lunes, 9 de septiembre de 2019

MAL DÍA

El día había ido mal y salí a andar con idea de estar cuatro horas por ahí. Volvería a eso de las diez y ya sólo quedaría acostarse de cualquier manera y dormir peor. Mañana estaría cansado tras el día de descanso y empezaría la semana con las piernas y las uñas doloridas. Luego diez horas en el bar y después...en fin, lo que fuese.

El viento soplaba con fuerza. De hecho él fue quien me despertó de la temprana siesta. Había dejado entornada la ventana de la habitación y el golpear de la persiana bajada fue lo que me me sacó del sueño casi de un salto. Recordaba que las zapatillas lavadas estaban en la repisa para secarse y temí que ya no estuvieran. Por suerte todavía estaban allí y las cogí todavía húmedas para dejarlas en la del patio interior junto a las gorras y gorrillas. Volví a echarme pero ya no pude dormir. Encendí el teléfono y vi que habría dormido como una hora. A veces una hora te deja nuevo, hablando tan exagerado como siempre hablamos quienes deberíamos haber nacido mudos, pero esta de poco valió. Con todo y con eso volví a intentarlo pero la extrema falta de sueño ya se había dado por satisfecha y sólo quedaba tu cabeza en modo fusta, a todo galope, tal que el carruaje de Drácula hacia su castillo. Me levanté.

El súper estaba casi vacío pero no por ello dejé de oler a ajo en forma de idiotas del pasado. Poco antes, al entrar, por primera vez en mi vida, pregunté en atención al cliente por un producto que han retirado hará un par de meses. La mujer de hoy, por suerte la que mejor me cae, la más preparada, una que se quedó viuda de joven al cargo de dos hijos y que no se ha vuelto a casar, tomó nota y dijo que se lo diría al encargado cuando llegara, cosa de la que no dudé que haría. En ella todo es profesional. Hay otra parecida pero en su caso la mirada inquisitiva no deja de notar una especie de trato de cursillo y comidas en la casa de campo con la familia y los amigos. El resto, más jóvenes pero no tanto como piensan, son directamente estúpidas por creídas.

Bajé al moro de la frutería y estaba la hija.

- Dame una caja de naranjas -le dije conforme entré, un poco cortante. Un tío grande estaba delante de la caja-
- Sólo me quedan de las caras -respondió ella un tanto sorprendida-
- Joder
- Se las han llevado todas los de los bares esta mañana
- Me cago en la puta...-le eché un vistazo a las caras- ¿Cuanto?
- Uno cincuenta el kilo. Para ti -dijo-
- Pues cógeme una caja

Ella obedeció sin quejarse. El tío grande era el vendedor de gusanitos y todas esas mierdas. Vi que me miró raro pero no dijo nada. La caja sobrepasó el peso de la báscula y la morita quitó algunas naranjas hasta que aparecieron los quince kilos.

- Venga, va -dije-
- Y estas de regalo

A esa hora ya estaría abierto el último sitio al que tenía que ir y eso hice. No cogí ni carro y con los brazos arramblé una caja de leche, otra de aceite para el bar y unas latas de sardinas para mi. En las cajas desiertas estaba esa rubita que tan bien me cae. Es como una canción de Scott McKenzie mezclada con un video de Diabolic Pictures.

- ¿Qué tal el finde? -preguntó tan simpática como siempre-
- Bien, ¿y el tuyo? -dije yo-
- Aquí, trabajando como una tonta...-Y sonrió-
- Ya somos dos tontos
- Sí, jajaja...

Fui para el bar, aparqué en mitad del paso de cebra y al ir a echar mano de las llaves vi que me faltaba una, la habitual en los lunes. Recordé haberla recogido al mediodía cuando dejé el tabaco pero entonces iba con otros pantalones. Me cagué en Dios, claro, pero después de todo la cosa no era tan grave. Bastaba con guardar el coche en la cochera y dejar toda la compra del bar en él. A fin de cuentas nada era tan perecedero. Naranjas, leche, aceite y limones bien pueden aguantar una noche en en el coche. Aún en el mío. Menos mal que la vieja todavía no tiene las llaves.

Y salí a andar. Cuatro horas. Y el viento soplaba fuerte.

De primeras puse algo de techno, pero pronto me di cuenta de que no era eso lo que necesitaba. Pasé a mis bandas de rock y después de un rato también me sobraron. Por un instante pensé en Mozart pero fue eso, un instante pensado. Y caminé por las afueras sin escuchar música alguna.

Al poco de entrar al pueblo vi a una muchacha que iba delante de mi. Llevaba unos pantalones negros ajustados y un top verde claro, como de bosque pintado por un niño. Una melena negra y lacia caía sobre su casi descubierta y bronceada espalda hasta llegar a la cintura que se abría en las caderas mostrando dos nalgas perfectas, redondas y musculadas que se balanceaban a su paso. No quería mirar y busqué algo de música. Doblamos la esquina y me quedé en la otra acera. Seguía sin querer mirar todo aquello pero no podía dejar de hacerlo. Ella seguía andando con su teléfono, olvidada del resto, como un huracán, como dos placas tectónicas que despiertan amodorradas justo cuando todo el mundo está entregándose oscars los unos a los otros, como meteorito que cae en planeta muerto, como galaxia que todavía se está formando y no sabe qué hacer mientras tanto...

Ella dobló otra esquina hacia una urbanización y creí haberla perdido de vista. Pero al doblar yo la mía, la de siempre, volví a encontrarla. Y más cerca.

No fue durante mucho tiempo. Enseguida supe que iba a la academia de baile. Un cuerpo así, por necesidad, tenía que acabar su trayecto allí. Una adolescente, una niña, la esperaba tras la puerta con el dedo en la boca, seguro que sin darse ni cuenta. Ella le dijo algo y pasaron para adentro. Yo seguí hacia delante.

Saltó "Child on time" tras desechar algunos temas. "Child on time" siempre ha sido la canción que más me ha gustado de Deep Purple, aún cuando era chico y la oí por primera vez. Es una gran canción. Y más desde que Houellebecq, el único escritor vivo que merece la pena leer, le ha dedicado su pluma en la última novela publicada, quizá la mejor de todas las suyas.

Nacer a tiempo. Nacer bien. Nacer de buenos padres. Nacer de buenos partos. Nacer a buenas educaciones. Nacer con los códigos correctos marcados a fuego. Nacer a la buena familia.

Nacer sin demonios. Nacer como si la vida fuera un premio y no un castigo eterno. Nacer a ella como si no pudiera existir otra cosa mejor. Nacer perfecto y entero. Nacer para bailar. Nacer para ser gloria viva de la vida. Nacer para amar y ser amado. Nacer para no ir mirando por ahí. Nacer para vivir la vida en la Tierra.


Corté las cuatro horas premeditadas cuando sólo había pasado una y media. Recordé que han abierto un chino por ahí cerca y pasé. Cogí unos botes de cerveza y pregunté por el precio del Johnnie Walker.


Es cuatro pavos menos que en la tienda de mis urgencias.


Ya lo sé para otra vez.



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