viernes, 29 de septiembre de 2023

Y REÍ

 Me chispé viendo "El día de la bestia" Lo pasé bien. Hacía años del último visionado. Era la una de la madrugada cuando apagué el ordenador para ir a la cama. 

Desperté tarde y mal. Mezclar cerveza y whisky no es una buena idea; nunca lo fue o al menos yo no lo recuerdo.

Tomé un ibuprofeno con una cucharada de polen de flores, me duché y viéndome la cara en el espejo decidí afeitar la barba de dos días aunque ahora lo haga cada tres: más sería verme demasiado viejo.

Encendí el ordenador y un cigarrillo. Por el ventanal del salón penetraba la luz del nuevo día. El piso está orientado hacia el oeste, como la canción, así que hasta algo más allá del mediodía sólo recibo una especie de reflejo del sol. 

Puse música techno a buen volumen (ya eran más de la diez), le eché de comer y beber a la gata y retomé el zafarrancho general: hoy tocaba el mobiliario de la cocina.

Fue hace unos días. Yo estaba sacando la compra del ascensor cuando la vecina de enfrente (una señora mayor) abrió su puerta tal y como si estuviese esperándome. Quizá antes había llamado a la mía, no lo sé. Pero resultó raro.

Llevará un año por aquí. Tengo buena relación con ella. A decir verdad es la mejor que he tenido en estos dieciocho años con el vecino de enfrente, pues no hay otro. Y no es que haya tenido malas con los demás sino que han sido prácticamente inexistentes. Un par de veces vino al bar con su hija y bebiendo hablamos de cosas interesantes. 

- Kufisto -dijo con su agradable acento venezolano- ¿puedes ayudarme?
- ¿Qué le pasa?
- Estoy sin luz toda la mañana, no tengo batería en el teléfono y no puedo llamar a nadie.
- Espere un momento que deje esto.

Su piso parecía el Palacio Real comparado con el mío: todo impoluto, limpísimo, luminoso.

Miré el cuadro de la electricidad y volví al mío por ver si las teclas estaban en el mismo lugar. Yo tengo de electricista lo mismo que de estrella de rocanrol. 

Todo estaba bien pero todo estaba mal. Era pulsar una de las teclas y saltar el automático. Así estuvimos un rato.

- Voy a llamar al número de teléfono que tiene aquí -le dije.

Llamé y como es normal no lo cogió más que el contestador automático. Era la hora de comer y esta gente está comiendo a todas horas.

- ¿Tiene usted -le pregunté- muchos electrodomésticos en marcha? -Esto es algo aprendido en el bar.
- No, no...
- ¿La lavadora, el lavavajillas, el horno?...
- ¡No, no...! Ven a la cocina.

Fuimos a la cocina. Podría comerse una ensalada en el suelo.

Y entonces fue cuando vi una plancha de asar conectada al enchufe.

- Quite el cable -le dije. Otra vez el bar.

Volvimos al cuadro eléctrico y se hizo la luz. Y no se apagó.


He metido todos los trastos en una sola habitación. He dejado un dormitorio listo para ser ocupado en cualquier momento. He lavado hasta las cortinas. He tirado una montaña de cosas a lo contenedores de basura. Y he dejado algunas al lado por si a alguien le hacían falta, cosa que no tardaba en ocurrir pasada media hora. Ahora tengo tiempo para hacerlo.


- Ven por aquí, Kufisto -dijo Fernando dejando sus cosas al verme en la cola de las cajas del mayorista donde está de encargado .
- Hola, Fer.
- ¿Qué tal va eso, tío?
- De lujo.
- ¿Ya no quieres factura, no?

Reímos.

- ¿Ya tienes algo? -preguntó.
- Nada. Sólo quiero descansar.

Sonrió.

- ¿Sabes? Estoy hasta los cojones -Y mientras pasaba la compra por el lector electrónico me contó la última que había tenido hoy.


Y reí.


lunes, 4 de septiembre de 2023

¿UNA NOVELA?

La escena de Adso con la chica y aquel sangriento corazón de gigante; Guillermo y sus trastos mirando al cielo nocturno; Salvatore; el Abad llevándose la mano al crucifijo de oro sobre su pecho; Ubertino, postrado en el suelo ante una estatua de la Virgen María...¿Por qué recuerdo esto? ¿Por qué recuerdo esto ahora?

