miércoles, 19 de octubre de 2016

NO HACE FALTA IRSE AL HIMALAYA




Apenas había abierto el bar cuando llegó. Pronto me di cuenta de que era un tío raro, aunque esto sea algo que pienso de la mayoría de los desconocidos. Se quedó en un extremo de la barra, junto a la puerta, y con una voz apenas audible me pidió algo.

- ¿Qué? -dije
- Un belmonte...
- Ah...eso lleva...-no me acordaba
- Café con leche condensada y coñac

Sí, no es bebida de aquí. Como él.

Era un tío de un metro noventa, de unos cuarenta años, ancho de espaldas y con unas gafas que enseguida me recordaron a Supermán. Le puse su café sabiendo que iba a quedarse un rato demasiado largo. Llegó el ciego con su tío y pidieron lo de siempre tras quejarse del oscuro y lluvioso día que estaba amaneciendo, "hoy se nos ha fastidiado el paseo"; el médico acabó de desayunar su café con 3 porras y me pagó pidiéndome cambio para tabaco; la mujer de la tragaperras estaba a su tarea y en la tele había uno muy sonriente vendiendo una faja mágica para las gordas que fueran lo suficientemente estúpidas de pagarlas; muchas, podéis creerme. Poco después apareció el afilaor y le mandé a por los periódicos que todavía no habían llegado una hora antes. A veces pasan estas cosas. Es raro, pero pasa.

Se fueron todos menos él. Me pidió una copa de coñac y continuó saliendo a la puerta para fumar. El tío apestaba a tabaco. Me preguntó por la Oficina del Paro y se la indiqué; "tenía que haber venido ayer...-decía como el niño que dice las cosas después de haber sido regañado-...¿pasará algo?", "no, no creo..." Yo no entiendo de eso, pero bueno: él parecía preocupado, yo no sé como va ese rollo y siempre es mejor dejar abierta la puerta de salida cuando no quieres estar con alguien.

Al rato, después de pasar un par de veces al servicio, pidió la segunda copa.

- Cinco ochenta -le dije antes de ponérsela.
- Pero...¿la copa?
- No, con la que te ponga
- Ahhh..., perdona

Pagó y se la puse.

Siguió fumando tabaco de liar.

- ¿Pones música? -me dijo una de las veces que estaba por ahí cerca.
- Después
- Música alegre...

A eso de las diez ("¿crees que ya estará abierta?", "seguro") se marchó igual de acabado que cuando llegó.

Eran las seis menos cuarto de la tarde, ya estaba a punto de irme, cuando una de las mil veces que he salido a la puerta he visto a alguien que subía calle abajo. Me he fijado y era el tío raro. Llevaba una bolsa de plástico y caminaba dando bandazos. Me he pasado para dentro. Él ha seguido para arriba, ya por la calzada, siempre a punto de caer en el mar de alquitrán, sin mirar quien iba y quien venía por muy coche o camión que fuera. Ha tenido suerte: por no haber no había ni tráfico. Ya en la otra acera, más escalando una montaña de hielo que subiendo una puta calle, ha conseguido apoyarse en una pared. Ha intentado liarse un cigarrillo y no lo ha conseguido. Ha sacado el tetrabrick de la bolsa y le ha metido un trago de espanto. Después le ha pegado un manotazo a la pared y ha proseguido su ascensión hasta el primer vivac de madera. Allí se ha sentado intentando hacerse otro pito. Creo que tampoco lo ha conseguido esta vez. Se ha vuelto a levantar. Cincuenta metros más allá ha alcanzado el segundo banco. Ya apenas lo veía. Otra vez arriba. Otra vez andando sobre el hielo. Otra vez cualquiera apartándose de él...


Y al final ha conseguido doblar una esquina.




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