miércoles, 29 de agosto de 2012

EN LA CHURRERÍA




No, yo no soy de esos que funcionan con un café hasta el mediodía, entre otras cosas porque me sienta mal, lo dejé porque me subía la tensión, esa gorda amante de nucas y globos oculares, se pone ahí, planta su culazo y no se mueve en todo el día, la muy zorra, hasta que das con lo que le gusta, dejas de tomarlo y se va a joder a otros. En ocasiones echo de menos el café, me gustaba, pero no tanto como para pagar el precio de un infarto...aunque luzcas una bella figura, porque otra cosa no, pero el hambre te la quita, que todavía me acuerdo de mis desayunos estudiantiles: un buen vaso del café de madre y un buen canuto de camino al instituto. Una mañana, a primera hora, y mientras un caraflán hablaba y hablaba sobre Kant le pegué tal patada a mi pupitre que se quedaron blancos, "¿te pasa algo, Kufisto?", "no...nada...es que se me ha ido la pierna...perdón...", las cinco o seis chicas y el otro chaval que junto a mi componíamos el pequeño grupo de Letras Puras se rieron de buena gana, no por nada yo ya estaba clasificado como alguien excéntrico, otro espécimen de rebelde sin causa, y algo como aquello entraba dentro de lo posible viniendo de mi. Recogí la mesa, los papeles, y en el recreo triunfé con una de mis compañeras, a las chicas le gustan esa clase de tipos, pero yo no lo era aunque lo intentara: había dicho la verdad. Se me fue la pierna.

Normalmente me levanto con el hambre hecha, que se dice por aquí, soy muy capaz de comerme lo que sea, pero suelo conformarme con un gran vaso de zumo de naranjas, un limon y una buena cucharada de miel acompañado por un montadito de fiambre, o unas galletas, o unas nueces, algo que te dé energía, pues uno no puede andar por ahí, subiendo cerros, con un vaso de leche desnatada y unos copos de avena o cualquier parida de esas, que más que comer parece que te están comiendo de lo hipocalóricas que son.

Las naranjas nos la trae un murciano que se recorre una buena parte de España vendiéndolas en su furgoneta, es un tipo enorme que siempre va con prisas, como escapando de algo o de alguien, aparte de Hacienda, como todos, que factura ni Dios que lo soñó, "DIÉ KILO, CINCO EURO", están cojonudas, grandes y llenas de zumo, también lleva melones, sandías, ciruelas, tomates, malacatones...en fin, lo que toque en temporada, "tómate algo", "DAME UN RÉ BUL", y se lo bebe en 0´2 antes de salir cagando leches por ahí, puedo imaginarlo parando de bar en bar, "DIÉ KILO, CINCO EURO", otro red bull, a tope, como la locomotora del infierno, yo me bebí dos con whisky una noche y me puse malo, pero malo de cojones, esa mierda huele a clamoxyl, a medicina, a veneno, pero a cada uno le va bien lo que le va bien.

El verano no es época de naranjas, al menos de las buenas, así que lleva unas semanas sin aparecer, y si quieres naranjas tienes que comprar las malas, las que venden en las grandes superficies. O en los pequeños súper de barrio.

Voy a uno que está cerca de casa a pesar de que esté un poco más lejos que el Mercadona, pero es que este sitio me da mucho por culo, de verdad, con esas niñatas con aspecto de castingeras para Gran Hermano, y es que todo lo que me recuerde a Telecinco y su putamadre me saca de quicio y más allá, no puedo soportarlo, prefiero oler a naftalina, rodeado de viejas, que ver a esas petardas, carne de todo lo que no me gusta.