Vi por última vez "El nombre de la rosa" hará como siete años. Lo sé porque mi padre murió hace seis y medio. Recuerdo que esa tarde en su casa, una de tantas, llegué un tanto colocado. Mi padre no duró mucho, apenas año y medio, pero nos hartamos de ver películas. Yo terminaba de trabajar en el bar a las cuatro, hacía mis cosas y a eso de las seis, estuviera como estuviese, me iba con él. Mi madre se iba a comprar y nos quedábamos los dos solos. Mi madre no quería dejarlo solo. No fallé ni un día.

Pasé muchas tardes con él. Muchas. Castilla la Mancha Televisión solía emitir películas de vaqueros, algunas buenas. Y cuando no era el caso siempre teníamos a mano un buen cargamento de pelis modernas descargadas por la mujer de mi hermano. Algunas se dejaban ver, otras eran buenas y había sitio para el desquicio. 

Quede por delante que a mi viejo le apasionaba el cine, aunque decir apasionar de un padre de cinco hijos sea mucho decir. Será mejor acotarlo en que le gustaba; lo único que a mi viejo le apasionaba era su familia. 

Y entendía. Le gustaba el cine bueno. Él, un hombre sin estudios, apreciaba el cine bien hecho, lo sabía ver. 

Jajaja...Recuerdo ahora cuando vimos "Eyes wide shut" en vídeo muchos años antes de su enfermedad. Yo, como no, llegué a casa de aquella manera. Kubrick ya estaba muerto y Kubrick para mi era Dios, sólo por debajo de mi padre. La  cosa fue que mi vieja se fue a la cama a los cinco minutos y mi padre se durmió en el sillón tras la orgía. Y si hay que decir verdad tampoco yo entendía nada de todo aquello. Pero era la última película de Stanley Kubrick. Ahora la veo mejor, pero ese es otro cuento.

Una tarde, ya avanzada la enfermedad, yo mirando de reojo su nariz caída, signo inequívoco de muerte, aburridos, dimos en parar tras pasar por un montón de títulos de mierda de los dvd´s de mi cuñada con una película repleta de actores famosos. Yo tenía una vaga idea de ella y de su director.

- ¿Esta? Sale tal y cual...
- Venga. Déjala a ver.

Mi viejo era de actores.

Pero el director era Terrence Malick, uno de los mayores soplapollas del mundo, incluso para mi.

Y era de ver sus gestos pasados diez minutos de aquella cosa. Empecé a reírme.

- ¿Qué es esto, Kufisto? ¿te enteras de algo?
- Ni de una mierda.
- Pues quítala y pon cualquier cosa.

Y puse lo de los coches tuneados para hacer tiempo hasta Pasapalabra, su programa favorito.

A mi me reventaba aquel subnormal de presentador. Ya por entonces no veía la televisión desde hacía años, pero un padre es un padre.

Decía el subnormal: "¡Tal!" Y decía yo el ochenta por cien de las veces: "Cual"

Así pasamos muchas tardes. Hay días en los que me acuerdo mucho de esas tardes.

Una de esas vimos "El nombre de la rosa" Hasta los huevos de vaqueros matando indios, aquello fue poco menos que una revelación. Habrán cuatro, cinco, películas que me hayan marcado en la vida y esta es una de ellas. Cuando llegó el polvo de Adso le conté mi experiencia. Y sonrió.

Y entonces empezó a recordar y a decir cuando él era chico en el colegio de los curas y en el bar de su padre, mi abuelo. Y entendí mucho de lo mío.


El bar se cierra. Hará como dos meses que lo anunciamos. Es la última semana. Los clientes apenas lo pueden creer.


- ¿Pero qué es esto, Kufisto, hijo mío?
- Nada. Vamos a cerrar. 
- Tu madre está llorando...¿qué os pasa? ¿no va bien el negocio?
- Estamos hartos, papa
- ¿Hartos?
- Hartos.
- Hijo mío, ¿recuerdas la última vez que estuvimos juntos? No en el hospital, en casa,
- Sí
- Nos reímos mucho.
- Sí.
- Pues ya está. Recuerdo tu emoción al contarme tu primer polvo mientras veíamos esa película, jajaja...Estabas medio colocao, siempre te lo he notado. No sabes reír si no has bebido. Pero cuando bebes tienes un punto bueno.
- ¿Y qué te parece?
- ¿El qué?
- Que cerremos el puto bar
- ¿Qué vas a hacer ahora, Kufisto?
- Escribir.
- ¿Escribir?
- Una novela.