domingo, 13 de diciembre de 2015

DOS CICATRICES Y UN RAYO DE SOL




He despertado con dos cicatrices en la parte derecha de la frente; una de ellas especialmente grande, de unos cuatro centímetros. No es la primera vez que me pasa. Me las causo yo mismo con la uña. Creo.

La mañana gris y no demasiado fría. Todavía era casi de noche completa cuando llegué aquí. Limpié, fregué y coloqué el bar. Después abrí la puerta y sólo me quedó esperar.

Ha entrado poca gente. Un ciego y un viejo con sus dos hijas; una de ellas todavía tiene buenas tetas. Un colega me contó que eran las mejores que había tenido entre sus manos.

Acaba de pasar un cliente habitual. Otro solitario. Le pongo su café y volvemos a ignorarnos. Una vez estuve a punto de discutir con él. ¿Y qué otra cosa se puede hacer?

En el cielo cubierto de nubes grises se ha abierto una brecha por la que ha se ha filtrado un poco de sol que ha alcanzado mi ventana. Por un momento he pensado si sería el Fin y si lo haría con la de las otoñales tetas entre mis brazos. Después no ha pasado nada de eso y he pensado si lo mejor no sería esperar la muerte mientras limpio, friego y coloco el bar.


Ha entrado más gente, demasiada, mientras escribía estas pocas líneas. Quizá algo no quería que lo hiciera. ¿O he sido yo?


Pero aquí están.


Y yo he vuelto a quedarme completamente solo. Creo.

lunes, 20 de abril de 2015

LOS PATOS NO COMEN CHURROS




Se los había guardado durante toda la semana pasada. Creo que fue el miércoles o el jueves cuando lo pensé: "¿Y si el lunes se los echo a los patos?"

Todos los días compro 6 para el bar. Siempre sobran. La gente sigue con miedo. Yo cogía los 4 churros que sobraban y los congelaba por si al día siguiente hacían falta. Nunca pasó. Así que los patos eran una solución más atractiva que la basura. Hay que ir haciendo buenas acciones, no sólo pensarlas.

Hoy dormí lo de dos días. Anoche acabé realmente cansado. Cada vez me pesan más los domingos. Trabajo demasiado.

Terminé por levantarme y me fui de bancos. No entiendo como la gente puede trabajar en esos sitios. Claro que hay mucha gente y no conozco bien a casi nadie. Puede que a nadie.

Comí y volví a dormirme. Me despertó una llamada desconocida. Era la compañía telefónica. Una chica. Le compré un seguro para el móvil.

- "Venga, al parque" -me dije.

Cogí la bolsa de churros descongelados de la mañana, me despedí del gato y marché a darle de comer a los patos.

Apenas había nadie. Eran las 4 y hacía una tarde esplendorosa, brillante, amarilla y azul, de esas que uno ya va apreciando un tanto. Me encaminé hacia donde los patos suelen tomar el sol y sólo vi a unos pocos. Supongo que los demás estarían durmiendo o algo así. Encontré una sombra bajo un buen árbol y hacia allí me fui, imaginando patos volando torpemente hacia mi al tiempo que aullarían como lobos por mis churros descongelados.

Partí un pedazo de uno y lo tiré al agua. Un pato gordo se fue hacia él sin mucho entusiasmo. Lo olisqueó cero coma y se largó por donde había venido. Y yo miré para atrás y a los lados. No vi a  nadie.


Dejé el bolsón colgado de un madero de la cerca y salí de allí.


"Alguien lo aprovechará" pensé.


Afuera el sol brillaba como si todo el mundo estuviera feliz.


Y de mi teléfono salió el Here comes the sun de los Beatles.



miércoles, 28 de enero de 2015

BIENVENIDA A LA VIDA, CARMEN



- ¿Como era eso cuando te duele el cuello? -les pregunté a dos clientes más o menos habituales- ¿Calor o frío?
- Joder, Kufisto...calor -dijo uno de ellos, el divorciado que está saliendo con una chica quince años más joven que él, el que lleva algún tiempo machacándose con el gimnasio y sus derivadas químicas, el experto que yo esperaba respondiera.

