No recuerdo despertar con tanto sueño. Me duché con agua casi fría y me afeité cuando el ascensor ya me había dejado por primera vez en las cocheras. A la cuarta comprobé que todo lo demás estaba en orden. Y me fui para el bar con quince minutos largos de retraso.
No vi ni al ciego ni al gitano en la puerta y tiré calle arriba para los churros y la prensa. Abrí el bar dándole una patada al estrujado paquete de Rothmans del ciego y a los tres o cuatro pitos que había devorado mientras me esperaba. Saqué la terraza y poco después, cuando yo ya había hecho todo lo que él tiene que hacer, llegó el tano y se excusó diciendo algo de los ojos de su mujer. Le di lo que le doy cuando no hace nada y se fue.
Llegaron los habituales y yo seguía sin dar pie con rothmans. Uno me dijo que tenía cara de otro. Yo le dije que sí y algo más. Llegó Pepe mientras hacía tiempo para la quimio y me dijo que ayer habían estado su mujer y su hija por aquí.
- Joder, pues no las vi...¿a qué hora fue eso? -pregunté en el mismo momento que venían a mi cabeza las piernazas, las tetazas, y la indescriptible juventud de la chavala que había venido al bar junto a su madre en la tarde de ayer, esta que se quedó como si le enunciaran el ataque de los cuatros peones en la defensa Alekhine cuando oyó al ciego vocear que ayer era la Fiesta Nacional.
- ¡Coño, pues a eso de las cinco o así! -dijo él
- Ahhh...síiii...Tu chica, sí...Joder como va estando la muchacha, sí...No las reconocí.
Le sentó mal, lo vi. Es un tío eléctrico, sanguíneo, futbolero, madridista, español...
- Sí -dijo- Diecisiete años ya...
- "La madre que me parió...Entera me la comía"
- Bueno...¿y la Real qué, Kufisto?
Poco antes de retirar los desayunos llegó una familia con su hijo tonto. Ya los conocía de otras veces. Vienen cuando le toca. El chico pasó directo hasta la vitrina de la barra donde tengo las naranjas y todo lo demás. Pidió una antes que nadie dijera nada. Llegó su madre, ya muy anciana, y le dijo que bien, que se tranquilizara y que si la quería pelada. El chico, el hombretón de cuarentaitantos años dijo que no y su madre me miró como que sí. Fueron a sentarse y yo me puse al tema: cogí la mejor de las naranjas, la pelé y la troceé en cuatro trozos. Iba a llevársela cuando pensé que quizá eran demasiado grandes aún para su brutal aspecto y la dividí en ocho, con su tenedor. Y fue dejarla en la mesa y decirme que me la metiera en los cojones, poco más o menos, que él la quería entera. Le llevé otra en toda su esplendor, sin cuchillo, y ahí se quedó mientras él daba buena cuenta del pedazo de bocadillo que su madre le había preparado. Luego pasó siete veces al baño para lavarse las manos y al final se fueron.
Ya estaba a punto de irme ante la llegada de mi hermano pequeño, de hacer un intermission en Espartaco, cuando llegó de sopetón mi amigo el religionario. "Kufisto tal, Kufisto cual, qué delgado estás, no hay trabajo..."
Y antes que dijera más llegó mi hermano.
- Me voy. ¿Te llevo?
- Bueno, pues sí...si quieres...Voy a una tienda religiosa
- ¿Qué tienda religiosa hay aquí?
- Ehhh...sí, hay una...
- Ahhh...Venga, va
- ¿Y tú donde vas?
- Bueno...a hacer recados y tal...la frutería, el ayuntamiento (mentira)...mierdas de esas...
- Pues déjame por ahí
- Yo es que no sé, Kufisto, no sé...la cosa está muy mal -dijo ya en el coche, asaos.
- Sí, claro
- Dios es fuerte pero...
- Sí, claro
- Sí...oye, ¿qué haces para estar tan delgado?
- Ná, fuera harinas y fuera azúcares
- ¿Sí? ¿Nada más?
- Sí. Así funciona el tema
- Bueno...pues luego me paso esta tarde y me lo explicas
- Claro
- Bueno, aquí te dejo
- ¿Pero no te bajabas aquí? -dijo él
- No, no...es que antes tengo que hacer una cosa
- Pero si puedes aparcar...
- Ya, ya...Adiós
- ¡Nos vemos esta tarde!
- Claro
Me fui para casa y me tumbé en el sofá. Quince minutos. Fui al moro y encontré a una lolita exhibiendo su juventud a la vera de su madre, de las frutas y de las verduras a medio pudrir.
- Me cago en Dios -dije mirando las naranjas de julio-...¡Oye, Mustafá! ¿no tienes otras?
Vino y me enseñó las recónditas.
- Estas, Kufisto, estas...Te las dejo a uno diez.
- Joder...
La muchacha no hacía más que ir de malísima gana de acá para allá, de su madre a los pepinos, de los pepinos a las manzanas, de las manzanas a los plátanos, de los plátanos a las naranjas....
Estaba viendo pasar coches esta tarde cuando llegó el ciego.
- ¿Kufisto?
- Sí, cacho cabrón, aquí estoy
- Jojojo...¿qué te ha pasado esta mañana?
- Pues que me he dormío quince minutos
- Jujuju...
- Qué jodío
- ¡Jodío tú! -dijo-
- ¡Jodío yo que estoy medio calvo!, no te jode...Y tú ahí, so cabrón, con ese matojo de pelos
-¡Pelo canoso no se cae!
- ¡Claro, como que yo tengo tus años...! Me cago en la puta...44 y con menos pelos que el botijo de mi madrina...
- Haber estudiao
- Serás cabrón...ya, ya...pero de lo gordo que estás no hablas
- jujuju
- Sí, claro, ríete, ríete...
- Venga, Kufisto,...Tengo a mi padre malo. Lleva seis días sin cagar...
- Eso es malo...
- Claro que es malo...
- Bueno, venga...vamos a fumarnos un pito.
Estábamos en la puerta del bar. Insistí con lo del pelo para que olvidara a su impedido padre, incluso recordando al mío.
- Joder, Paco -le dije viendo pasar los mil coches de todos los días
- ¿Qué?
- ¿Sabes que cuando nos morimos sigue creciendo el pelo y las uñas?
- Pues no
- Pues sí, así es...Hace algún tiempo me lo contó Antonio, el de la farmacia. Tenían que exhumar a no se qué familiar por no se qué movida y le tocó a él ir a verlo
- ¿Y?
- Pues nada, que abrieron la tumba y ahí estaba: entero después de cincuenta años; cero calavera, de was...Vamos, ¡como si se hubiera muerto antes de ayer!
- Ya...
- No es tan fácil estar muerto, Paco
- Eres tonto, Kufisto
- ¿Tonto?
- Tonto
- ¿Y por qué?
- Porque sí
- ¿Por qué sí?
- Pues sí -dijo afiánzandose en su bastón-
- El pelo sigue creciendo una vez muerto...
- Ya...
- Y las uñas también...
- Ya...¿Kufisto?
- ¿Qué?
Cuá.
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