domingo, 26 de enero de 2020

CARTA A SONIA

Tengo 46 años, mala memoria vital y algún que otro problema de largo recorrido. Por edad podría ser tu padre pero esto es sólo eso, una simple cuestión de números. Hay quien dice que el Universo entero puede llegar a ser explicado con ellos y quizá tengan más razón que yo, que no lo creo.

Me gusta el ajedrez. Me gusta desde hace veinte años. Aún hoy todavía hay gente que sigue pensando que me gusta el fútbol. Esto dejó de gustarme cuando dejé de jugarlo. Creo que las cosas dejan de gustarte cuando dejas de hacerlas. Pero la memoria casi nunca dice la verdad.

"¿Y entonces por qué, Kufisto -dirías inteligente- la gente piensa que te gusta lo que hace tiempo dejó de gustarte?" "¿Y como podría ser de otra manera, Sonia? -diría yo- No trato con ellos más que como contigo antes de conocernos"

Sí, Sonia, me aparté de la gente casi desde el principio. Quizá sea una cuestión congénita, algo sobrevenido, una tara como cualquier otra o incluso peor, pues es invisible. No recuerdo haber visto una sola foto de mi infancia en la que salga sonriendo. Aquí, en casa, en el piso, tengo una que mi madre me dio casi a la fuerza. Ahí estoy yo, tan serio, con esa seriedad de la que siempre me han acusado para vergüenza mía, aunque esto es algo que siempre me ha resbalado. "¿Vergüenza y resbalamiento? -preguntarías- ¿acaso eso es posible?" "Sí -contestaría yo- Es perfectamente posible. De hecho es la historia de mi vida"

Pongamos por ejemplo el día de hoy, Sonia, aunque tal vez me retrotraiga a la noche de ayer...

Sí, ¿por qué no?

¿Has visto "Grupo Salvaje", esa película de Holden y Peckinpah? Yo la vi de pequeño, con mis padres, en un cine del pueblo. Entonces la gente de los pueblos se pasaban por los huevos la calificación de toleradas mientras no hubiera sexo por medio. Recuerdo bien la secuencia final, la del tiroteo, y mi excitación ante eso. ¿Acaso existía algo mejor? es decir, morir matando, masacrando a los perros que le habían hecho eso a tu amigo...Claro que mi idea de la amistad ya era bastante fuerte en aquellos años. Para mi eso era glorioso: matarlos a todos aún a costa de la propia vida.

No tuve muchos amigos. Dejé de buscarlos casi cuando dejó de gustarme el fútbol. La soledad era fuerte pero yo lo era más.

¿Te has fijado en lo de hoy, Sonia? Hoy era una de las fiestas del pueblo, San Sebastián, el santo de las flechas. Por pura casualidad llevo unos días, quizá dos semanas, oyendo a REM. No sé por qué me dio por ello. Tampoco es algo obsesivo, no te creas...ya no me obsesiono por nada. Pero en fin, que pongo todos aquellos temas, esos que sonaban cuando tú todavía no habías nacido, o acababas de hacerlo, y yo era otro que buscaba un poco de amor por su propia cuenta.

Toda la semana la han pasado tirando petardos. La iglesia católica todavía es así aquí en España. Tú, como eres medio francesa, fliparías con ello si vivieras aquí. Una puta semana están tirando petardos ya a las ocho de la mañana. Y luego, el domingo, es como un bombardeo.

Es un buen día para el bar. La gente sale, ve la procesión y luego a los bares, también al mío, más lejano. Yo ya lo sabía, claro, hace mucho que trabajo en esto, Sonia, sé como funciona el tema...

Te vi llegar con tus padres. Estabas perfecta. Pillastéis una mesa alta y tu padre vino a la barra para pedir las cervezas. La gente ya estaba llegando. No pude verte bien pero estabas igual de guapa que siempre, igual de desmaquillada, igual de sonriente, igual de joven, igual de natural, igual que hace dos o tres meses...

Yo estaba atendiendo y no podía verte, Sonia, tanta era la gente que había por medio. Tú estabas ahí, ya sentada en una de las mesas que habían quedado libres, sonriendo como siempre a tu valentísima madre siempre enferma, al menos desde que la conozco y no son pocos los años de ello. El bicho la enganchó muy joven. Nunca la he conocido de otra manera.

Levanté la vista para verte mientras tiraba unas cañas y encontré la mirada de tu vieja. Yo creo que sabe. Lo sabe pero no lo dice. Sé que le caigo bien pero no lo suficiente.

Tú estás con un francés, uno del pueblo de tu madre, creo. Una vez vino al bar, me acuerdo. Un gilipollas. Tú estás en Madrid (me lo dijeron) y trabajas en algo guay, algo que te gusta y por lo que has estudiado y probablemente folles con otros además de ese imbécil francés.

¡Dios, Sonia! ¿No vas a mirarme?

Lo hiciste al iros; lo hiciste con esa gran sonrisa...¡Oh, Dios, dame una oportunidad, joder, sólo una!


Tengo 46 años y tú veintipocos. Podría ser tu padre pero ya tienes uno que me volcaría con menos de media hostia. Soy escritor, tía. Escribo y voy a publicar, seré famoso y estarás conmigo y todo lo que escriba serás tú.

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