miércoles, 28 de enero de 2015
BIENVENIDA A LA VIDA, CARMEN
- ¿Como era eso cuando te duele el cuello? -les pregunté a dos clientes más o menos habituales- ¿Calor o frío?
- Joder, Kufisto...calor -dijo uno de ellos, el divorciado que está saliendo con una chica quince años más joven que él, el que lleva algún tiempo machacándose con el gimnasio y sus derivadas químicas, el experto que yo esperaba respondiera.
Acto seguido comenzó a dar las pertinentes explicaciones al mismo tiempo que se rascaba el rabo de vez en cuando, tal y como suele hacer desde que lo conozco. Nunca he oído a nadie decirle nada; así que yo, tampoco. Había dicho lo suficiente: calor. Y mi pobre cabeza de pepino hizo el tilt que, también, más o menos esperaba: "Claro, claro...calor..." Pasé de escuchar lo que había olvidado y me puse en modo "abuela de Cáritas frente a hombre español"
Llegué a casa con el plan hecho; de hecho, lo estuve pensando por un largo rato, casi tanto como el me quedaba para acabar el turno: tengo el mismo nivel de macguiverismo que ese inglés de la tele, el último superviviente, haciendooo...no sé. lo que no sepa hacer
Encendí la calefacción, pillé la toallita del bidé y la dejé sobre el radiador de mi habitación, fuera del alcance del puto gato.
Un par de horas más tarde (después de ganar un par de partidas de ajedrez a siglas aleatorias que te aseguran ser seres humanos y de cenar una pizza de atún tan casera como un polvo de Badoo) mi cuello se acordó de mi toalla. Y se la enrosqué mientras leía cosas de ultra-católicos en el móvil.
"Esto no da el suficiente calor" pensé al tumbarme en el sofá. Pero sí, lo dio, soy tan maximalista...También un par de horas después, al acostarme como el padre de Pantuflo Zapatilla, más o menos. Dejé a sus nietos a un lado de la cama y, por fin, pude dormir el tiempo que se supone debes dormir. Y aún más para mi, que soy del bar, como diría la bruja Avería antes del Alzheimer.
Yo he tirado de pastillas toda mi puta vida; pero de un tiempo a esta parte intento evitarlas. Desde que empezó el año sólo ha caído una aspirina y un ibuprofeno, que lo tengo controlao. A estas alturas de cualquier otro de mi vida adulta andaría por media caja de cada, más o menos, sino más. También. Y no he cambiado de modus vivendi, no...
...pero ahora no sangro cuando cago, como durante los últimos 15 años. Y eso, creo yo, es buena señal, ¿no?
El bar amaneció como casi todos los días del último mes y medio, dejando a un lado la Navidad mediante: chiquillos instituteros resguardándose en el recodo de la entrada mientras se esperaban los unos a los otros para ir a que les laven la parte de la cabeza que les deja el porno.
- ¡Buenos días! -dije yo la primera mañana que me los encontré, tan de sorpresa como un examen sorpresa de urbanidad.
- Urg...jarr...mmm...ehhh...ahhh...woahhh...
Se lo digo todos los días. Ahora hay quien va respondiendo con palabras.
A eso de la una del mediodía había hecho los mismos euros que horas había echado, cosa poco sorprendente.
- ¿Pero esto va con el café? -me dijo uno la semana pasada al ver que le ponía un chupito de zumo de naranja y una magdalena
- Sí, hombre, sí...
- No...si lo digo porque en otros sitios te dicen que tal y luego...
- No, hombre, no...
No lo he vuelto a ver. Será que se le ha muerto el canario. Es lo que tiene estar rodeado de zombis en las últimas.
- Ya está dentro, Kufisto -me ha dicho un amigo embarazadísimo
- ¡Coño!, ¡joder!, ya era hora...
- No veas el show...A las cinco ha roto aguas...
Nos hemos reído mientras me lo contaba. Tenía cara de estar a punto de ser padre por primera vez; una cara limpia, una cara que daba su mejor cara, una cara que estaba esperando otra a su imagen y semejanza.
- Me ha dicho de tó mientras se la llevaban, Kufisto...¡qué malo tiene que ser eso, Kufisto!
- Claro...
- Jodeeerrr...¡Si tuviéramos que hacerlo nosotros!
- Ya...
El ex-legionario, el tío que tiempo atrás tumbaba a cualquiera en las más importantes de las facetas nocturnas, el hombre de negocios capaz de morir y resucitar como un ave fenix de la desconocida marisma manchega...estaba a punto de reventar de amor por causa de su mujer y la hija que le traía.
- ¡Me voy, Kufisto!
