sábado, 10 de diciembre de 2016

GRATRAE

Vi a una mamá primeriza mirándose en el gran espejo de la salida del water; vi a uno que en dos horas rió más que yo en dos años; vi a un gordo vendedor de zapatillas que sólo corre para pillar cocaína; vi a uno discutiendo de política con su divorciada novia de cincuenta años; vi como iba emborrachándose hasta las babas uno que pronto será padre por segunda vez; vi a un chico bien que dentro de quince años estará en las reuniones de padres de alumnos de colegio privado; vi ningunearse a una orgullosa psicóloga para que su todavía macho alfa la vaya preñando cuanto antes; vi a un grupo de chicos y chicas pasándose entre risas a sus bebés; vi a una pareja de puretas besándose como si lo hicieran para tener algo que escribir en sus Facebook antes de ir a dormir; vi a un drogadicto que el sábado que viene irá a pasar unos días con su hija en la lejana ciudad donde vive y crece junto a su mami y su nuevo papi; vi a un chaval tímido e inteligente, sin más amor que el de serie, hablándole dulcemente a una chica con ojos de mosca; vi a un sonriente ciego y a su ojeroso lazarillo; vi a una que ve tan poco como para seguir llamándome; vi a un hombre solo que siempre viene a la misma hora; vi el cáncer de mi padre en el suyo; vi a una mujer.

Salí del bar. Mi turno había acabado. Ella estaba ahí fuera, con sus amigas. Eché mano al bolsillo y no tenía ninguna de mis llaves. Pasé adentro y acabé encontrándolas tiradas entre el barril y la botella de ácido.

Arranqué el coche para ir a ver a mi padre.

Y después me fui a mi casa y estuve un buen rato lavándome la cara.

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