mirada baja, evitando hasta a las sombras de quienes se cruzan con él, pisando como si temiera despertar a alguien bajo el suelo, mirando de vez en cuando hacia atrás como para asegurarse que de verdad quedan atrás, que no tiene a nadie a su espalda...Le pierdo de vista en poco tiempo después de pensar por un instante en seguirle.

Dos muchachas vienen hacia a mi. Se hacen a un lado sin darse cuenta y veo que la rubia lleva una botella de ron barato en el regazo. Es sábado. Los coches vomitan mierda por sus altavoces. La gente habla, grita, excitada por otra noche de sábado que acaba de comenzar. Por un instante pienso en salir por ahí. Pero ya me sé el final de esa historia y me voy para casa.

Ahora estarán pasando la segunda parte del Padrino. No creo que mi padre la esté viendo. Yo tampoco.


Abajo, en la calle, otro coche vomita más mierda.


Y ya se ha ido.


Todo se va.


Todo.

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