El encargado del súper es uno de los tipos más siesos que he conocido en toda mi vida, luego está el carnicero, un tipo con cara de resaca perpetua, me cae bien, una pureta que anda de aquí para allá y que conoce a todas las viejas por su nombre, y una cajera fea, peluda y treintañera, con la boca empezada, a la que siempre que veo imagino comiendo pollas, pero ayer no estaba, andará de vacaciones en Cuba o en Torremolinos, así que me atendió el encargado, y ¡oh, sorpresa! me preguntó qué tal me iba, estuvo especialmente amable, ¡hasta me cambió la bolsa de las naranjas cuando me di cuenta que una estaba enmohecida!, "espera un momento que te la cambie", y se fue a por otra y pensé en como tiene que estar el asunto para que hasta ese intente hacerse el simpático.

Naranjas demasiado pequeñas y nueces demasiado pequeñas...al verlas me he acordado de la churrería que me encuentro todas las mañanas. Y no he desayunado en mi casa por primera vez en muchos años.

Tantos que mientras iba de camino he pensado en como pedir los churros, ya no me acordaba, "¿churros o porras?...las porras son los grandes, ¿no?".

La parroquia estaba compuesta por cuatro personas, apenas eran las siete de la mañana, conocía a un basurero que me encuentro todos los días, un tipo de barba cuidada con aspecto de trabajar en cualquier otra cosa menos en eso, de hecho ha sido el único en dignarse a responder mis buenos días, ha amagado con dejarme sitio en la pequeña barra pero le he dicho que no se molestara, que me iba a sentar en una mesa alta, al rato ha salido el churrero, un chico joven y con pinta de churrero, le he pedido un chocolate y dos porras y me he sentado a mirar el percal: uno leyendo el periódico, el basurero terminando su breve parada y los otros hablando de sus poblemas...

"¡Joder qué porras!" he pensado al verlas: enormes como cuello de pavo, "me he pasao tres pueblos", recién hechas, calentitas, el chocolate estaba delicioso, en su punto, ni claro ni espeso, me he puesto de buen humor con solo darle el primer sorbo, me encanta el chocolate, lo comería a diario, a cualquier hora, no entiendo como pueden llamar postre a algo que no lleve chocolate, de verdad, eso de pastel de queso o pastel de carne o pastel de cualquier cosa...¿de qué coño me estás hablando?, pero también es de los que lleva a doña Tensión Alta del brazo, así que me corto bastante, una vez a la semana, cumplir años es descumplir otras muchas cosas, pero qué le vamos a hacer.

Pero las porras...¡ay, las porras!. Tan huecas como corazón de especulador: solo tenían el envoltorio, quizá hubiera podido usarlas como catalejo, "¿por qué? ¿por qué?". Y he pensado que si las hacen así es porque le gusta a la gente, menos pesadas, menos calóricas. "Puedes comer churros, pero de esta manera, así no engordarás". Qué obsesión.

Prefiero no comerlos, o hacerlo una vez al mes, antes que me den gato por liebre: esos churros merecerán el aplauso de dietistas y cantamañanas que cocinan vestidos de negro y con una gorra de colores sobre sus cabezas. Pero no el mío.

Otra cosa a no hacer.

Entre los años y los gilipollas cada vez se ponen más difíciles las cosas para nosotros.

Aquellos a quienes se nos iban las piernas

10 comentarios:

  1. Estás en forma chico...

    ResponderEliminar
  2. Pues te aseguro que yo hay mañanas que con una manzanilla a las ocho aguanto como un campeón hasta las dos de la tarde... Cuando me la tomo, cuando ese líquido insulso ensucia mis tripas, las acalora y me proporciona una sensación amarga para el resto del día, pienso en los manjares que me estoy perdiendo por evitar las temidas tres cifras. Y reniego, ya lo creo, pero qué le vamos a hacer, cuando me pongo en ciento y pico me paso quince minutos resollando tras atarme los zapatos, y eso es una mierda aún mayor que perderse el desayuno de por vida.
    Eso sí, los domingos no me pierdo los churros por nada del mundo, aunque tenga que ir andando a buscar dónde se ha puesto la churrería móvil que viene a mi pueblo los fines de semana (no tenemos arte ni para tener un establecimiento fijo). Y tienes razón, cada vez son más huecos, casi diríase que parecen productos de la nouvelle cuisine esa de los demonios. Pero amigo, la sensación de mojar ese producto de la fritanga en el chocolate (yo los prefiero con Eko y leche fría) hace que olvides todo lo demás.
    Saludos Kufisto. Por cierto, yo también habría dado una patada si el tema de conversación hubiese sido Kant. Y dos con Descartes...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo mío con la manzanilla y demás hierbas es casi tan imposible como con la maría: me ponen mal cuerpo.