- Venga, vete, vete...
Llegó Jose y me trajo un pastel de la panadería donde trabaja.
- ¡Ehhh. Satán! -dijo
- ¡Ehhh, cabrón! -dije. Y me fui a cagar. Sin sangre. Una vez más.
El pastel estaba de muerte; tanto que me animó a echarme un cubalibre, algo que, por otra parte, necesita poca animación. Y menos hoy, que ya lo andaba ronroneando al sentir como mi cuello iba recuperando sus dominios. Y sin pastillas.
Hablamos un rato, reímos, y me dijo que se iba para el hospital a ver a una buena tía suya. Algo del riñón. "A ver qué es..." Esto de los supuestos cánceres es como saberse la parte de Bonham en All of my love yendo como iba él cuando se mató.
Y entonces entraron dos niñas, dos chavalas de esas que ya ni miras por no molestar; dos mujercitas, dos chavalas que parecían como si llevaran los últimos veinte años de televisión a cuestas, siquiera quince, dando los cinco primeros de inconsciencia total...Tanto fue que al oír hablar a una de ellas me pareció como si fuera abogada, así como una joven y delgada Almeida, con sus gafitas y sus labios gordos y secos, como aquella novia, la primera que tuve, esa que algunos años después acabó metiéndose a monja, aquella...¡Oh, Begoña!...
Eran dos y pidieron tres cafés.
"Eso es que están esperando a alguien -pensé- Sólo eso. Y nada más"
Pero el caso fue que el tiempo pasaba y ahí sólo llego Paco, el ciego. A su rincón. Al que le digo.
- ¿Y el guiso, Kufisto?
He estado tentado en decirle que había caído entero, por maldad, porque veo que últimamente se regodea con mis sobrantes; será que vuelve a estar más enfermo de lo normal:
- Bien, bueno, va...Ha sobrado más de la mitad. No sale ni Blas, me cago en Satán...
- Jijiji...Bueno,pá luego pá la tarde, ¿no?
- Claro
- Adiós, Kufisto
- Adiós, hombre, adiós
- ¡KUFISTOOO!
- Ehhh
- Seguimos con Dylan, ¿eh?
- Pues claro, coño. ¿Qué quieres?
- Un cubata
- ¿Sin café?
- Este
- No, ese no es tuyo, es de las chicas que están afuera.
- Este es mío, ya te lo digo yo...
"La madre que me parió..."
Las chicas pasaron. Era el suyo.
- Ponles un cubalibre, Kufisto
- ¿Qué queréis?
Pidieron. Una hizo como que sabía, "soy del gremio" (Oh, Dios...) La ginebra esta tal, la otra pascual...No daba ni una.
- No, mira -acabé por decirle al abrigo de mi reciente segundo whisky- Esta es más aromática que esa que dices...esta es más fuerte...esta es para maricas...
Estaba empezando a dar una clase ginebril cuando mi colega habló de otro tío que faltaba por llegar.
Y, entonces, viendo que no había nada que rascar, corté toda comunicación; como el Echoes que me despierta durante diez minutos cuando mi teléfono dice que son las siete de la mañana.
Llegó un tipo que reconoció aquel amigo, no yo; quizá sepa quien es, pero ne me acuerdo de qué ni de donde. No me gustó. Ojos brillantitos, perilla...Mi tesis es que quien se deja perilla es un maricón.
Finalmente vino la última pata de la silla, uno de esos para los que el Quijote es una cosa tan de otro mundo como un pingüino en el Polo Sur.
El de la perilla se metió al water. Tardó un rato hasta que salió. Yo estaba meándome vivo, pero lo dejé pasar. No entró ninguno de los otros dos. Pasé, meé, busqué y lo hallé delante de mis narices: ahí estaban los restos, sobre la tapa del water. Pasé mi dedo. Era coca.
Afuera estaban dos crías con tres cuarentones.
En la tele, el gordaco de los trasteros maravillosos parecía más falso que de costumbre.
- ¿La has visto? -me dijo mi hermano al llegar
- ¿El qué?
- Mira
Era un wasap con la foto de la hija recién nacida de nuestro común amigo, en brazos de su mujer, todavía con la lágrima en sus ojos...
- Joderrr...¡qué cosa más bonita!
Tengo el cuello lleno de amor.
sábado, 24 de enero de 2015
ERNESTO Y CHARO
Charo Gómez acabó por poner a Long Big John a su máxima potencia; hasta ese punto donde parecía tal que si fuera a salírsele por el estómago, como el bicho de aquella película que vio siendo adolescente y que la turbó lo justo y necesario como para conseguir los dos pósters: el de la chica de las braguitas con los brazos en alto tocando los botones del ordenador de la nave y el del monstruo que iba agarrao a esta por fuera.
