viernes, 7 de octubre de 2022

COMO CABALLO SIN HERRADURA

 Es una confusión de sensaciones. Tú crees que tienes sueño, marchas a la cama, apagas la luz, cierras los párpados y piensas que esta vez sí todo está hecho, tal es el cansancio que lleva tu cuerpo; pero no, estás equivocado; tu mente no está cansada, al contrario: está aburridísima. Y así es como la mente subyuga al cuerpo: "tú estás cansado; bien te has llevado lo tuyo durante el día, pero yo lo he pasado entero cazando moscas y todavía no estoy tan deteriorada como para no darme cuenta...Así que ahora me toca jugar a mi. Y si tienes sueño no es mi problema: estoy muy despierta y necesito comer antes de dormir tanto como tú"

Eran las nueve de la noche. Había pasado toda la tarde viendo las divagaciones de un colgao que habla tan bien como un libro, algo muy complicado. Lo suyo sería ver a alguien que además de hablar bien dijera cosas interesantes, ¡como Artur Mas leyendo el Zaratustra!...Pero eso no es para ver, ni siquiera para oír sentado en tu casa: eso hay que hacerlo andando por el campo; o por la ciudad, es igual, pero mejor a las afueras. Tu mente se alimenta al mismo tiempo que el cuerpo acaba por agotarse. Y luego llegas a casa y duermes como Dios.

Conocerse a uno mismo es lo más difícil de todo, dicen. Y dicen bien. Es toda una experiencia. Es la experiencia de la vida. Es el camino. No hay otro. 

Después de tres mil seiscientos intentos uno llega a saber cual es su camino. Lo reconoce. No me preguntéis como, pero lo reconoce. "Este es mi camino. Por fin" Nadie le ha comido la cabeza, no lo dice desde un raro momento de arrebatamiento sensorial; es algo paulatino en el tiempo, algo así como una conjunción de fuerzas que se van de tu cuerpo para refugiarse en tu mente. 

"Sí -piensas- esto es lo que siempre he querido: el auto-control, el equilibrio en mi caos. Esto es" Vivir tu vida sobre el alambre, algo tan manido en las canciones rockeras que tanto te gustaron y aún te siguen gustando de vez en cuando, sobretodo cuando bebes. 

Vivir la vida en el alambre no es cosa fácil aunque haya una red abajo. Luego hay que subir las escaleras por tres mil seiscientas y una vez.


¿Qué hora sería cuando al fin me dormí para soñar con cosas inenarrables? ¿La dos y media de la mañana, las tres? No sé. Cinco largas horas pasaron hasta que mi mente dijo que tenía lo suficiente como para dejarle sitio a mi alma. Entretanto me levanté tres veces de la cama para fumar en el salón.


Desperté reventado. Me duché y me fui al bar.


Llegó el mediodía y hubo una especie de reunión de amigos de la infancia en el barrio. Realmente ninguno de los dos fueron amigos míos en aquel tiempo, yo era algo mayor que ellos y además de otra calle, porque entonces la frontera era una calle, no los países, ni los continentes, ni el mundo entero, no...La frontera era tu calle: fuera de ella, todos hijos de puta.

Pero en fin, con el tiempo las fronteras se relajan, los caminos se entrecruzan y todos vamos cumpliendo años como caballos sin herraduras.

Ahora son algo así como amigos. Ahora no, desde hace muchos años. La diferencia de años deja de tener importancia cuando todos hemos llegado a ser hombres.

Se contaron historias del barrio, personajes típicos, aventuras, chiquilladas...

 Al fin se fueron. Recogí el bar.


Agotado por la pesada conversación, y tras recoger la barra, abrí una cerveza.


Qué rica, joder, qué rica.


"Y ahora un whisky, Kufisto. Te lo mereces, coño"


Yo creo que sí.

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