miércoles, 28 de enero de 2015
BIENVENIDA A LA VIDA, CARMEN
- ¿Como era eso cuando te duele el cuello? -les pregunté a dos clientes más o menos habituales- ¿Calor o frío?
- Joder, Kufisto...calor -dijo uno de ellos, el divorciado que está saliendo con una chica quince años más joven que él, el que lleva algún tiempo machacándose con el gimnasio y sus derivadas químicas, el experto que yo esperaba respondiera.
Acto seguido comenzó a dar las pertinentes explicaciones al mismo tiempo que se rascaba el rabo de vez en cuando, tal y como suele hacer desde que lo conozco. Nunca he oído a nadie decirle nada; así que yo, tampoco. Había dicho lo suficiente: calor. Y mi pobre cabeza de pepino hizo el tilt que, también, más o menos esperaba: "Claro, claro...calor..." Pasé de escuchar lo que había olvidado y me puse en modo "abuela de Cáritas frente a hombre español"
Llegué a casa con el plan hecho; de hecho, lo estuve pensando por un largo rato, casi tanto como el me quedaba para acabar el turno: tengo el mismo nivel de macguiverismo que ese inglés de la tele, el último superviviente, haciendooo...no sé. lo que no sepa hacer
Encendí la calefacción, pillé la toallita del bidé y la dejé sobre el radiador de mi habitación, fuera del alcance del puto gato.
Un par de horas más tarde (después de ganar un par de partidas de ajedrez a siglas aleatorias que te aseguran ser seres humanos y de cenar una pizza de atún tan casera como un polvo de Badoo) mi cuello se acordó de mi toalla. Y se la enrosqué mientras leía cosas de ultra-católicos en el móvil.
"Esto no da el suficiente calor" pensé al tumbarme en el sofá. Pero sí, lo dio, soy tan maximalista...También un par de horas después, al acostarme como el padre de Pantuflo Zapatilla, más o menos. Dejé a sus nietos a un lado de la cama y, por fin, pude dormir el tiempo que se supone debes dormir. Y aún más para mi, que soy del bar, como diría la bruja Avería antes del Alzheimer.
Yo he tirado de pastillas toda mi puta vida; pero de un tiempo a esta parte intento evitarlas. Desde que empezó el año sólo ha caído una aspirina y un ibuprofeno, que lo tengo controlao. A estas alturas de cualquier otro de mi vida adulta andaría por media caja de cada, más o menos, sino más. También. Y no he cambiado de modus vivendi, no...
...pero ahora no sangro cuando cago, como durante los últimos 15 años. Y eso, creo yo, es buena señal, ¿no?
El bar amaneció como casi todos los días del último mes y medio, dejando a un lado la Navidad mediante: chiquillos instituteros resguardándose en el recodo de la entrada mientras se esperaban los unos a los otros para ir a que les laven la parte de la cabeza que les deja el porno.
- ¡Buenos días! -dije yo la primera mañana que me los encontré, tan de sorpresa como un examen sorpresa de urbanidad.
- Urg...jarr...mmm...ehhh...ahhh...woahhh...
Se lo digo todos los días. Ahora hay quien va respondiendo con palabras.
A eso de la una del mediodía había hecho los mismos euros que horas había echado, cosa poco sorprendente.
- ¿Pero esto va con el café? -me dijo uno la semana pasada al ver que le ponía un chupito de zumo de naranja y una magdalena
- Sí, hombre, sí...
- No...si lo digo porque en otros sitios te dicen que tal y luego...
- No, hombre, no...
No lo he vuelto a ver. Será que se le ha muerto el canario. Es lo que tiene estar rodeado de zombis en las últimas.
- Ya está dentro, Kufisto -me ha dicho un amigo embarazadísimo
- ¡Coño!, ¡joder!, ya era hora...
- No veas el show...A las cinco ha roto aguas...
Nos hemos reído mientras me lo contaba. Tenía cara de estar a punto de ser padre por primera vez; una cara limpia, una cara que daba su mejor cara, una cara que estaba esperando otra a su imagen y semejanza.
- Me ha dicho de tó mientras se la llevaban, Kufisto...¡qué malo tiene que ser eso, Kufisto!
- Claro...
- Jodeeerrr...¡Si tuviéramos que hacerlo nosotros!
- Ya...
El ex-legionario, el tío que tiempo atrás tumbaba a cualquiera en las más importantes de las facetas nocturnas, el hombre de negocios capaz de morir y resucitar como un ave fenix de la desconocida marisma manchega...estaba a punto de reventar de amor por causa de su mujer y la hija que le traía.