- ¡¡¡Ohhh...ohhh...OHHH!!! -gritó corriéndose sobre la toalla que hacía de pantalla entre su culo y el cuero negro del sofá.
Finalmente abrió los ojos y, ya un tanto difuminado, vio a Frankie Fever en su televisor: estaba tan bueno como sin difuminar. Puede que mejor, si eso era posible. Y sí, lo era: ella podía pintarlo aún mejor cuando cerraba los ojos y no lo veía con aquellas putillas que tenía por compañeras de casa en Gran Hermano.
Poco a poco, jugueteando con los muros de su vagina, se sacó del coño el gran y rugoso rabo negro de goma.
Por fin, apagó la tele, se fue al water, lavó con mucho jabón a Long Big John, lo secó con la toalla del bidé y se dio una larga y caliente ducha.
- ¡Oh, Frankie...!
Ernesto Iglesias ya no sabía qué ver: había visto tanto que apenas recordaba el sentido correcto de los tornillos. Ya, rabo en mano, optó por un vídeo de teenagers, de las amateurs. Una rubia con aspecto y ojos de cocainómana le hacía una pasional mamada a un chico musculado, tatuado hasta donde antes, no muchos años atrás, empezó a estar su vello púbico. Ernesto se corrió antes que el de la peli. Recogió el semen del suelo con un pañuelo de los mocos, lo tiró al desbordado cubo de la basura, se limpió el capullo con un pedazo de papel higiénico y tiró de la cadena que contenía sus tres o cuatro meadas previas. Meó, dejó la muestra, se cambió de calzoncillos, husmeó los calcetines, se los puso, pilló el resto del vestuario de los días anteriores, algo de pasta del cajón de las sábanas, el ipod, y se fue andando donde las calles sí tienen nombre, apellidos, puertas y luz eléctrica.
- Hola -dijo Ernesto
- Hola, ¿qué vas a tomar? -dijo el camarero
- Un Bacardi con coca cola. Sin hielo y fhfgty...
- Ehhh,..¿en tubo?
- Sí, también. Y sin hielo ni limón.
Eso era algo raro. Muy raro. El camarero lo miró y no vio más que a otro solitario cuarentón, en el caso que no estuviera ya empezando el siguiente -ón, el de vételo pensando, que era lo más probable, aunque nunca se sabe con aquellos que parecen no haber estado nunca de yates, putas y Dom Perignon.
- Holaaa -dijo Charo
- Holaaa -dije yo
Y miró el bar como si no lo reconociera.
- Diferente, ¿eh?
- Sí...Acostumbrada a verlo al mediodía...
Iba con otra cuarentona, una tía fea, dientona, imposible de imaginarla en la cama. O en los aparcamientos de los últimos garitos poligoneros.
Charo tampoco da ni para los arrabales, pero es psicóloga; y aunque tiene más de cuarenta años también parece de esa clase de tías que en la hora adecuada pueden hacer lo que tú quieras por estar un rato contigo.
Cogí mis cosas cuando llegó mi hermano.
Ernesto iba por su tercer Bacardi y Charo por su primer descafeinado.
Y ahora yo voy por mi séptimo cubalibre.
Vale.
sábado, 13 de diciembre de 2014
VISLUMBRANDO A LLOYD
- Tienes que darle fuerte al chisme (no dije pitorro) para que salgan las pelotas, ¿vale?. Hasta el fondo.
- Vale. Hasta el fondo. Te llamo si tengo problemas -respondió sonriéndome otra vez; como antes, cuando salió a fumar mientras yo estaba fumando con un amigo.
- Me pones un Barceló con cocacola cuando pases, ¿vale? -me dijo yéndose un poco más allá.
- Vale - respondí sorprendido de que una muchacha como esa me hablara con una sonrisa como aquella.
La miramos caminar hacia el futbolín.
- Joder -dijo mi amigo
- Sí -dije yo- Y pensar que podría ser su padre...
- Jajaja...Pero te arreglaba el cuerpo esta noche
- Sí que me lo arreglaba, sí...Y la cabeza
- Jajaja
No hacía una hora, poco antes de la llegada de mi viejo colega, a eso de las cinco, cuando andaba poniendo las primeras copas de la tarde, que me había invadido una sensación de tristeza tal que durante un instante (sólo eso) tuve ganas de coger la puerta e irme a casa sin decirle nada a nadie.
