sábado, 26 de marzo de 2022

BARRÍ EL BAR Y PASÉ EL MOCHO POR LO MÁS VISIBLE

Tuve que hacerme una paja. Poco después, al fin, me dormí. Desperté, empalmado, media hora antes de la hora límite. Hoy me habría venido bien una hora más de sueño. No me hubiera costado nada volver a cerrar los ojos y quedarme dormido al instante sin necesidad de recurrir a ninguna otra medida. Es más fácil. Cuesta menos salir un momento del sueño que penetrar en él. La mente entonces está como muerta y el alma anda a sus cosas, dejándote descansar en paz. Pero muy pronto, cual animalillo salvaje, aquella se despereza ¡y mira!, ¡tienes que levantarte ya!, ¡tienes que ir al bar! ¡tienes que trabajar! ¡tienes que preparar! ¡empieza un nuevo día! ¡jajaja!

Me acometió un gran cansancio poco antes de que empezara el jaleo del mediodía, justo cuando pude parar un momento. Habría podido dormirme enseguida de haber caído en una cama, en cualquier cama, incluso en el suelo.  

- Si ahora me bebiera de dos tragos un johnnie con cocacola -le dije a un amigo- me pondría en marcha en cero coma dos.

Él se rió y bebió de su tercio.

La gente llegó y todo lo demás pasó a otro plano. Era llegado el tiempo para los otros. Todo lo que había hecho en el día hasta ese momento era para esto. 

Solo, como casi siempre, pasé el mal trago. A última hora, ya un tanto aliviado, vino un amigo. Traía mala cara aunque su ánimo parecía el habitual. Pidió cerveza helada y volvió a elogiar mi forma de tirarlas. Como de pasada dijo algo de un dolor en la garganta pero yo todavía andaba de acá para allá.

- Kufisto -dijo tras apurar la tapa del guiso de su segunda cerveza- Creo que voy a comer aquí.

Pero entonces recibió una llamada en uno de sus teléfonos, la miró y tuvo que marcharse.

- No tardo. Ve calentándolo. 

Volvió pronto. Ya sólo quedaba una mesa de varias parejas en el fondo del salón. Le puse una ración y seguí fregando platos. 

Acabé. Eran las tres y media de la tarde. Ya debería haber cerrado el bar. Hoy cerraríamos de cuatro a seis. 

- ¿Y eso?
- Mi hermano está de boda

Pasé las dos mesas altas de la calle para dar a entender a los del fondo que la fiesta, al menos aquí, se había acabado. Tuve que bajar las persianas y apagar la tragaperras para que se dieran por enterados.

- Échate una cerveza, me cago en Dios -dijo- Y ponme un café.

Abrí un tercio. Es más llevadero que una de barril.

Los últimos se fueron agradeciendo los servicios prestados. Eché la llave.

- ¿Se puede fumar, no?
- Claro

Entró a la barra para ver los whiskies. "No veo ya bien, Kufisto" Eligió un Chivas 18.

- Me duele la garganta, Kufisto. Tengo un bulto ahí...
- Una infección -dije por decir-
- Tengo Strepsils en casa
- ¿Y qué coño van a solucionarte los Strepsils? -dije pensando en la Amoxicilina-

Enseguida pasamos a otro tema. Estábamos frente a la imponente vitrina de los whiskies y, como tantas otras veces, fuimos alabando a la inmensa mayoría de ellos. Por un instante pensé decirle que se hiciera un par de rayas. Creo que nunca en la vida me he metido cocaína sin estar al menos medio borracho.

Me extrañó verlo fumar tan de seguido. Es un tío que apenas fuma y en el rato que tardó en beberse la copa se fumó tres. 

Tenía mala cara cuando se fue alegando algo de un resfriado.

Barrí el bar y pasé el mocho por lo más visible. 


Mi turno había acabado. Ahora podía llegar a casar, tumbarme en la cama, en mi cama, y dormir, ¿no?

No. 


Jajaja...No, hijoputa.


sábado, 19 de marzo de 2022

LIMÓN

 - Tienen buena pinta -dijo la guapa cajera al tiempo que los pesaba.
- Sí -respondí- Es verdad.