Acto seguido comenzó a dar las pertinentes explicaciones al mismo tiempo que se rascaba el rabo de vez en cuando, tal y como suele hacer desde que lo conozco. Nunca he oído a nadie decirle nada; así que yo, tampoco. Había dicho lo suficiente: calor. Y mi pobre cabeza de pepino hizo el tilt que, también, más o menos esperaba: "Claro, claro...calor..." Pasé de escuchar lo que había olvidado y me puse en modo "abuela de Cáritas frente a hombre español"

Llegué a casa con el plan hecho; de hecho, lo estuve pensando por un largo rato, casi tanto como el me quedaba para acabar el turno: tengo el mismo nivel de macguiverismo que ese inglés de la tele, el último superviviente, haciendooo...no sé. lo que no sepa hacer

Encendí la calefacción, pillé la toallita del bidé y la dejé sobre el radiador de mi habitación, fuera del alcance del puto gato.

Un par de horas más tarde (después de ganar un par de partidas de ajedrez a siglas aleatorias que te aseguran ser seres humanos y de cenar una pizza de atún tan casera como un polvo de Badoo) mi cuello se acordó de mi toalla. Y se la enrosqué mientras leía cosas de ultra-católicos en el móvil.

"Esto no da el suficiente calor" pensé al tumbarme en el sofá. Pero sí, lo dio, soy tan maximalista...También un par de horas después, al acostarme como el padre de Pantuflo Zapatilla, más o menos. Dejé a sus nietos a un lado de la cama y, por fin, pude dormir el tiempo que se supone debes dormir. Y aún más para mi, que soy del bar, como diría la bruja Avería antes del Alzheimer.

Yo he tirado de pastillas toda mi puta vida; pero de un tiempo a esta parte intento evitarlas. Desde que empezó el año sólo ha caído una aspirina y un ibuprofeno, que lo tengo controlao. A estas alturas de cualquier otro de mi vida adulta andaría por media caja de cada, más o menos, sino más. También. Y no he cambiado de modus vivendi, no...

...pero ahora no sangro cuando cago, como durante los últimos 15 años. Y eso, creo yo, es buena señal, ¿no?

El bar amaneció como casi todos los días del último mes y medio, dejando a un lado la Navidad mediante: chiquillos instituteros resguardándose en el recodo de la entrada mientras se esperaban los unos a los otros para ir a que les laven la parte de la cabeza que les deja el porno.

- ¡Buenos días! -dije yo la primera mañana que me los encontré, tan de sorpresa como un examen sorpresa de urbanidad.
- Urg...jarr...mmm...ehhh...ahhh...woahhh...

Se lo digo todos los días. Ahora hay quien va respondiendo con palabras.

A eso de la una del mediodía había hecho los mismos euros que horas había echado, cosa poco sorprendente.

- ¿Pero esto va con el café? -me dijo uno la semana pasada al ver que le ponía un chupito de zumo de naranja y una magdalena
- Sí, hombre, sí...
- No...si lo digo porque en otros sitios te dicen que tal y luego...
- No, hombre, no...

No lo he vuelto a ver. Será que se le ha muerto el canario. Es lo que tiene estar rodeado de zombis en las últimas.

- Ya está dentro, Kufisto -me ha dicho un amigo embarazadísimo
- ¡Coño!, ¡joder!, ya era hora...
- No veas el show...A las cinco ha roto aguas...

Nos hemos reído mientras me lo contaba. Tenía cara de estar a punto de ser padre por primera vez; una cara limpia, una cara que daba su mejor cara, una cara que estaba esperando otra a su imagen y semejanza.

- Me ha dicho de tó mientras se la llevaban, Kufisto...¡qué malo tiene que ser eso, Kufisto!
- Claro...
- Jodeeerrr...¡Si tuviéramos que hacerlo nosotros!
- Ya...

El ex-legionario, el tío que tiempo atrás tumbaba a cualquiera en las más importantes de las facetas nocturnas, el hombre de negocios capaz de morir y resucitar como un ave fenix de la desconocida marisma manchega...estaba a punto de reventar de amor por causa de su mujer y la hija que le traía.

