miércoles, 27 de marzo de 2019

FALLIDO CAMBIO DE TABACO

Es un experto en drogas. En su opinión no hay mejor que el speed. La cocaína y la heroína considéralas como propias de tontos, tal cual.

- Lo mismo decía Lemmy -le dije al oírlo
- Lemmy sabía de lo que hablaba.

Estábamos fumando un cigarrillo en la puerta del bar. Era mediodía, el cielo estaba azul y el sol refulgía en el alto cielo. Me fijé en la chivata de tabaco que llevaba: Manitou "Orgánico"

- ¿Qué tal es? -le pregunté
- Bueno. Es de los que menos mierdas lleva -respondió citándome sus características

No me ofreció y tampoco yo le pedí, pero me quedé con la marca. Siempre hay que tener en cuenta el parecer de quien sabe más que tú.

Enseguida volvimos al tema de las otras drogas. Es un auténtico entusiasta del tema. Lleva desde chaval metido en el rollo y apenas tendrá tres o cuatro años menos que yo. Se conserva joven, delgado, el pelo intacto y el mismo rictus de buen rollo de siempre. Trabaja cuando le hace falta el dinero y teniéndolo se dedica a viajar por ahí. Follador impenitente desde temprana edad, quizá también esto le haya ayudado a mantenerse así de bien. A veces es un poco brasas con el tema, pocas cosas más le interesan aparte de la buena música, pero lo cuenta con tal entusiasmo no exento de una cierta e innata candidez que uno lo escucha sin pesar. En contadas ocasiones, y sólo si le pregunto, me habla de su trabajo. Es cámara especializado en operaciones quirúrgicas que luego él edita y sonoriza con buen acierto, pues no por nada en varias ocasiones ha acompañado a los cirujanos responsables en los simposios donde son solicitados. Ya de joven se le notaba buena mano. Que yo recuerde rodó al menos dos películas porno, una de ellas con una rubia recauchutada de morritos calientes y a la que más tarde vi en aquel mítico comercial de Jet-Extender, el alargador de pene. Las rodó en Madrid y nos pasó una copia a los colegas. Eran cojonudas, muy profesionales, sin nada que envidiar al material que había y hay por ahí. Y todo era obra suya menos la producción, que hay entraba en juego un tipo, un pureta, un cocainómano bastante pasado de vueltas, que era quien ponía la pasta para contratar a las putas y los interiores. Todo lo demás era obra de mi amigo.

Claro que viene de familia con ascendencia en el tema fotográfico. También en el estupefaciente, por cierto; tal vez por ello su excepcional tolerancia hacia las drogas. Si hubiese querido habría tenido su laboratorio propio, el familiar, pero no quiso y prefirió hacerlo a su manera. El padre sólo lo era de su hermano y no se llevaba demasiado bien con él. Al suyo verdadero nunca lo conocí, pero sí a su tío, el hermano de su madre, uno que tenía una tienda de discos y equipos de música que en todo era muy parecido a mi colega aunque bastante más taciturno, cosa también comprensible desde los ojos de alguien que tenía que bregar con criajos locos por el nuevo heavy metal de mediados de los ochenta que no apreciaban a los auténticos dioses setenteros del hard rock. Pero en fin, el negocio era el negocio y tenía que tragar con todos nosotros. Buenas perras nos dejábamos en aquella icónica tienda del pueblo. Pasar allí entonces era poco menos que ir a pillar a porno en los kioskos. Qué tiempos.

La madre y el padrastro terminaron por divorciarse y mi colega, ya mayor de edad o casi, se largó de allí y empezó a vivir a su aire y por su cuenta, pasando largas temporadas fuera del pueblo e incluso del continente, aunque esto era algo que las malas lenguas decían que había hecho para limpiarse un tanto de sus adicciones y las arriesgadas pellas que a veces conllevan. Allí, en el África, se echó una novia negra y a punto estuvo de casarse con ella por la iglesia, tan satánico él como lo era y supongo seguirá siéndolo. Por lo visto, y según me contara en una de sus breves visitas al pueblo durante aquel tiempo, era una auténtica máquina de follar pero quería formalizar la relación en la religión de sus padres. Él parecía conforme pero al final no lo hizo y se volvió para acá, sus aguas y las de algunos otros que lo buscaban con no muy buenas intenciones ya más calmadas. A veces no hay como una proposición de matrimonio, una madre envejeciendo y un ex-padrastro con algo de dinero para regresar a la tierra de tus camellos.

Mi bar no es su bar. Es decir, lo es siempre que él quiera. De verdad que me alegra verlo por aquí. Pero nuestro puerta, por así decirlo, no está para fumar porros.

Él viene algunas mañanas y se toma una cerveza. Come algo, no mucho y despacio, y hablamos de drogas o de rocanrol si la cosa está tranquila. Y en ocasiones lo está lo suficiente como para salirnos a echar un pito en la puerta.


Ayer fui a comprar tabaco. Le dije a la chica que esta vez me diera un Manitou Orgánico.

- Ayer estuve con Sujo y me dijo que es bueno -le dije como si ella lo conociera. Y lo conocía. No en vano es el único estanco del pueblo donde no es raro escuchar a los Deep Purple.
- Sí -dijo ella con una sonrisa-, ese es el que se lleva.

Qué cabrón. Qué bien le cae a las tías.


Llegué a casa y me hice uno. Era más seco que el Golden Virginia pero no me desagradó. Y además lleva menos mierda. Llevo bastante tiempo mirando la mierda que me meto. Es curioso.

Lo malo fue que me daba ganas de fumar más. Y esta mañana bien temprano he mandado a Josemari al estanco Paco donde compro el tabaco para el bar con el añadido de una chivata de Golden Virginia para mi.

Donde va a parar. Aunque ahora, mientras he estado escribiendo esto, hayan ido cayendo en el cenicero uno encima del otro.


Manitou Orgánico duerme en el frigorífico hasta una mejor ocasión traída por la escasez junto a media cebolla, una cabeza de ajos, un resto de mantequilla Kerrygold, algunas manzanas, unos chicharrones y un par de brócolis.


Con todo, seguro que lo hace mejor que yo aquella noche de hace mil años en la que me metí speed con mil cubalibres. Mi padre estaba en la puerta cuando los colegas me dejaron en casa.

- Como vienes, Kufisto, como vienes...-me dijo  en un doloroso susurro que jamás olvidaré mientras me llevaba a la cama.


Luego comí tanto techo y espejo que aún hoy, veinticinco años después, continúo estando saciado.


Serán los genes.

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