Ya un tanto blandos al tacto pero de irreprochable aspecto no puse ninguna pega. Claro que ella no los había palpado pero tampoco había dicho ninguna mentira; después de todo tan sólo se había referido a su apariencia, al aspecto, al color y a la forma, y así vistos sin duda alguna tenía razón.

Pagué y me despedí deseándole una buena tarde, cosa que agradeció.

"¡Qué tonto! -pensé mientras conducía de vuelta al bar- Podría haberle dicho que la pinta de los limones era buena pero no tanto como la suya. Seguro que lo habría agradecido. La chica es simpática y te mira a los ojos cuando te devuelve el cambio. Seguro que hablan de mi entre ellas, tienen tan pocos clientes que les da tiempo...Sí, no hay mucha competencia. Soy viejuno y tal pero me conservo bastante bien. Y la coleta me da el aire justo de outsider, de tío interesante, de renegado...¡Ay Kufisto, la madre que te parió! -sonreí acordándome del justiciero Lorenzo Lamas, el rey de las camas, en aquella merdosa serie de los ochenta- La madre que te parió"

Llegué al bar, abrí la puerta, dejé los limones para el turno de tarde, apuré el tercio de cerveza abierto, pillé algo de bebida que llevarme a casa, cogí el cigarrillo que había dejado en el cenicero, apagué el extractor y echando un último y rápido vistazo salí y volví a cerrar para esta vez sí no volver hasta mañana.

Bajé por la avenida echando una vistazo a las terrazas de los diferentes restaurantes. Estaban casi vacías, incluso las acristaladas, algo que me sorprendió. Tan sólo se veía movimiento en el de más abajo, el más célebre, uno que lleva el hijo de quien lo abriera allá por finales de los sesenta, uno que quiso ser cura y al final acabó en el negocio familiar. Es mayor que yo, ya andará por los cincuentaitantos, tiene pasta pero es esclavo de su trabajo y así se lo comenté una vez a alguien, a lo que fui respondido con la poderosa explicación de que sí, lo lleva él, pero también hay un par de hermanas por medio y...

Siempre me acuerdo del exitoso hostelero que lo hizo a principios de los noventa, de aquel que lo vendió todo y se largó a vivir a Mallorca para no volver más que en contadísimas ocasiones. Era amigo de mi padre y se pasaba por el viejo bar para charlar un rato con él. Pocas veces, muy pocas, he visto sonrisa semejante: no se le caía de los labios. Y luego ves a todos estos, a los cuatro factotums de la hostelería del pueblo, y no hay nada bueno en su mirada. Resulta imposible tenerles envidia o incluso odiarles por su encimahombrismo diluido en signos de riqueza, influencias políticas o el evidente abuso de sustancias. Pero aquel tío que lo vendió todo y se largó a Mallorca, sí: aquel tío daba envidia incluso a un chico de veinte años.

Mi mañana no fue mala; chinochano, chinochano (como se dice por aquí) la cosa fue para adelante al ritmo acostumbrado. Yo no había despertado demasiado bien, al contrario. Ya a eso de la una me desvelé por un escalofrío, aunque no tardé en volver a dormirme después de tirar un poco de las mantas. Hará un par de semanas que no hago la cama y ya se va notando. A eso de las seis abrí el ojo todavía soñando con ella. Es increíble pero trece años después todavía hay noches en las que sueño con ella. Hoy, sonriendo, sus ojos me decían que no me preocupara. Qué sonrisa...

Una hora después de haber abierto el bar llegó mi primera clienta, la nonagenaria, hoy acompañada por su hijo. Yo ya tenía enfilado el guiso del mediodía y más de las mitad de las pulgas. Entró al bar arrastrando su tacatá al grito de "¡Buenos días, compañero!" que a voces respondí desde la cocina y enseguida le serví el desayuno, café con leche y dos azucarillos, zumo de naranja y una porra que su hijo pagó antes de irse a hacer sus cosas.