"Oh, Dios...todavía me quedan dos horas..." pensé mirando al reloj de la pared que estaba a mi espalda. A un lado, las botellas; y enfrente la televisión no hacía sino mostrar silenciosamente mucho de lo que me saca de quicio. Ya había quitado a Dylan para poner la emisora indie. Hoy es día de cenas de empresa. Y de comidas. Y, después de todo, las chicas sólo quieren pasárselo bien.
Un grupo de diez, mitad y mitad, acababan de abrir el melón. Uno de ellos, un buen chico, el que fijo había llevado a todos allí, me enseñó una foto con su entrada para ver a los Kiss en Madrid.
- Ya sé que no te van, a mi tampoco, pero oye...Tiene que estar bien
- ¿Cuando es?
- En junio
- Joder. ¿Y ya están a la venta?
- Vaya...
Para la mierda siempre hay tiempo. Siempre hay tiempo de sobra para la mierda.
"Oh, Dios...tengo que echarme una copa"
Me la bebí mientras ellas chillaban y aporreaban a los muñecos del futbolín como si fueran chulazos de una despedida de soltera.
- Ponme de todo lo que tengas en el gintonic, jajaja -me había dicho la más pequeña, casi una enana, que no podía dejar de hablar y reír.
- A una le eché un ajo una vez y le gustó.
- No, ajo no, jajaja...
¿Cuanto ríe la gente? Aún antes de estos, los primeros después de las cañas, vinieron tres, dos chicas y un chico. A una la conozco desde hace tiempo; prácticamente la he visto convertirse de niña en putón. Siempre está riendo: "¿Qué quieres?", "Jajaja, un café", "¿Como lo quieres?", "Jajaja, cortado, jajaja" Está con uno más viejo que yo, uno que pasó un tiempecillo en chirona cuando éramos chavales. Drogas. Hace 20 años largos de aquello. Él me mira como si no quisiera verme. Yo lo miro porque está en mi casa. Y ella ríe y ríe. Y la otra te mira como si no fueras más que otra triste polla de 19 centímetros. Estupendo.
- Jajaja...¿recuerdas aquella noche que nos caímos con la moto? -le he dicho a mi viejo amigo, ya un tanto animado por la tercera copa
- ¿Qué?
- Sí, joder...Hará veintipico años de aquello...
Al final lo recordaba él mejor que yo.
Llevábamos un buen rato callados, bebiendo en silencio, mirando lo menos incómodo, cuando he visto a aquella muchacha salir del water.
Me ha mirado sin sonreír y se ha sentado con su cuadrilla.
Y poco antes de irme la he visto en los brazos del más imbécil.
miércoles, 3 de diciembre de 2014
LA RESPUESTA ESTÁ EN EL VIENTO
- ¿Dylan? ¡Dylan era la hostia...! ¿Tú lo has visto cantar siendo un crío, en las universidades, con el público absorto con lo que decía un chaval de 18 años?...En Youtube hay vídeos de eso
- Ya -dije yo- pero a mi el que me gusta es el que viene a partir de Love and Theft
- Sí, bueno...pero aquello que te digo era tremendo.
Hoy me he enterado de que nació en 1950; no Dylan, sino mi amigo al que le gustaba Dylan.
Aquella tarde fue la primera vez que hablamos de algo. Lo conocía como a tantos otros que vienen por el bar: hola, holauncafé, comoloquieres, solo. No le echaba azúcar. Siempre me encontraba el sobre entero cuando recogía su servicio. Supongo que dejaría de ponérselo a la cuarta o quinta vez. O quizá no. O quizá siempre se lo puse. Resulta complicado dejar de poner el sobre del azúcar en el platillo del café.
Una tarde de hace un par de años lo vi bajar por la otra acera; hacía un mes que no venía por nuestro bar. Me extrañó. Apuré mi cigarrillo y por un momento pensé si le habría dicho alguna vez algo que le molestara.
Volvió al cabo de unos días.
- ¡Hombre!
- Kufistooo...
Había estado ingresado en el Hospital. Dos semanas, "cosa de los pulmones" o algo así, creo recordar...No tengo buena memoria para lo malo. Se quitó de fumar.
Otra un poco más tarde se salió conmigo para continuar nuestra conversación musical en la puerta del bar. Y mientras me fumaba un pito no sé porqué le pregunté a qué se dedicaba.
- ¿Y tú qué haces?
- Soy pintor
- ¿Pintor de pintor?
- Pintor. Pinto cuadros.
Y se sonrió.
Estuve a punto de decirle que yo era escritor; escritor de escritor. Pero no llegué a hacerlo. Nunca.