      Es el metabolismo, que diría Homer.

      Para las legañas y tal, cuando era chico, aunque hace unos meses me bebí un poleo en el bar, una equivocación en el pedido, y por no tirarlo...tardé hora y media. En ese tiempo soy capaz de dar fin a una botella de whisky y 2 litros de coca cola.

      Tampoco me llevaba muy bien con Descartes, la verdad, no entendía ni jota de su método, ¡pero qué va a entender un chaval de quince años con las hormonas en la punta del cabello!. Todo está al revés, amigo mío. Como dijo Hermes Trimegisto: "lo que está arriba es como lo que está abajo". El jodío hubiera sido el puto amo en esta sociedad.

      Un abrazo y muchas gracias, colegón.

      Eliminar
  3. Me chifla ir de paseo por tus textos.

    Hay q desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo. Dicen.

    Hay q hacer tantas cosas!! Y dejar d hacer tantas otras!!

    Pero sí desayuno bien. Con café. Mi tensión anda siempre por los suelos.

    En MDR me llevarin a comer chocolate con churros a San Ginés. Q rico!!! Aunqe no soy muy golosa…

    Besos, Kufis!!!

    ResponderEliminar
  4. Yo nunca he sido de desayunar fuerte cuando me he levantado para ir a clase o al trabajo. Es hacerlo y echarlo en el baño y aun asi despues siempre me quedaban ganas de volver... lo unico que toleraba era algun zumo. Sin embargo los fines de semana si podia... supongo que seria cosa de los nervios de las clases o el trabajo.

    Con el cafe nunca he podido, tiene que ser muy corto para darle sabor porque si es uno normal hace que parezca el neng de castefa aquel de hace años.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tengo un estómago que ya lo hubiera querido Rocky, amigo, sino fuera así sería inexplicable lo mío: todo lo que le entra sale depurado por donde debe. Rarísimo es que cambie de camino.

      Un saludo.

      Eliminar
  5. La medida de mi desayuno viene dada no tanto por mi hambre, sino por mi pereza. Si me levanto con tiempo, sacrificando esos últimos y sagrados minutos que estás en la cama, soy capaz de comerme unos huevos fritos o tostarme unos bimbo en la sarten junto a un poco de jamon de york; luego un zumo natural con 2 naranjas, tostada con mermelada de ciruela (de la de verdad, no la mierda que venden).. y luego un tazon de cafe con leche, bien cargado.

    Pero la pereza es muy poderosa a esas horas (casi tanto como hacienda), y normalmente me tomo el zumo de una naranja, tostaduca con mermelada de ciruela y tazon de cafe con leche. Luego visita al trono real para lanzamiento de pino y como dios, listo para ver lo que sea.

    Yo ahora con lo que lucho es con la cena, intento seguir eso de cenar como mendigo, pero es muy difícil, soy débil.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. "Lanzamiento de pino"...joder. ¿Nos vamos a hacer escoceses a estas alturas, Ogro de mis entretelas?

      Crack.

      Yo soy más débil que tú, pero el tema cena lo llevo bien: atrás quedaron los tiempos en que era capaz de comerme una fabada y dormir como un lirón. Tan atrás que ya ni los veo. Ni los oigo. Mejor, no sea que me equivoquen.

      Un abrazo, amigo.

      Eliminar