miércoles, 1 de junio de 2016

ES LA FALTA DE AMOR LA QUE LLENA LOS INFIERNOS




Está cerca de cumplir los 40 años. Vive solo en el viejo piso de sus padres. Su madre murió cuando él todavía era un chiquillo que aún iba al colegio, o puede que al instituto. Poco después dejó de estudiar y empezó a golfear por ahí. Su padre tardó no mucho más en rehacer su vida con una mujer de otro pueblo. Y el hermano mayor se marchó a la ciudad, de donde regresaría algún tiempo después convertido en un hombre influyente para la comunidad.

Una vez acabada la mili encontró trabajo en unas gran empresa dedicada a la construcción. Allí le hicieron fijo y empezó a ganar un buen sueldo. Su padre terminó por irse de casa y todo parecía ir sobre ruedas. No le faltaban los amigos, tampoco las follamigas ni las bolseras, y los fines de semana se lo pasaba todo lo bien que puede pasárselo un chico joven que sale de fiesta sin cargos de conciencia por el hambre en el mundo y todo lo demás: él no tenía la culpa de nada.

Llegó la crisis y fue de los primeros en ser licenciado. Le quedó una indemnización y un par de años de paro. No se preocupó mucho y se lo tomó como unas vacaciones pagadas, al igual que tantos otros. Pero eso se acabó. Y cuando quiso volver a entrar en la rueda ya no había sitio para él.

Trapicheos, trabajillos, algún dinero de su padre, puede que también de su hermano...Poco a poco casi todos sus amigos acabaron por casarse y formar una familia; y los que no, ya no tenían humor para estar por ahí, donde cualquier gilipollas te puede buscar un problema en una noche loca. Y ya sería de los gordos. Así que mejor en casa, con la Play o el vídeo, juegos y películas, whisky y hash, un poquito de farlopa, algo de música, quizá alguna guarrilla en busca de algo que pueda pagarse sin dinero...Pero esto ya no era como había sido.

Ya muy al límite, tan quemado como una fiera enjaulada en mitad del Serengeti, solía fantasear en voz alta con agarrar una escopeta y salir a matar hijoputas. Tanto énfasis le ponía que a nadie de quienes le conocemos nos hubiera extrañado verlo en las noticias de las tres. Y en esas andaba, bailando con sus demonios, cuando su hermano le consiguió un trabajo en un centro comercial. Era cosa de poco, pero era algo. Y poco después empezó a salir con una divorciada, una de su cuerda, pero tenía una hija pequeña y esto hacía un tanto de freno de mano, y de nariz, por lo que puede que llegara a pensar en hacer algo más con ella, en ser como los demás, en convertirse en otro hijoputa feliz...

Pero tanto lo uno como lo otro duraron poco: un trabajo de mierda siempre será un trabajo de mierda aunque te lo proporcione tu hermano mayor y una puta siempre será una puta aunque tenga una hijita adorable. Y se quedó sin nada y se encerró en el viejo piso de sus padres. Hoy alguien lo ha visto por ahí.

Y por tres veces, entre lágrimas, le ha dicho que se iba a echar la soga al cuello.


Quien lo dice no lo hace.


O eso es lo que dicen los otros.

2 comentarios:

  1. Muy bueno amigo, es el segundo relato tuyo que he leído de seguido, el otro ha sido uno en que tratas sobre el "Dale recuerdos a tu padre que por cierto estaba viendo la peli de El Padrino" y tal...tú sabrás a cual me refiero, y ambos son fáciles de leer y reflejan a personajes muy similares y con los que comulgo (me refiero al prota)por su deje melancólico, y su flirteo con la depresión. Gracias kufisto.

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