- ¿Qué tal estás, hijo? -dijo mientras la servía.
- Bien, compañera.
- ¡Cuanto voy a echarte de menos cuando me vaya a Cantabria!
- Sí. Y yo a usted.

Jamás volverá a Cantabria. O al menos no como ella cree.

- Hijo -me dijo un rato después, ya solos, una vez bajado a su petición el volumen del televisor- En Cantabria todo es verde. El mar, los valles, lo bosques, las montañas...¡Pero aquí, en La Mancha...!
- Ya...-me acordé de Ruidera.
- ¡Aquí todo es...! - Y era como si se asfixiara a pesar de los casi treinta años que lleva viviendo aquí. 

Quité el sonido de la tele que tanto le molesta y puse Ten Years After, su gran concierto en Woodstock. No protestó. 

Luego, poco a poco, chinochano chinochano, fueron llegando los clientes, incluso ese bruto en compañía de un amigo que me hizo replantearme otra vez si no estaríamos mejor gobernados en manos de las ancianas nonagenarias.

Yo estaba malo y el guiso casi se jodió por circunstancias que no vienen el caso. 

Pero el día pasó. El día del Padre. "Padrenuestro que estás en los cielos..."

"Estará bueno mi padre" pensé. Hace cinco años ya.

Hoy cerrábamos a media tarde. Mi hermano, el jefe, está de boda, y cerraríamos de cuatro a seis. A eso de las tres sólo tenía en el bar a un ex-presidiario con sus dos hijas, la rubia foca con la que ahora está, y una putilla que llegó a última hora.


Ya estaba mejor. Quizá hasta para echarme un chupito de whisky. Se fueron. Cerré, pasé adentro las dos mesas altas de la terraza con sus taburetes, eché la llave, apagué la tragaperras, bajé las persianas, barrí, fregué un poco, abrí un tercio y me rulé un cigarrillo. 

Todo estaba bien. Encendí el extractor.


Y me fui a comprar limones.




domingo, 13 de marzo de 2022

COJONES FRITOS

 


Acabé el día dándole fin a la que creo era la última novela de Agatha Christie que me faltaba por leer. El primer capítulo (leído la tarde anterior) había sido realmente bueno: una anciana Miss Marple se valía de una astuta artimaña para desembarazarse de su pesada cuidadora durante un par de horas con el fin de salir un rato y ver la nueva urbanización de Saint Mary Mead. Luego todo seguía por los entretenidos derroteros habituales pero sin esa magia inicial. Quizá Agatha pudo haber hecho lo que Simenon, tenía el talento suficiente para ello, pero cuando se salió de sus márgenes sólo lo hizo por escribir cosas románticas bajo seudónimo. "La mujer es superficie" dijo Nietzsche. Miré en la Red por la novela, su ficha en la Wiki, están todas, también el extenso artículo en inglés, su desaparición durante dos semanas cuando ya famosa fue abandonada por el marido, su inscripción en un hotel bajo el nombre de la amante que había destrozado el matrimonio...todo eso. Intrigado escribí "Agatha Christie young" y busqué en imágenes. En algunas no estaba mal, incluso interesante, tenía una buena nariz, pero la mejor de todas era la de siendo niña: en esos ojos, en esa mirada, en esa boca cerrada, estaba todo lo que vino después.

Apagué el ordenador y me fui a la cama. Estaba reventado. No tardé en dormirme.

Ya ayer lo pensé de mi ancianita, la que a primera hora traen a desayunar al bar, aunque es demasiado mayor. Podría ser Miss Marple con veinte años más. Está fatal de las piernas pero la cabeza le funciona bien. Lee el periódico y tiene su opinión sobre las cosas que pasan, bastante seguidista, por cierto. A veces me echa la mano cuando le dejo el café, el churro y el zumo de naranja y con una sonrisa me dice: "Gracias, compañero, ¡qué hambre tengo!. ¡Cuanto te voy a echar de menos cuando no esté aquí!" Ella a veces cree que pronto se irá a su tierra, a Cantabria, pero eso es algo que sólo pasa con las vacaciones de verano del hijo que la cuida. 

