miércoles, 14 de junio de 2023

TÚ NO ERES GRACE KELLY

Jimmy Stewart ahora duerme con las dos piernas escayoladas. Cerca de él, tumbada sobre un diván, Grace Kelly alza la vista, deja a un lado el libro del Himalaya, coge una revista de moda y sonreímos. Es el último plano de la película. Apago el ordenador, no quiero ver nada más. Me lavo los dientes, me pongo el pijama, entro en la cama y apago la luz. Oigo un lastimero maullido de la gata tras la puerta cerrada del dormitorio. 

- Tú no eres Grace Kelly -respondo a media voz.

Y me duermo.


Son las seis y treinta y tres. Apenas faltan siete minutos. Es demasiado poco tiempo y me levanto de la cama. Voy al water y meo sin tirar de la cadena. Salgo del dormitorio, la gata está esperándome.

- ¡Mau! -aúlla con un nervioso brinco.

Voy a su habitación y compruebo que tiene agua y comida. Se restriega entre mis piernas.

- Mauuuu....

En la cocina pongo agua a calentar y regreso al dormitorio para lavarme y vestirme.

Oigo a la gata corriendo como loca de acá para allá.


Son las cuatro y media de la tarde, hora del relevo en el bar. Recojo mis cosas y me sirvo un buen whisky. Salgo a la terraza, me siento en un taburete y enciendo un cigarrillo.

La mayor parte del cielo está azul. Hay nubes, algunas grandes, pero todas blancas. Fumo en cadena y bebo a pequeños tragos, aunque no tan poco como para pasar adentro por otra copa. 

Los árboles de la mediana siguen verdes. Los gorriones vuelan hacia ellos. Algunas palomas buscan la altura superior de las farolas. Los vencejos están liándola parda sobre los tejados de los edificios de enfrente.

Paso adentro para servirme otra copa. Es un buen whisky. 


Veo a los gorriones picando sobre el asfalto. Comen y vuelan ante la llegada de un coche. Una vez vi atropellar a uno de ellos. Todos, como siempre, levantaron el vuelo a tiempo menos él. Lo vi morir delante de mis ojos. Yo iba paseando, hacia los molinos, cuando aquel imbécil lo mató con su coche.


Saltarín se acerca a mi. Es una gracia muy grande ver andar a un gorrión. Tenéis que verlo.

Saltando sobre sus patitas, picoteándolo todo, elevando la cabecita como si alguien lo estuviera mirando, alerta, "¡no tontería!" que diría mi buen amigo Kamel, jajaja...


Estoy en casa. La gata ya está tranquila de verme otra vez.

Son muchos años, lo menos cuatro. Y ella era una cría asustadísima cuando la recogí de la calle.

Pero ni tú eres Grace Kelly, ni yo soy Jimmy Stewart, ni quien dirige esto es Alfred Hitchcock.


Qué guapa.


Qué guapa.

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