Esa misma noche miré en Internet por su obra: había expuesto en Madrid, Barcelona, Marbella...De esta última había un vídeo colgado en Youtube: ahí estaba él, rodeado de gente guapa, de mujeres estupendamente operadas; una madura princesa alemana (Marbella debe de tener el récord de princesas sin Reino), absolutamente follable, cortaba riente una especie de banda de esas que cortan los Reyes cuando inauguran algo. Un tipo joven, con aspecto de contertulio de Parada, absolutamente amariconao, la abrazaba amorosamente por lo bien que lo había hecho. Después salían más tías buenas, todas operadas, o lo parecían; gente de dinero, de pasta...Estaba hasta el Kashogi, ese cabrón.
- ¡Hostia! -le dije al otro día- ¿este es el de la Melody?
- Sí, ese es.
- Joder...¿Y te tiraste a alguna de esas perras?
- No, jajaja...
- ¿Vendiste algo?
- Sí...
Poco después me invitó a ir a su estudio, muy cercano al bar: "Pásate una tarde y lo ves" me dijo. "Claro" respondí. Jamás fui.
Recuerdo que otra tarde, una de esas en que ya éramos amigos, un tanto cansado por no preguntarle sobre su oficio, lo hice de Picasso, otro que no entiendo.
- ¿Y qué te parece?
- Oh, un genio. Un genio total
- ¿Y eso?
- Porque fue un tío que creó algo nuevo.
- Pero yo no sé...Yo veo a Velázquez y lo entiendo. O a Rembrandt, que una vez lo vi en el Museo del Prado...Pero Picasso...no sé
- Para pintar como Picasso -dijo él- hay que saber pintar como Velázquez. ¿Has visto sus cuadros de juventud, cuando todavía estaba en Málaga, o en Barcelona?
- No
- Pues ahí ya lo tenía, ya pintaba como él.
- ¿Y Dalí?
- Jajaja...ese fue un bluff, un producto de mercadotecnia...Si te fijas bien en sus cuadros ves que están llenos de fallos. No tenía técnica ninguna. Sólo fue que se vendó bien.
También le gustaba mucho la música; la música moderna: el jazz, sones iberoamericanos, el rap más actual cantado en español, los Beatles, Dylan, bandas de hoy en día...estaba puesto en el tema "Pon esto, Kufisto" Y lo ponía en el Spotify y me quedaba a cuadros cuando oía esas constantes rimas (certeras, sí, pero agotadoras) celebradas por un tío de sesenta años.
Ayer terminé mi turno con la reserva en sus mínimos. La noche anterior (mi día libre) me chispé tontamente en casa a base de vino y de whisky, la peor de las mezclas, aunque no tanto como cuando te la preparas tú y no los demás: uno no sabe lo que es beber hasta que empieza a hacerlo en casa. Me duché, me afeité, me desayuné y un rato después no había más que un cierto cansancio. Ni rastro de ganas por bombardear el mundo entero con todos sus hijos de puta dentro.
En ningún sitio como en casa.
Pero vamos, que a eso de las siete de la tarde ya estaba bastante cansaete...Llegó mi hermano, fuíme y comí algo de lo que no había comido durante todo el día.
Y entonces, por puro aburrimiento, por no ponerme El Resplandor por tercera vez en cuatro días, por no dormirme antes de tiempo, por no despertar en mitad de la noche, puse una peli-documental sobre Bach que un amigo me había aconsejado en la Red.
No me gusta Bach. No me gusta lo suficiente.
Con todo, hice el esfuerzo. Y ellos no hacían más que cantar, y venga cantar, y más cantar, y cantar y cantar...A mi me gusta la música.
Por tres veces estuve a punto de quitarla, pero me detuvo mi abotargamiento y las narices de su mujer: siempre me han gustado las mujeres de narices prominentes,
Y en el mismo momento en el que empezaron a salir los títulos de crédito del tostón sonó el himno soviético en mi teléfono, tan raro que casi me había olvidado de él:
- Kufisto -dijo mi hermano con voz que me mosqueó- ¿te has enterao?
- ¿De qué?
- Se ha muerto Gio...Se ahorcó el domingo...Lo han enterrado esta mañana...
- ¿Qué?
- Sí...
- ¡Pero si estuvo aquí por la mañana!
- Y por la noche también...
- ¿Como va eso, Kufisto?
- Bien, joder, bien...Prueba el guiso que acabo de hacer
- Venga
¿Dylan? ¡Dylan era la hostia!
Lo siento, Gio.