- ¡Me voy, Kufisto!
- Venga, vete, vete...

Llegó Jose y me trajo un pastel de la panadería donde trabaja.

- ¡Ehhh. Satán! -dijo
- ¡Ehhh, cabrón! -dije. Y me fui a cagar. Sin sangre. Una vez más.

El pastel estaba de muerte; tanto que me animó a echarme un cubalibre, algo que, por otra parte, necesita poca animación. Y  menos hoy, que ya lo andaba ronroneando al sentir como mi cuello iba recuperando sus dominios. Y sin pastillas.

Hablamos un rato, reímos, y me dijo que se iba para el hospital a ver a una buena tía suya. Algo del riñón. "A ver qué es..." Esto de los supuestos cánceres es como saberse la parte de Bonham en All of my love yendo como iba él cuando se mató.

Y entonces entraron dos niñas, dos chavalas de esas que ya ni miras por no molestar; dos mujercitas, dos chavalas que parecían como si llevaran los últimos veinte años de televisión a cuestas, siquiera quince, dando los cinco primeros de inconsciencia total...Tanto fue que al oír hablar a una de ellas me pareció como si fuera abogada, así como una joven y delgada Almeida, con sus gafitas y sus labios gordos y secos, como aquella novia, la primera que tuve, esa que algunos años después acabó metiéndose a monja, aquella...¡Oh, Begoña!...

Eran dos y pidieron tres cafés.

"Eso es que están esperando a alguien -pensé- Sólo eso. Y nada más"

Pero el caso fue que el tiempo pasaba y ahí sólo llego Paco, el ciego. A su rincón. Al que le digo.

- ¿Y el guiso, Kufisto?

He estado tentado en decirle que había caído entero, por maldad, porque veo que últimamente se regodea con mis sobrantes; será que vuelve a estar más enfermo de lo normal:

- Bien, bueno, va...Ha sobrado más de la mitad. No sale ni Blas, me cago en Satán...
- Jijiji...Bueno,pá luego pá la tarde, ¿no?
- Claro
- Adiós, Kufisto
- Adiós, hombre, adiós

- ¡KUFISTOOO!
- Ehhh
- Seguimos con Dylan, ¿eh?
- Pues claro, coño. ¿Qué quieres?
- Un cubata
- ¿Sin café?
- Este
- No, ese no es tuyo, es de las chicas que están afuera.
- Este es mío, ya te lo digo yo...

"La madre que me parió..."

Las chicas pasaron. Era el suyo.

- Ponles un cubalibre, Kufisto
- ¿Qué queréis?

Pidieron. Una hizo como que sabía, "soy del gremio" (Oh, Dios...) La ginebra esta tal, la otra pascual...No daba ni una.

- No, mira -acabé por decirle al abrigo de mi reciente segundo whisky- Esta es más aromática que esa que dices...esta es más fuerte...esta es para maricas...

Estaba empezando a dar una clase ginebril cuando mi colega habló de otro tío que faltaba por llegar.

Y, entonces, viendo que no había nada que rascar, corté toda comunicación; como el Echoes que me despierta durante diez minutos cuando mi teléfono dice que son las siete de la mañana.

Llegó un tipo que reconoció aquel amigo, no yo; quizá sepa quien es, pero ne me acuerdo de qué ni de donde. No me gustó. Ojos brillantitos, perilla...Mi tesis es que quien se deja perilla es un maricón.

Finalmente vino la última pata de la silla, uno de esos para los que el Quijote es una cosa tan de otro mundo como un pingüino en el Polo Sur.

El de la perilla se metió al water. Tardó un rato hasta que salió. Yo estaba meándome vivo, pero lo dejé pasar. No entró ninguno de los otros dos. Pasé, meé, busqué y lo hallé delante de mis narices: ahí estaban los restos, sobre la tapa del water. Pasé mi dedo. Era coca.

Afuera estaban dos crías con tres cuarentones.