- ¡Me voy, Kufisto!
- Venga, vete, vete...
Llegó Jose y me trajo un pastel de la panadería donde trabaja.
- ¡Ehhh. Satán! -dijo
- ¡Ehhh, cabrón! -dije. Y me fui a cagar. Sin sangre. Una vez más.
El pastel estaba de muerte; tanto que me animó a echarme un cubalibre, algo que, por otra parte, necesita poca animación. Y menos hoy, que ya lo andaba ronroneando al sentir como mi cuello iba recuperando sus dominios. Y sin pastillas.
Hablamos un rato, reímos, y me dijo que se iba para el hospital a ver a una buena tía suya. Algo del riñón. "A ver qué es..." Esto de los supuestos cánceres es como saberse la parte de Bonham en All of my love yendo como iba él cuando se mató.
Y entonces entraron dos niñas, dos chavalas de esas que ya ni miras por no molestar; dos mujercitas, dos chavalas que parecían como si llevaran los últimos veinte años de televisión a cuestas, siquiera quince, dando los cinco primeros de inconsciencia total...Tanto fue que al oír hablar a una de ellas me pareció como si fuera abogada, así como una joven y delgada Almeida, con sus gafitas y sus labios gordos y secos, como aquella novia, la primera que tuve, esa que algunos años después acabó metiéndose a monja, aquella...¡Oh, Begoña!...
Eran dos y pidieron tres cafés.
"Eso es que están esperando a alguien -pensé- Sólo eso. Y nada más"
Pero el caso fue que el tiempo pasaba y ahí sólo llego Paco, el ciego. A su rincón. Al que le digo.
- ¿Y el guiso, Kufisto?
He estado tentado en decirle que había caído entero, por maldad, porque veo que últimamente se regodea con mis sobrantes; será que vuelve a estar más enfermo de lo normal:
- Bien, bueno, va...Ha sobrado más de la mitad. No sale ni Blas, me cago en Satán...
- Jijiji...Bueno,pá luego pá la tarde, ¿no?
- Claro
- Adiós, Kufisto
- Adiós, hombre, adiós
- ¡KUFISTOOO!
- Ehhh
- Seguimos con Dylan, ¿eh?
- Pues claro, coño. ¿Qué quieres?
- Un cubata
- ¿Sin café?
- Este
- No, ese no es tuyo, es de las chicas que están afuera.
- Este es mío, ya te lo digo yo...
"La madre que me parió..."
Las chicas pasaron. Era el suyo.
- Ponles un cubalibre, Kufisto
- ¿Qué queréis?
Pidieron. Una hizo como que sabía, "soy del gremio" (Oh, Dios...) La ginebra esta tal, la otra pascual...No daba ni una.
- No, mira -acabé por decirle al abrigo de mi reciente segundo whisky- Esta es más aromática que esa que dices...esta es más fuerte...esta es para maricas...
Estaba empezando a dar una clase ginebril cuando mi colega habló de otro tío que faltaba por llegar.
Y, entonces, viendo que no había nada que rascar, corté toda comunicación; como el Echoes que me despierta durante diez minutos cuando mi teléfono dice que son las siete de la mañana.
Llegó un tipo que reconoció aquel amigo, no yo; quizá sepa quien es, pero ne me acuerdo de qué ni de donde. No me gustó. Ojos brillantitos, perilla...Mi tesis es que quien se deja perilla es un maricón.
Finalmente vino la última pata de la silla, uno de esos para los que el Quijote es una cosa tan de otro mundo como un pingüino en el Polo Sur.
El de la perilla se metió al water. Tardó un rato hasta que salió. Yo estaba meándome vivo, pero lo dejé pasar. No entró ninguno de los otros dos. Pasé, meé, busqué y lo hallé delante de mis narices: ahí estaban los restos, sobre la tapa del water. Pasé mi dedo. Era coca.
Afuera estaban dos crías con tres cuarentones.
En la tele, el gordaco de los trasteros maravillosos parecía más falso que de costumbre.
- ¿La has visto? -me dijo mi hermano al llegar
- ¿El qué?
- Mira
Era un wasap con la foto de la hija recién nacida de nuestro común amigo, en brazos de su mujer, todavía con la lágrima en sus ojos...
- Joderrr...¡qué cosa más bonita!
Tengo el cuello lleno de amor.
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