Lo siento mucho.
miércoles, 19 de noviembre de 2014
UN RELÁMPAGO EN EL CAMINO
Eran hojas, todavía verdes, lo que refulgía sobre la húmeda tierra. El sol de la mañana estaba en ese punto de su camino donde hace ver cristales en lugar de hojas al adormecido caminante, todavía triste por los escurridizos sueños de la noche pasada.
Las hojas, pegadas a la tierra mojada por el agua de la lluvia pasada, recuperaban el color de su naturaleza a medida que el extrañado caminante se acercaba. Eran hojas muertas y no un mar de botellas rotas lo que había vislumbrado tiempo atrás.
El cabizbajo caminante, resguardándose aún más del molesto viento que sólo para él parecía estar, pasó a través de ellas sin cuidado de no pisarlas. Allí, entre ellas, vio como dejaban de brillar a su paso. Miró al sol del cielo por primera vez en lo que iba de día; y pensó que en otros lugares, demasiado lejanos para el espacio de un solitario caminante, aquella luz estaría en ese punto del tiempo donde todas las cosas son lo que parecen.
Nada ni nadie había borrado las huellas de ayer, muy marcadas, quizá demasiado, para el exceso de tinta simpática de quien camina sin buscar nada ni nadie.
A un lado del camino, puede que en el derecho, el caminante oyó cantar desde alguno de los árboles a un pájaro que no vio; y pensó que habría más, muchísimos más, que estarían callados; y también pensó que quizá, si hubiera ido a la búsqueda del que cantaba, seguramente habría espantado a quienes silenciosos estaban. Y yendo más allá se preguntó si aún dando con él hubiera podido asegurar que era ese y no otro aquel que oyó tiempo atrás.
Entonces el viento se hizo para todos y empujó hacia el cielo a miles de pájaros que chillando como locos volaban hacia ninguna parte bajo ese azul dorado que muy pronto estaría otra vez tan negro como el árbol abrasado por el rayo.
martes, 11 de noviembre de 2014
VACACIONES EN LA BIBLIOTECA DEL PUEBLO
Hoy ha amanecido malo y he decidido ir a la biblioteca en lugar de a pasear. Tampoco yo estaba muy bueno y no era cuestión de tentar la suerte al comienzo de mis vacaciones. En el coche, frente a la gran puerta de entrada, he apurado el primer cigarrillo del día al son de la segunda escucha del Bullet in the head. No muy fuerte, eso sí.
Una vez dentro he visto a un conocido drogólogo ya cerca de la cincuentena ejerciendo de bibliotecario. Él no me ha visto a mi y he dirigido mis pasos hacia la sala secundaria. Allí todavía no había nadie. He dejado mi cuaderno y mi botellita de agua en un sitio bien iluminado, junto a una de las ventanas; me he quitado el abrigo, lo he colgado en la silla correspondiente y he ido a buscar algo que leer en la otra sala. Al regresar, ya tenía compañía al otro lado de la mesa: unos asientos más allá emergía la ácida expresión facial de una cuarentina con aspecto de opositora.
No he tardado mucho en abandonar la casposa lectura religiosa por la de una biografía de Nietzsche. Y ha sido entonces cuando justo enfrente de mi se ha sentado una chica joven aunque ya un tanto ajada, con gafas de color y no del todo fea. Ha extraído de su mochila una especie de atrio de madera que me ha hecho recordar a Sánchez Dragó, un bidón de agua con la leyenda Tú puedes pintada sobre él y muchos otros enseres y abalorios a los que ya no he prestado atención habiendo visto lo visto. De hecho, me he levantado para ir al water; aunque a lo mejor ha sido más para dejarle el suficiente espacio vital y visual como para que no se sintiera del todo incómoda. Quizá ese fuera "su" sitio de todos los días y yo el tío raro y feo que empezaba a joderle su maravilloso día con mi presencia.
A la vuelta he pillado de una de las estanterías el tercer tomo de las partidas selectas de Botvinnik; lo recordaba de muchos años atrás, cuando el asiduo era yo y el bibliotecario era otro muy diferente al de ahora. Leyendo el magnífico prefacio estaba, absorto por la concisión de su vocabulario, pensando que un hombre escribe de ajedrez como juega al ajedrez, cuando ha emergido una gran voz entre el silencio que allí habitaba:
- ¿VAIS A ESTAR ASÍ TODA LA MAÑANA? -ha gritado la Opositora girándose hacia dos muchachos que tres o cuatro filas detrás habían cuchicheado quizá durante 20 segundos- ¡ALGUNAS VENIMOS AQUÍ A ESTUDIAR! -ha sentenciado desafiante bajo sus gafas de color.
