Dormí de un tirón tras fantasear durante un buen rato con ayudar a todo aquel que me lo pidiera. Ni la gata me despertó. Ya tenía abiertos los ojos cerrados cuando a eso de las seis oí los golpes de la gata en mi puerta, que seguro no fueron los primeros. Me levanté, se la abrí y dormitamos juntos durante una hora, hasta que Bron Yr Aur me sacó del mal rollo soñado en esa última hora para devolverme a la impostergable realidad.
Uno se da cuenta enseguida de como va a ir el día. Es levantarse y casi verlo. Y luego, ya duchado y desayunado, acelerando el coche por las calles desiertas, ya ves cualquier cosa que no cuadra en el perfecto círculo que cerraste anoche.
¿Donde había quedado aquel estupendo paseo, aquella ligereza de pies y pensamiento que me habían dejado en casa con una sensación tal de paz que ya por casi viejo me daba miedo? ¿Donde? Es tan rara...Recuerdo una vez, andando una mañana bien temprana por ahí durante otras vacaciones sin salir de mi pueblo, por el arcén de la comarcal con el cercano hedor a mierda de oveja, de camino a los molinos, que tuve poco menos que una iluminación, así, tal cual, os lo juro, fue algo fantástico, tan indescriptible que al irse difuminando dejé de andar y miré al límpido cielo, como si de esa manera pudiera volver a atraparla. Durante un rato me quedé en el sitio a ver si podía recogerla pero no hubo suerte. Por un momento lo había entendido todo y sólo me había salido sonreír.
Llegué al bar y no estaban esperándome ni Josemari ni la niña, cosa esta última que me quitó un peso de encima. Es la hija de una pobre y desgraciada mujer que está tomando la costumbre de mandarla al bar a por su café, unos churros y algo de tabaco por la gracia de Kufisto. La chiquilla acaba de empezar sus estudios en el instituto, así que supongo no tendrá más de doce años. La otra mañana me la encontré junto a Josemari esperándome en la puerta, en pantuflas, con el pijama y un abrigo. "¿Pero qué coño?" Josemari salió zumbando a por los churros sin parar en la prensa y mientras tanto le puse un vaso de colacao con galletas y el Discovery Max en el lugar de mi Teletienda de todos los días.
- ¿Qué quieres ser de mayor? -le pregunté
- Maestra -respondió- o veterinaria.
Josemari llegó poco después que yo. Al rato lo hizo la niña. "Hoy vengo vestida -me dijo- Le dije a mi madre lo que me habías dicho tú" Más churros. Otro café. Un cigarrillo de los míos. No hay más paquetes.
- ¿Y esta cría como es que tiene que andar así? -preguntó el gitano cuando se fue
- Pues yo qué sé, Josemari, yo qué sé...
Uno puede ser un Dostoyevski y escribir una jodida novela con todo esto. Yo no lo soy pero lo cuento.
Pronto todo se fue a la mierda, niña incluida. Todos los buenos deseos, todas las buenas acciones soñadas, se diluyeron en mis ojos como un sueño cualquiera.
No hay nada que hacer. No es la primera vez que no lo haces. Tus deseos son aún más inútiles que tus sueños.
Mañana amaneceré con mi gata.
Sólo tendré que abrirle la puerta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario