martes, 24 de junio de 2025

INTO THE DREAM

 Yo venía de soñar y mi alma todavía estaba dentro del sueño cuando llegué al bar. Te vi nada más correr las cortinas de la puerta. Tú reías. Pasé a la barra, vacié los bolsillos y un mediodía más puse algo parecido a la música de mi sueño.


Mi hermano se fue. Entró un chico para sentarse con vosotras en una mesa. Se acercó a la barra y pidió una ronda de cervezas. Llevaba tatuajes en los antebrazos.

Cuando dejé la tuya, la especial acompañada de su tapa especial, me miraste fijamente, sonriendo, y dijiste gracias. Mantuve tu mirada sin ningún esfuerzo. En verdad no fue complicado. Mi alma todavía estaba atrapada en un sueño.

Sí, te recordaba de otros días en el bar. El camarero tiene memoria fotográfica. Entonces venías con otro tipo, uno a quien hace poco tiempo volví a ver en compañía de una elegante mujer, más o menos de tu edad, pero con las uñas de los pies muy bien pintadas. Lucía espléndidamente un vestido blanco con motivos rosas. Andaba sobre unos afilados tacones. También me sonrió dándome las gracias con los ojos. Yo la miraba cada vez que tenía que tirar una caña. Él, tu antiguo acompañante, tan educado como siempre, bebió un par de cervezas, lo recuerdo bien. Hablamos de algo mientras le tiraba la segunda. Es un hombre reservado.

- Me ha encantado tu arroz -me dijo ella.
- A eso te he traído -dijo él.
 

Sí, te recordaba. Y el recuerdo era mejor.

La música parecida a la del sueño seguía sonando en el bar. Y tú bebiste tanto como para alcanzar la escandalosa y constante carcajada compartida con tu amiga, aunque no por el chico de los brazos tatuados. 

Y entonces vi que te dormías, que caías en el pesado sueño negro de las luces encendidas. Tu amiga parecía muy preocupada. El chico de los brazos tatuados se acercó a la barra y pidió una botella de agua que no le cobré. Y cuando salí de lavar los platos no había nadie en vuestra mesa.


Ya era tarde. Todavía quedaba gente en el bar casi cerrado. Bajé las persianas y apagué el televisor. Cambié de música y esta vez puse la del sueño. Me senté en un taburete y encendí un cigarrillo. "Podéis fumar si queréis. Pero nos vamos"

Nadie más que yo encendió ningún cigarrillo. Me serví otra copa.

La gente continuaba hablando y riendo. Poco después se fueron, aunque no del todo. Con la llave echada oí que seguían tras la puerta. Yo ya había acabado pero no quería verlos al salir, no quería encontrarlos en mi próximo sueño.

Otra copa. Otro cigarrillo. La gente nunca se acaba de ir.


Y todavía estaban allí, hablando y riendo detrás de la puerta, cuando me fui del bar con media botella de Johnnie Walker bajo el brazo.
 
 

 

jueves, 19 de junio de 2025

NÁ, DÉJALO

 Me levanté de la cama, tomé un ibuprofeno, desayuné y salí a andar. Extrañado miré la falta de actividad previa a la apertura del súper de abajo. En la calle adyacente apenas se veía movimiento. Tomé la dirección habitual y vi a dos o tres paseantes y algún que otro coche con pocas prisas. Saqué el teléfono, entré en la Red y busqué por si habían tirado la Bomba en Oriente Próximo durante la noche. Luego recordé que era el cumpleaños de uno de mis sobrinos y pensé en él durante un rato para no olvidar felicitarle a lo largo del día. El conocido laberinto previo a la salida hacia las afueras permanecía igual de vacío y silencioso. Una señora de enorme culo barría en bata la fachada de su casa.
 
- ¿Pero qué pasa? -pensé- ¿será fiesta o algo? ¿hoy es jueves, no?
 
"Fiestas en La Mancha" pedí en la Red. Solícita mostró varias entradas al calendario de festividades del año en curso; pulsé una de ellas y entonces fue cuando me enteré que hoy era el día del Copus Christi, festivo en la región. 

Ya estaba cerca del campo, apenas a unos cinco minutos. He cambiado el trayecto de acceso, ahora es más corto y menos concurrido. 

"Entonces hoy -volví a pensar, quejumbroso- habrá más gente por los molinos" Y por un momento cruzó por mi mente la idea de ir al parque para evitarlos, pero en la tarde de ayer acabé baldado de tanto ejercicio que hago siempre que elijo pasear por allí (los altos árboles y sus anchas copas animan a ello) y como hace tiempo no me fío de mi mismo decidí seguir adelante.
 
Como tantas otras veces erré en mis previsiones. Encontré más gente, sí, pero no fue para tanto. Creo que la palabra "domingo", incluso "sábado", tiene mucha más fuerza que un número coloreado en rojo en el calendario. 

Bajando volví a cruzarme con un chaval que me saludó como el otro día. Claro que el chaval ya tendrá treinta y unos cuantos pero yo más. Yo no lo reconocí pero él a mi sí, que me lo dijo su madre antesdeayer en casa de la mía cuando fui a comer unas lentejas y a llevarme una botella de gazpacho:
 
- ¡Kufistín! 
- ¿Qué? - le dije sonriendo tras los dos sentidos besos de rigor. Lo que aguantó esa mujer cuando los cinco hermanos éramos pequeños no lo sabe nadie.
- ¡Ayer te vio mi hijo en los molinos! ¡A las siete de la mañana!
- ¿Ah, sí?
- ¡Sí! Me dijo que te reconoció 
- Joder...
- ¡Ay, Kufistín! ¡Siempre fuiste mi preferido! -dijo agarrándome la cara con sus trabajadísimas manos.
 
Saludé al posible hijo de mi muy querida Mari y seguí adelante.
 
Comí estupendamente a las once de la mañana. El dolor de hombros había desaparecido mucho antes. Ibuprofeno nunca falla. No hay nada como Ibuprofeno. Nada, excepto "Mulholland Drive"
 
Desperté otra vez tras una profundísima siesta. No quedaba rastro de dolor. Dudé qué hacer con el resto del día; el calor en el piso era tan insoportable que no podía pensar en nada más que escapar de aquí. Cogí el coche y me fui al parque.
 
Eché a andar sin más expectativas que no hacer el subnornal.
 
 
Hora y media más tarde corté.
 
 
- ¡Que te llama tu tío! - dijo el padre
- Ná, déjalo -dije yo