Los chicos se han callado y yo he mirado el equipaje de la tronante: un bidón exactamente igual que la chica que yo tenía enfrente, con la misma leyenda, con ese jodido Tú puedes y un libraco lleno de post-it (creo que se llaman así) de diferentes colores pegados sobre sus páginas, muy subrayadas a rotulador, cada cual más chillón.
Poco después ha sonado la primera alarma de mi móvil, la he apagado al instante y he salido a fumarme medio cigarrillo refugiado en el coche. He vuelto a poner la misma canción y he regresado a mi sitio.
Recordando la única partida que Botvinnik jugó con Fischer hacia ella me han llevado mis dedos sin necesidad de pasar por el índice: sé el año y Botvinnik ya no jugaba mucho por entonces. La he encontrado sin ninguna dificultad. Qué gusto da leer cosas buenas.
Andaba por el eventual sacrificio de dama fischeriano ("no me lo esperaba", reconoce con justicia Botvinnik) cuando en mi teléfono ha saltado Bonham y su loca batería de Rock n´roll. Esa es mi segunda alarma. No me sirven de nada, yo me despierto mucho antes, pero no las quito por pereza y porque no me disgustan del todo. La he apagado al momento, sorprendido de que sonara a pesar de haberle quitado el volumen al móvil cuando se activó la primera. Nadie ha dicho nada. Ha sido cosa de poco y no tengo buena cara. Tampoco sé mucho de teléfonos.
Y viendo el final de aquella mítica partida, leyendo al viejo y enterrado Misha, su elegante sorna con la que nos habla de la reacción del joven y enterrado Fischer, no he podido dejar escapar una leve sonrisa un tanto sonora.
Al levantar la cabeza he visto fugazmente que la chica del otro lado no miraba a través de sus lentes, sino sobre ellas. Entonces ha enfocado los ojos hacia su bonito atrio de madera. He recogido mi cuaderno, mi teléfono, mi botella de agua vacía y los libros de los otros.
En la calle seguía lloviendo. En el coche seguía Bullet in the head.
Hacía frío en casa. He puesto el brasero del sofá. El gato ha venido enseguida. Hemos estado viendo lo que había afuera.
Las gotas de fina lluvia se deslizaban torpemente hacia el quicio de mi ventanal, como si les gustara quien estaba mirándolas.
Suerte tardó cero coma dos en quedarse profundamente frito. Lo sé aunque no lo vea. Uno sabe que el otro duerme por el ruido que hace al hacerlo, no porque lo vea con los ojos cerrados.
Hice lo que pude para no despertarle: estaba a punto de empezar las tercera partida del Campeonato del Mundo de Ajedrez.
Pero no fue suficiente.
Gruñó, pegó un salto y se fue a su habitación.
Al menos ganó Anand.
Todavía hay match.
Todavía hay match...
miércoles, 5 de noviembre de 2014
ENEATIPADO
Nombre...
Cerré esa pestaña y regresé a la anterior.
"Son 150 preguntas" leí que decía alguno. Eché un trago de Passport con cocacola. "Huele a madera" le había dicho a uno esta tarde. Estaba hablándome del Athletic y me fijé en una jarrita de cerámica que lleva allí casi desde que se abrió el bar. O puede que esté desde la primera noche. No sé, pero siempre la he visto por ahí: verde oscuro, con todos los sellos del Passport y una pequeña asa para escanciar el polvo.
- Mira -le dije al otro
- Qué chula
- Sí...-y medié mi primera cerveza- Coges la botella, la vacías aquí, te pillas un vaso de chupito y pimpán...Pim-pán. Así, en un día tan frío como este...
- Ahí no cabe
- Que digas
Cogí una que dormía el sueño de los injustos tras las primeras marcas. Apenas le quedaba el culo. Era de litro.
- Hostia, no -dije- Es verdad. No cabría.
- Te lo he dicho.
- Es de litro...
- Y aunque fuera de tres cuartos...Ahí no entra.
- No...no...Joder, qué bien huele. Mira
Se la puse en las narices.
- Huele a madera, a madera de verdad, como dicen...-dije.
Aspiró un poco. Tardó un tanto. Acababa de tomarse el café.
- Mmm...sí, es verdad -dijo no muy convencido
La olí otra vez. La meneé. Como dicen que hay que oler las cosas. Olía a más madera.
- Joder que bien huele -y volví a ponérsela en sus narizotas
- Sí, sí...Ahora sí. Es verdad.
- Creo que voy a echarme uno esta tarde...
Reímos y se fue.
El hilo de los eneatipos estaba absolutamente desatado: todo el mundo quería encontrar su lugar entre los 9 posibles. Miré por encima y vislumbré algunas respuestas. Iba a escribir algo cuando el camión de Julio hizo más noche en el bar. Apuré el segundo Passport (este con cocacola) y salí a la calle abriendo las puertas de par en par.