En la tele, el gordaco de los trasteros maravillosos parecía más falso que de costumbre.

- ¿La has visto? -me dijo mi hermano al llegar
- ¿El qué?
- Mira

Era un wasap con la foto de la hija recién nacida de nuestro común amigo, en brazos de su mujer, todavía con la lágrima en sus ojos...

- Joderrr...¡qué cosa más bonita!


Tengo el cuello lleno de amor.




sábado, 24 de enero de 2015

ERNESTO Y CHARO




Charo Gómez acabó por poner a Long Big John a su máxima potencia; hasta ese punto donde parecía tal que si fuera a salírsele por el estómago, como el bicho de aquella película que vio siendo adolescente y que la turbó lo justo y necesario como para conseguir los dos pósters: el de la chica de las braguitas con los brazos en alto tocando los botones del ordenador de la nave y el del monstruo que iba agarrao a esta por fuera.

- ¡¡¡Ohhh...ohhh...OHHH!!! -gritó corriéndose sobre la toalla que hacía de pantalla entre su culo y el cuero negro del sofá.

Finalmente abrió los ojos y, ya un tanto difuminado, vio a Frankie Fever en su televisor: estaba tan bueno como sin difuminar. Puede que mejor, si eso era posible. Y sí, lo era: ella podía pintarlo aún mejor cuando cerraba los ojos y no lo veía con aquellas putillas que tenía por compañeras de casa en Gran Hermano.

Poco a poco, jugueteando con los muros de su vagina, se sacó del coño el gran y rugoso rabo negro de goma.

Por fin, apagó la tele, se fue al water, lavó con mucho jabón a Long Big John, lo secó con la toalla del bidé y se dio una larga y caliente ducha.

- ¡Oh, Frankie...!


Ernesto Iglesias ya no sabía qué ver: había visto tanto que apenas recordaba el sentido correcto de los tornillos. Ya, rabo en mano, optó por un vídeo de teenagers, de las amateurs. Una rubia con aspecto y ojos de cocainómana le hacía una pasional mamada a un chico musculado, tatuado hasta donde antes, no muchos años atrás, empezó a estar su vello púbico. Ernesto se corrió antes que el de la peli. Recogió el semen del suelo con un pañuelo de los mocos, lo tiró al desbordado cubo de la basura, se limpió el capullo con un pedazo de papel higiénico y tiró de la cadena que contenía sus tres o cuatro meadas previas. Meó, dejó la muestra, se cambió de calzoncillos, husmeó los calcetines, se los puso, pilló el resto del vestuario de los días anteriores, algo de pasta del cajón de las sábanas, el ipod, y se fue andando donde las calles sí tienen nombre, apellidos, puertas y luz eléctrica.


- Hola -dijo Ernesto
- Hola, ¿qué vas a tomar? -dijo el camarero
- Un Bacardi con coca cola. Sin hielo y fhfgty...
- Ehhh,..¿en tubo?
- Sí, también. Y sin hielo ni limón.

Eso era algo raro. Muy raro. El camarero lo miró y no vio más que a otro solitario cuarentón, en el caso que no estuviera ya empezando el siguiente -ón, el de vételo pensando, que era lo más probable, aunque nunca se sabe con aquellos que parecen no haber estado nunca de yates, putas y Dom Perignon.


- Holaaa -dijo Charo
- Holaaa -dije yo

Y miró el bar como si no lo reconociera.

- Diferente, ¿eh?
- Sí...Acostumbrada a verlo al mediodía...


Iba con otra cuarentona, una tía fea, dientona, imposible de imaginarla en la cama. O en los aparcamientos de los últimos garitos poligoneros.


Charo tampoco da ni para los arrabales, pero es psicóloga; y aunque tiene más de cuarenta años también parece de esa clase de tías que en la hora adecuada pueden hacer lo que tú quieras por estar un rato contigo.


Cogí mis cosas cuando llegó mi hermano.


Ernesto iba por su tercer Bacardi y Charo por su primer descafeinado.



Y ahora yo voy por mi séptimo cubalibre.



Vale.