- ¡Adiós, hijo! -me dijo arrastrando el tacatá cuando a eso de las diez volvió el suyo para recogerla.
- ¡Hasta el martes, compañera! -respondí.
- Sí...-dijo parándose- Es una pena que no abras los lunes.
- Pero el martes llega pronto, doña Carmen.
- No creas, Kufistín, no creas...Adiós.

"Días de mucho, vísperas de ná" Así pasó la mañana y aún el mediodía. Tuve tiempo para mirar las moscas y pensar que no nos dan tanto asco como las cucarachas sólo porque tienen alas. Todo lo que vuela es menos malo que todo lo que se arrastra.

Mi amiga llegó a eso de las tres menos cuarto. Hacía una semana larga que no la veía. Y hará tres o cuatro días que se me jodió el teléfono y estoy tirando con uno viejo pero sin wasap ni audiolibros, esto último muy a mi pesar. ¿El viernes? sí, el viernes, el día que se fundió a negro estuve a punto de ir a comprar uno nuevo, pero llovía y lo dejé estar. Y ayer no era día para eso. "¿Quien sabe? -pensé- Quizá me venga bien. No estar tan pendiente de Internet, no escuchar tanto audiolibro, no tener wasap...Como decía el malaventurado Pangloss en Cándido: todo sucede de la mejor manera que puede suceder"

Yo estaba charlando con un amigo, un buen chico que también piensa como la abuela, "hijo de Putin"; perdió a un hermano siendo joven, está soltero, todavía vive son su madre y ve la televisión y sus anuncios.

En fin, que mi amiga llegó y lo primero que hizo fue enseñarme un vídeo de una de sus adorables hijas pequeñas hablando de la guerra en Ucrania y de los niños que los rusos están matando.

- Escucha, Kufisto -me dijo enseñándome el teléfono. Pero no oía una puta mierda.
- Está muy guapa la chica -le dije poco antes de terminar.
- ¿Y lo que dice?
- No he entendido nada
- Gilipollas

Le pasó el teléfono a mi amigo y este lo cogió y se lo llevó a la oreja.

- Muy bien, muy bien...
- ¿Qué? -dijo ella- ¿Qué os parece? Me he apuntado a recoger a un niño refugiado.
- No jodas -dije yo.
- ¿No jodas, qué?
- ¿Con siete hijos te has apuntado a por otro?
- ¡Vaya! ¡Y me lo llevo!
- Joder...

Salimos a fumar. Un coche pasó pitando por el otro lado de la avenida. 

- ¡Eh, ehhh! -gritó ella. Era su "padrino" Pararon. Tres chicos y un bebé venían con ellos.

- ¡Kufisto! -voceó él nada más entrar- ¿Qué tal va eso?
- Bien, coño, bien...
- Aquí estás con mi niña
- Ya

Revolución. Mi a migo se largó a comer las sobras de ayer con su madre.

- ¡Cerveza, Kufisto!

Cerveza. Venga cerveza.

- Kufisto -dijo la niña mayor.
- ¿Qué?
- ¿Sabes como te llama mi abuelo?
- No 
- ¿No te vas a enfadar?
- No
- ¿Seguro?
- Seguro
- ¡Kufisto, el de los cojones fritos!


La gata está arañando la silla desde la que escribo. Le he dejado abierta la puerta de la habitación para que pueda encaramarse a la ventana bajada aunque sólo sea para vislumbrar lo que hay afuera. Por ahí se escapó una vez. Pero se ha cansado pronto. Y viene aquí y araña donde yo estoy sentado. Es un buen sillón, no creáis, lo compré hace unos meses y se nota un montón. Le tengo puesto una especie de trapo por encima, una cosa que podría decirse en una palabra que no sé pero "bien está", como decía una de las viejas de las mejores novelas del gran Simenon. Lo malo es que las ruedecillas se enganchan en la tela sobrante y se pierde movilidad. Pero eso se soluciona dando un empujón. Un buen empujón.


Maúlla la gata. Yo creo que hasta ella sabe quien es el asesino.