- ¡Julio! ¡cabrón!
- ¡Kufisto!
Pasé adentro, quité a Dylan y puse a los Rage against the Machine. Fuerte.
- ¡¡¡KUFISTO!!!
- ¡Qué!
- ¡¡¡KUFISTO!!!
- ¡¡¡QUÉ, COÑO!!! -no oye una mierda. Demasiado heavy metal
- ¡SAL, JODER!
Salí.
- Échale un vistazo a la nota y ves cantándomela
- Joder
- Venga
- ¿A las botellas?
- Sí
- Una de J/B...dos de Cutty Sark...dos de Ballantine´s...
- Sí, esta caja es tuya. Sigue.
- ¿Así estamos?
- Venga, sigue, que hoy ha sido un desfase.
- Seis de Beefeater...
- Sí...
- Seis de Seagram´s...
- Sí, esta también es tuya.
- Con el frío que hace, joder...
- Venga
- Me voy a resfriar...
- Venga
- Que sepas que hoy te vas a llevar la puta terraza
- ¡No jodas!
- Sin joder parió la Virgen y aquí estamos, haciendo el cabrón.
- Puto Kufisto...
Coloqué el botelleo mientras él pasaba las cajas de refrescos y los barriles de cerveza.
- Falta el Marie Brizard -le dije
- Mira bien
- Pues pasa tú y lo miras
En ese momento llegó la única clienta que bebe Marie Brizard.
- Hola, Kufisto. Ponme un Marie Brizard.
- Díselo a ese, que no me lo ha traído. Y eso que la puse la primera.
- ¡A mi no! -dijo él- Yo soy el que descargo, no el que carga.
- No, se lo voy a decir a mi padre
- Joder
- Ya
- Bueno, venga -dijo ella-, cámbiame pá tabaco...
Le cambié y salimos a cargar la terraza.
- Y serás capaz -dijo él
- Hombre, como que soy de eneatipo 3.
- ¿Qué?
- Ná
- Estás loco
- Y tú sordo
Llegó mi hermano una copa antes del horario previsto.
- Déjalo, ya coloco yo lo que falta -me dijo
- Bah, es igual
Coloqué las cajas de refrescos que a muchos descolocarán y pillé mis bártulos y mi chaquetilla.
- Me voy
- Adiós, Kufisto -dijeron todos los tres.
"Hoy hay que comprar pan -pensé arrancando el coche- Dos huevos fritos con cebolla, el filete de ternera..."
Aparqué en marcha cerca del 24 horas, con los RATM a toda hostia.
- Hola
- ...
- ¡Hola!
- ¡Voy, voy...! -dijo la voz más vieja de todas las que allí habitan por turnos.
"Es curioso -pensé- A mi me ha pasado lo mismo esta tarde mientras meaba. Y además por tres veces" La había oído a la primera pero no había dicho nada. A la tercera me saltó la risa floja mientras me la sacudía. "Holaaa", "¡Ah, hola...! ¿oye, puedes dejarle estas llaves a uno que va a venir dentro de un rato?" Era la primera vez que la veía. Era una tía vieja y fea. "Claro". Al rato llegó un chico joven con un niño.
- Hola
- ....
- ¿Hola?
Estaba en la cocina fumándome medio pito
- Holahola (¿cuantas veces habré dicho hola?)
- Ehhh...¿te han dejado unas llaves?
- ¿Unas de eneatipo 3?
- ¿Qué?
- Es broma. Tómalas.
- Gracias
- Denada, dios...
- Hola, ¿qué quieres? -me ha preguntado la más fea del 24 horas
- Una barra de pan
- ¿Más hecha o menos hecha?
Sabe que es más hecha desde hace tres años. Yo siempre respondo lo mismo.
- Más hecha.
He visto los puros. Hacía tiempo que no me fijaba en ellos. Casi que desde que dejé de escribir por aquí.
- Dame unos puros.
- ¿Cuantos?
- Una caja
- ¿Una caja?
- Sí
En la cochera de mi edificio habían dos niños encaramándose al llamador de la puerta no motorizada.
La mía iba por menos de la mitad cuando bajé la ventanilla y les dije que pasaran por allí.
La niña dijo que sí. El niño siguió insistiendo con los botones. Yo pasé de ellos y bajé adentro.
Tenía que escribir.
Soy de eneatipo 3.
Y sin contestar 150 preguntas.
Soy lo que me sale de los cojones cuando me sale de los cojones.
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